Un sistema electoral es el conjunto de procedimientos por los cuales los ciudadanos expresan su voluntad para llevar a quienes dirigirán el gobierno. Dicha voluntad se manifiesta mediante el sufragio que cada elector realiza al manuscribir sobre una boleta su decisión. Los comicios son procesos políticos en los que participan infinidad de actores, regulados por leyes específicas que buscan establecer con claridad a los triunfadores de la contienda, para conformar los poderes políticos de una nación. Es lo que conocemos como democracia representativa. El menos imperfecto de los sistemas de gobierno que ha inventado el ser humano, según el estadista inglés Winston Churchill.
El sistema electoral mexicano es muy sencillo: "mayoría relativa". Ello debería simplificar plenamente la vía democrática, siendo todo lo contrario en la realidad. Los múltiples candados a los cómputos que desde su aparición han aplicado el IFE/INE no han contribuido a la confiabilidad del elector; al contrario, tantos hologramas, sellos de agua, líneas ocultas, tintas indelebles, marcadores imborrables y demás sutilezas, hacen más difícil la credibilidad en las instituciones.
La lucha por un segundo lugar en el proceso actual, podría tener sentido histórico; legalmente es intrascendente; el candidato con mayor número de votos (uno solo más que su oponente) será el próximo presidente de la república, independientemente del número de electores. Si existiera una segunda vuelta si sería de suma importancia esa posición secundaria, pero aquí no, salvo que como el imaginario popular supone, acercándose al puntero el candidato X, sería fácil justificar una movilidad de votos de la noche a la mañana y realizar fraude.
Ante la desesperación y hasta furor por las encuestas nada creíbles, pero muy perturbadoras, cada día toma más fuerza otra hipótesis: la declinación del tercer ubicado de los candidatos a favor de ese segundo lugar; (el bufón de la contienda pide le cedan todo a él). Esta alianza, legalmente ya no es posible, tendría que ser acuerdo de palabra. Pero seamos realistas, imaginar que se sumaran los puntos de ambos es candoroso. El ejecutivo federal, con las manos metidas en el proceso hasta los codos, ha intentado minar seriamente al segundo, esperando llevarlo al tercer lugar. Si la cesión fuera a favor del PRI, muchísimos aliados del Frente no votarían por Meade, preferirían abstenerse y, si fuese a favor del desmembrado PAN, los líderes barriales recibirían la orden, la transmitirían a sus "bases"; éstos cobrarían lo convenido y difícilmente votarían por Anaya; La encuesta de Coparmex presentada estos días lo ratifica. Seguramente muchos preferirían al puntero de las encuestas. El enroque sería un rotundo fracaso.
Ni siquiera en el supuesto de que al ganador le sobreviniera una incapacidad, esa posición tendría relevancia; ante esa figuración el congreso nombraría a un presidente interino y éste convocaría a nuevas elecciones en un plazo de entre 7 y 9 meses; el ganador de estos comicios extraordinarios culminaría el sexenio hasta 2024. (único caso el asesinato de Álvaro Obregón en 1928, nuevas elecciones en 1929).
Circulan infinidad de memes sobre el fraude electoral basado en supuestos de tinta indeleble y marcadores borrables; incluso López Obrador ha pedido a seguidores cuidar las casillas. Dentro de ellas el fraude sería mínimo, insignificante, difícilmente realizable por la presencia de representantes de partidos y observadores. El que podría orquestarse se daría en la calle, como lo vivimos en Coahuila en 2017. "Mapaches" repartiendo dinero, entregando despensas del gobierno del estado, exigiendo fidelidad a quienes vendieron copia de su credencial de elector en oficinas del PRI. Fallas del PREP; (Manuel Bartlett regresando a su "alma mater"). Así, se va perdiendo la certeza y subsiste la duda y el temor, el INE no ha podido salvar la credibilidad popular. ¿Será esto parte de la maquiavélica maquinaria de hacer dudar al elector para que no acuda a las urnas y triunfe, una vez más, el voto duro tras la compra de conciencias?
Un complejo procedimiento con riesgos y desafíos para miles de funcionarios de casilla y para millones de electores, ocurrirá en las urnas; se les darán varias boletas a sufragar (4 en Coahuila y Durango y hasta 6 en otros estados); las confusiones de dónde depositar cada una no podrán evitarse; habrá muchos que las coloquen en ánfora diferente a la correspondiente. El TEPJF definió que contradice la ley abrir las urnas para sacar boletas, reacomodarlas y volverlas a meter. Así pues, se contarán y se levantará el acta correspondiente, luego se abrirá otra ánfora y si en ella hubiese boletas de la elección ya contabilizada, se corregirá dicha acta; y así, en todas las demás urnas. Esto permitirá que las actas, en especial la de presidente de la república, sufrirán múltiples alteraciones. Autorizó además validez al voto cuando alguien anote, fuera de las recuadros, nombres o apodos; en principio eso debería invalidar el voto. Más complejidad para los funcionarios de casilla. He ahí el principio de incertidumbre. La certeza en los resultados del escrutinio y del cómputo padecerán muerte natural.
En Torreón, el proceso electoral vive también convulsiones maquiavélicas en dos vertientes: Una acrisolada honestidad probada generando cambios positivos en apenas seis meses; agredida por denuncias fatuas de ratoncitos jurásicos. Otra, simulación de beneficios al torreonense cuando antes se transfirieron las inversiones altas al sureste estatal, dejando aquí sólo las de bajos sueldos; ésta confía ciegamente en el árbitro local y en su espuria alianza con híbrido camaleón-chapulín ahora candidato atezado.
