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El TLCAN suspenso y catatónico

JULIO FAESLER

Esta semana el proceso de renegociación del TLCAN entró a una fase catatónica. Indefinido su presente y aún más su futuro, hay varios escenarios para el intermitente proceso modificación del gran Acuerdo, que el observador interesado puede imaginar.

Es remota la posibilidad de que los norteamericanos rompan la suspensión de trabajos en las mesas y citen a una próxima sesión de trabajo con el propósito de retomar el ritmo de la negociación. Catorce mesas de negociación han terminado sus tareas pero las faltantes encierran los asuntos más difíciles como la insistencia del presidente Trump en terminar con el acuerdo cada cinco años o bien la de suprimir el capítulo 19.

Es también posible que Trump decida dar por terminado el TLCAN suplantándolo por completo con acuerdos bilaterales con naciones amigas. Esta fórmula recuerda a la ALADI que sustituyó a la extinta Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) con acuerdos de complementación bilaterales. México, que por experiencia propia, prefiere los arreglos multilaterales a los individuales, ve con poco entusiasmo tal propuesta.

Con cualquiera de las perspectivas mencionadas, el hecho es que el TLCAN sigue vigente en todas sus partes. La suerte de algunos de sus artículos depende de la personalísima voluntad del presidente norteamericano que explica como se ha llegado al punto en el que nos encontramos. El personaje en cuestión está acostumbrado a obtener todo lo que se propone a cualquier precio. Sus decisiones responden a ese esquema psicológico que lo lleva a ejercer al máximo la autoridad de que, aunque nos pese, está revestido.

Las horas y días de intricadas y publicitadas negociaciones pudieran quedar como una inversión perdida, salvo que queramos tomarlas como un curso de iniciación para intentar conocer la singular mentalidad de Donald Trump.

La consecuencia de todo este proceso es clara para nuestro país que se siente predeterminado por geografía, aparentemente sin salidas. Una vez más nuestro desarrollo está ligado en obligada sintonía a los vericuetos políticos interiores de nuestro vecino.

Ningún mexicano ignora que mucha de nuestra historia se entiende en función de la acción directa e incluso armada, la intromisión callada o abierta del gobierno norteamericano.

Es válido aseverar que la presencia de Estados Unidos ha afectado, a veces hasta el grado de determinarla, la conducción de los presidentes y altos funcionarios de nuestro país. Por esta razón, una revisión sea somera, sea en detalle, de la evolución política y social de nuestro país confirmaria que se ha generado una convicción de que nuestro destino está entrañablemente fusionado a los intereses de los Estados Unidos que, a su vez, justifica todas sus decisiones en conformidad a su propia visión de destino.

ESTE FENÓMENO SE CONFIRMA UNA VEZ MÁS

No es cuestión de resucitar viejas cuentas ni renovar agravios. La situación actual de México, inmerso en la confusión que prevalece en el mundo por razón de la transformación de muchos paradigmas que han venido rigiendo las políticas de estado de la gran mayoría de los países del occidente democrático, demanda que también nosotros ajustemos nuestras miras para enfocarlas a nuevos parámetros que van emergiendo en las relaciones e interdependencias que hoy están conformando un escenario muy distinto al que existía hace pocos años.

Entre las decisiones centrales que hay que ir madurando con toda rapidez están las que guíen una nueva actitud y comportamiento que correspondan a nuestra dignidad y potencial.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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