¡Quihubo muchachos! No se apachurren y metan goles con alegría y contundencia. Las consecuencias de las aventuras como la que acaban de disfrutar y que ahora sufren con lágrimas y zozobra debido a la incomprensión de una sociedad prejuiciosa, tienen que superarlas porque al fin y al cabo, son experiencias que nos proporciona la vida para formar el carácter, entender qué es lo que está mal en nuestro comportamiento y llevarnos a un libre albedrío sin lastimar a terceros. (Todo el escándalo por una cena para festejar el cumpleaños de "El Chicharito").
Los acusan de haber incurrido en una irresponsabilidad moralina que supuestamente daña su imagen pública, pero si fue así (lo dudo), hay una lección aprendida que enriquece su naciente valija de experiencias. No voy a condenarlos por situaciones ajenas a la cancha, en virtud de que a mí lo que más interesa es que jueguen bien y sumen puntos y puntos. Si hay descalabros, los acepto porque son parte de las competencias deportivas, incluyendo sus rotaciones sin brújula.
Ha sido un aprendizaje personal de lo que la significan la discreción y la fidelidad: valor y respeto hacia la pareja, y aunque no hayan incurrido en esa práctica malévola (¡uuuy!), convencerse de que la infidelidad mata el amor, aunque en su descargo podría argumentarse que la sexual no significa apego emocional necesariamente. Grandes pensadores (Oscar Wilde, Gabriel García Márquez, Alberto Camus) subrayan que la paciencia y el control es lo que nos hace humanos y Wilde va más allá: "Uno debería estar siempre enamorado. Es la razón por la que uno nunca debería casarse". Pero son cuestiones íntimas y respetables.
Los envidio sobre todo. No soy guapo ni joven como Jonathan y Gío, Andrés Guardado, Memo Ochoa, Carlos Vela, El Cepillo, pero hace unos cuantos decenios lo fui y del mismo modo incurrí en indisciplinas en el hogar y en el trabajo. No voy a tirar la primera piedra porque ya tengo muchas encima pero gracias a la comprensión y tolerancia del entorno familiar, aún tengo la cabeza en la superficie.
Lo que intento decirles es que deben borrar el pasado y seguir avanzando en ese mar de maledicencias y juicios duros y apresurados, porque al fin y al cabo son jóvenes que precisamente por su edad tropiezan voluntaria o involuntariamente con las piedras en el camino, pero sólo así podrán madurar una responsabilidad social para los suyos y los de fuera y cumplir a cabalidad con los compromisos en el trabajo, en el deporte y en la familia.
El expresidente Felipe Calderón los regaña feo e ignora las críticas hacia su persona como mal político que fue. Lo peor, se hace el desentendido con las infidelidades de sus antecesores. Recuérdense los extravíos extramaritales de Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y José López Portillo, el más escandaloso de todos. No se apachurraron ni tampoco fueron llevados a la hoguera como ahora lo está haciendo Calderón y algunos columnistas puritanos con ustedes. Fueron célebres las llegadas en helicóptero de López Portillo y su pareja en turno, con el pelo desordenado y desabotonadas blusa y guayabera al salir del helicóptero. Nadie se asombró ni se quejó. Los libidinosos no eran futbolistas.
Les corresponde, por lo tanto, meter los goles y a nosotros disfrutarlos. Qué mala onda pues, que los jueces oficiosos se metan con su vida privada y lo que hacen con su tiempo libre. No pueden perder en Rusia porque les darían la razón. Apagar las luces o usar pelucas, les recomiendo para la próxima fiesta por más inocente que sea. Inviten para darles más consejos. Ustedes no fueron simples y aburridos gobernantes, sólo son grandes deportistas. Además, "si ya saben que eres fiestero, pa→ que te dan maracas".
(Felicitaciones a Héctor Miguel Herrera por su premio al mejor golazo de la temporada con el Portugal).
