Grande será el reto del próximo presidente de la República en materia de política exterior. El endurecimiento del mandatario estadounidense Donald Trump plantea desafíos en múltiples ámbitos sobre todo porque se trata del principal socio comercial y del país con el que comparte la frontera más dinámica del mundo. Pero pensar que la política exterior es sólo buscar la mejor forma de relacionarse con Estados Unidos es un error, y en gran medida en esto radican los problemas que ha tenido México en las últimas décadas en esta materia.
El fracaso del gobierno de Enrique Peña Nieto en su relación con el gobierno de Trump fue creer que podía dialogar con el republicano y llegar a acuerdos como si se tratara de un personaje típico y manejable. Los traspiés comenzaron desde que el mexiquense recibió al neoyorquino en Los Pinos, dándole trato de jefe de Estado, cuando apenas era candidato y, principalmente, luego de que éste no dejaba de insultar a los mexicanos. Tras el encuentro y el triunfo de Trump, las humillaciones se han multiplicado.
La lista es larga: criminalización de los inmigrantes; continuación y reforzamiento del muro en la frontera e insistencia de que México lo va a pagar de alguna u otra manera; renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en condiciones inaceptables; condicionamiento de la ayuda en materia de seguridad; nula responsabilidad en el problema del tráfico de armas; amagos de utilización de las fuerzas armadas contra nuestro país. Y aunado a esto, un amplio catálogo de ofensas y ridículos. Desde el siglo XIX, México nunca había tenido un vecino tan hostil.
Aunque hoy los candidatos con mayores probabilidades de triunfo sostienen una postura aparentemente firme, hay que esperar a ver si mantienen esa firmeza una vez que lleguen a la presidencia. Pero resulta preocupante que hasta ahora los aspirantes no salen de los lugares comunes y de aquello que la mayoría de los mexicanos quieren escuchar. Ha faltado que muestren claramente su estrategia frente a Estados Unidos, pero sobre todo, frente al mundo.
México tiene que sacudir su política exterior y repensarse dentro del concierto internacional. Tan erróneo es pensar que la mejor política exterior es la política interior, como que México por sí solo tiene los recursos para plantar cara a su poderoso vecino del norte. Hoy más que nunca la apuesta de México tiene que ser el multilateralismo y el reforzamiento de las relaciones con otras regiones del mundo: Latinoamérica, mercado creciente con el que compartimos profundas raíces históricas y culturales; Europa, fuerte bloque en el que España puede ser nuestra principal puerta de entrada, y Asia Oriental, en donde China se asoma como un poderoso socio potencial.
Ojalá quienes aspiran a gobernar este país entiendan la dimensión del reto que les espera en este renglón.
