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MARÍA DEL CARMEN MAQUEO GARZA

ANTÍDOTO DEL MIEDO

Fui invitada por un grupo de entusiastas preparatorianos para hablar acerca del arte. Por obvio de tiempo, se quedaron varias cosas en el tintero, mismas que quiero abordar aquí. Frente al grupo de estudiantes diserté sobre el arte como un recurso para el autoconocimiento, monólogo íntimo mediante el cual se puede explorar el impacto que el mundo exterior genera en nosotros. En lo personal, es un espejo que refleja mis estados de ánimo, con miras a entenderlos. Esas grandes interrogantes que el mundo genera en mi persona, se van resolviendo a través de la creación literaria.

Nos toca vivir tiempos caóticos. Vamos en una embarcación que parece haber extraviado su compás marítimo en plena tormenta, y a ratos pierde puerto. Los valores tradicionales languidecen frente a elementos que se anuncian como vigentes, tales como la ambición, el poder o la violencia. Hemos desarrollado una sociedad altamente competitiva, que nos obliga a medirnos frente a los demás. En esto no hay términos medios, o eres el mejor o no cuentas; la presión social así nos lo hace creer. Este estilo de vida habrá de cobrarnos factura en algún momento más adelante.

A causa del estilo de vida actual, hay grandes necesidades humanas que se quedan sin ser satisfechas, entre ellas la comunicación, el sentido de pertenencia y la trascendencia. Le tenemos pánico a la soledad, la identificamos como un estado de aislamiento insufrible, y no como una excelente oportunidad para desarrollar la creatividad. La creación artística necesita de la soledad para expresarse.

El antídoto del miedo es la creación. Correr el riesgo de expresar en el arte aquello que sentimos, nos salva del anonimato en medio del tumulto exterior. Mediante la creación o la apreciación, dialogamos con nosotros mismos a través de la obra de arte. Nos pone en condiciones de alejarnos para hacer una lectura de lo propio, y establecer un orden interno como respuesta al caos del exterior.

El arte es recogimiento de uno consigo mismo frente a la creación. Se trabaja estando enfocados en crear, no pensando en el destinatario final de la obra. Todo arte concede libertad al creador, sin embargo, para cumplir con el cometido de expresar ideas y estados de ánimo propios, se requiere aprender una técnica que nos permita comunicarnos con quien la tenga frente a sí. Una improvisación puede ser genial, pero nunca podrá compararse con la obra que es producto de la maestría, de un artista que se ha preparado. Uno de los casos más ilustrativos es el de Pablo Picasso. Quien sólo conoce su obra cubista podrá pensar que sus cuadros son simples ocurrencias. Hay que estudiar las distintas etapas del pintor para entender que la transgresión de las formas establecidas, que lleva a cabo en su etapa cubista, significa la ruptura con la pintura tradicional que ya tiene dominada a la perfección desde antes. Lo mismo sucede con la poesía, no puede haber verso libre si antes no se domina la rima, la métrica y el ritmo de la creación poética.

Movimientos de ruptura dentro del arte los ha habido. Dos ejemplos de principios del siglo pasado son el Dadaísmo europeo y el Estridentismo mexicano. Se trata de artistas que rompen con lo tradicional como una forma de rebelarse ante el caos del exterior. Estos movimientos se dieron en Europa al término de la Primera Guerra Mundial, y en México al concluir la Revolución Mexicana. Definitivamente lo que sucedía alrededor de esos artistas impactó su forma de expresarse, y fue justo el escape emocional proporcionado por el arte, lo que mantuvo a la gran mayoría de ellos, a salvo de la enajenación.

El arte es un elemento necesario para entenderse uno mismo. En Francia, el filósofo Gilles Lipovetsky ha conseguido que se convierta en materia obligatoria desde los niveles de educación elemental, como una valiosa herramienta de apoyo emocional. Por su parte, el escritor Daniel Pennac la considera como la pieza indispensable, - junto con la curiosidad -, para fomentar el placer por aprender, tan necesario en el proceso de enseñanza. No se trata de someter a la fuerza, sino de seducir con dulzura. Pennac habla además, de la figura de los "passeurs" o facilitadores, encargados de transmitir contenidos de una generación a la siguiente, y así preservar el patrimonio de un grupo.

El consumismo nos vuelve interdependientes. Dejamos nuestra condición de humanos íntegros para convertirnos en clientes de un sistema que continuamente está fabricando nuevas necesidades para nosotros. Una forma de zafarnos de ese círculo vicioso se llama "arte", diálogo de mí conmigo frente al caos del exterior; antídoto del miedo; autoafirmación que salva del anonimato y permite trascender.

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