El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, intentó ayer frenar el aluvión de críticas con un decreto que pone fin a la separación de los niños inmigrantes de sus padres en la frontera sur, pero no resuelve la situación de los más de 2,300 menores que ya han sido alejados de sus progenitores.
En lugar de ser separados de sus padres al cruzar la frontera, como ocurría desde abril, a partir de ahora los niños indocumentados serán retenidos indefinidamente junto a sus familiares en centros de detención de inmigrantes, según la orden firmada por Trump.
"No me gustaba ver a las familias separadas ni los sentimientos que eso provoca", aseguró Trump al rubricar el decreto.
Pero el presidente no necesitaba usar su poder ejecutivo para acabar con la separación de las familias, podría haberlo hecho con una simple llamada a su fiscal general, Jeff Sessions, en la que le ordenara detener o modificar la política de "tolerancia cero" contra la inmigración ilegal, que originó el problema.
Esa política, inaugurada en abril, lleva a presentar cargos criminales contra cualquier adulto que cruza irregularmente la frontera con México, y el inicio de ese proceso por la vía penal llevaba a separarles de los niños con los que hubieran viajado.
Por otra parte, el Departamento de Justicia de Estados Unidos reconoció que la orden ejecutiva firmada por el primer mandatario es "ilegal", por lo que buscan encontrar una solución en las cortes federales.
Rechazo. Varias personas se manifiestan en Nueva York con motivo del Día Internacional del Refugiado para protestar contra las políticas migratorias de la administración Trump. (EFE)
