Casa Klotz, Tongoy, Chile. Foto: Roland Halbe
Integrante del boom de la arquitectura chilena en el mundo, Klotz deposita en sus trazos una carga de sensibilidad y otra de propósito. Una y otra se trasladan a las formas y los espacios.
Nacido en Viña del Mar en 1965 y proyectista egresado de la Pontificia Universidad Católica de Chile, en 1991, ha compaginado su profesión con la docencia. Para Klotz, las aulas son un lugar tan importante como los planos. Ha sido profesor de taller y ha impartido seminarios en varias universidades en su país y en el extranjero. Desde 2003 ejerce como decano de la Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño de la Universidad Diego Portales.
La pasión depositada en la disciplina arquitectónica le ha valido el desarrollo de un lenguaje propio, de temas y tipologías muy personales. La experiencia docente le permite transmitir con facilidad las ideas y objetivos de aquello que es esencial en sus proyectos.
Su obra goza de reconocimiento internacional; tiene presencia frecuente en publicaciones especializadas, también es regular su participación en exhibiciones y conferencias. Su itinerario de charlas y muestras abarca destinos como México, España, Estados Unidos, Francia,Italia, China, Turquía e Irlanda, entre otros.
En la vitrina de galardones de Klotz se encuentra el Premio Borromini de Arquitectura, lo ganó en 2001 en la categoría de arquitectos menores de 40 años; en 2010, recibió el Green Good Design por la Biblioteca Central Universidad Diego Portales; al año siguiente, le entregaron el Holcim Award del Modular Building Institute por el restaurante Rucaray, proyecto creado para apoyar a los chilenos que perdieron casas y negocios en el terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010.
Otro destacado elemento de su dosier es el Barrio Universitario de Santiago (BUS), fraguado en colaboración con Ricardo Abuauad. En 2014 les otorgaron mención honorífica en el Premio Latinoamericano de Arquitectura Rogelio Salmona. El jurado destacó “El reciclaje de sus diversas sedes, restaurando los edificios patrimoniales, respetando la volumetría del barrio e insertando discretamente nuevas edificaciones de excelente calidad. También ha sido, en dos ocasiones, finalista del Premio Mies van der Rohe.
Casa Klotz, Tongoy, Chile. Foto: Roland Halbe
Klotz ha experimentado tanto la sensación del trabajo bien hecho como de los fallos que no se sabe de dónde han salido: “Siempre hay errores”, asegura. Confiesa que al principio de su singladura profesional se dieron bastantes. En una ocasión, un matrimonio sueco lo contrató para hacer una casa. La cochera, sin embargo, quedó mal hecha, y era un error bastante evidente dado que en el espacio habilitado sólo cabía la mitad del auto familiar.
Una lección que nunca deja de compartir es que, en el campo de la arquitectura, no hay encargos buenos y malos. Muchos arquitectos jóvenes, señala, cometen el error de pensar que sus inicios consisten en hacer cosas sin importancia y que más adelante llegará el proyecto de gran envergadura.
Todas las encomiendas, afirma, importan y “si a uno le encargan la vitrina de una tienda y la hace bien, luego le encargarán la vitrina de otra tienda que cumpla con el mismo nivel y el mismo estándar. Lo importante es tener una identidad”.
MADUREZ
Es un elemento frecuente en los listados de los mejores arquitectos latinoamericanos. Alcanzó con celeridad la madurez que otorga distinción a las percepciones fincadas sobre terreno.
Sus proyectos se erigen sobre una base de arquitectura moderna. Hay muestras de su trabajo en Líbano, Argentina, Uruguay, España, China y la República Dominicana. Si bien la obra del decano es muy extensa, los proyectos de viviendas unifamiliares fueron la punta de lanza para conquistar prestigio incluso fuera de las fronteras chilenas.
El trabajo de Klotz muestra una destacada capacidad para reunir en un mismo emplazamiento una diversidad de materiales. La crítica considera que al observar los proyectos de este chileno es fácil evocar a referentes del arte arquitectónico como el finlandés Alvar Aalto o el austriaco Richard Neutra.
Las viviendas que ha realizado el egresado de la Pontificia se caracterizan por su complejidad y el uso atractivo de la geometría. Al tiempo que orquesta interiores cerrados conforma un sinfín de anexos que dan apertura, son apéndices en forma de porches, miradores, áreas para meditar o simplemente para contemplar la naturaleza.
Integrante del boom de la arquitectura chilena en el mundo, Klotz deposita en sus trazos una carga de sensibilidad y otra de propósito. Una y otra se trasladan a las formas y los espacios.
El prestigio no lo exime de pasar malos ratos. El año pasado se quejó de Jorge Sharp, alcalde de Valparaíso, Chile, porque el despacho de Klotz había ganado un concurso para construir un nuevo acceso a la ciudad y las autoridades lo cancelaron.
Casa Reutter, Cachagua, Chile. Foto: Archdaily/small>
DECISIÓN
La primera opción de Mathias era ser cineasta. Las condiciones políticas en su nación lo impidieron. En entrevista para el portal América Economía explicó que “Quería ser director de cine, pero estudiar eso durante los ochenta con una dictadura como la de Pinochet en el país, ninguna posibilidad”.
Luego pensó en estudiar en arte, pero su hermana mayor había comenzado a estudiar eso. Cuando Mathias vio a sus compañeros “con una pinta de náufragos”, se dijo “No, eso no va para ningún lado” y se inscribió en arquitectura.
Desde la óptica de este profesional de los materiales, no es tanto como se piensa el poder que tiene el arquitecto al diseñar la ciudad. Quienes realmente definen el rumbo, explica, son quienes dictaminan, ellos determinan la dirección del desarrollo arquitectónico de una urbe. Son mejor conocidos como “políticos” y “autoridades”.
OBRAS
La Casa Klotz, construida en Tongoy, Chile, en 1991, fue un encargo de su madre a ejecutar en la playa. Al arquitecto le pareció que lo mejor era plantar una especie de refugio, de bajo costo, con poca manutención, fácil de habitar y deshabitar. Ésta vivienda, asegura, es la única obra que ha realizado sin cambios, apegada totalmente a su concepción original. Al paso de los años, comparte, se conserva como un referente ineludible de su labor, representa lo esencial que una obra debe contener.
La Casa Müller, ubicada en la isla de Chiloé, a 1 mil 200 kilómetros al sur de Santiago, la capital chilena, es una residencia de veraneo al borde de un acantilado. Se alza en una pequeña meseta triangular delimitada por un bosque de arrayanes; también tiene frontera con el mar. La amarran al suelo el borde de la terraza y un muro curvo de piedra que marca el acceso. El diseño, explica su autor, recuerda ciertas construcciones náuticas. Una característica de la vivienda es que mimetiza con el paisaje al estar construida con las maderas nativas y la piedra del lugar. El proyectista planteó moldear una suerte de mirador que acoge al hombre frente a la fuerza de la naturaleza.
En otra obra emblemática en territorio chileno, la Casa Reutter, erigida en 1999 en la localidad de Cachagua, Klotz concretó un ejercicio de equilibrios y tensiones, en lo estructural y lo programático. Las cajas de madera, dispuestas como elementos autónomos, se relacionan con el entorno de manera pasiva, como simples miradores; luego pasan a otra etapa en la que los elementos fincados se dinamizan y entrelazan con el entorno.
La Reutter tiene presente una gran variedad de materiales: un muro de hormigón armado sostiene una losa y dos volúmenes en voladizo resueltos en una estructura metálica. En el exterior, el mayor de los volúmenes está revestido en madera de Alerce y el menor con cobre. El proyectista eligió esos dos elementos para aprovechar su envejecimiento, éste se pone verdoso y aquella se oscurece. En los interiores predomina el aglomerado de madera en las paredes de los dormitorios y vidrio en los espacios públicos. Los techos son de placas de contrachapado de madera y en los sectores comunes hay baldosas de cemento.
