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HECHIZO DE FUTBOL

ALEJANDRO TOVAR

El hombre no revela mejor su propio carácter que cuando describe el carácter de otro, como una fuerza reservada que actúa directamente por presencia y sin medios, igual a lo que vimos el último sábado desde Kiev, donde Sergio Ramos quedó con una estela de duda en intención cuando sujetó a Salah, o cuando por partida doble el arquero Karius erró de forma histórica.

Es el futbol actuando con su fuerza sin freno, como un fantasma nunca detectado, solamente presentido por la voz de una conciencia abierta, con latidos divididos; unos para la ilusión y otros para alimentar los miedos, donde la perspectiva cambia cuando el destino del mal logra alcanzar a los héroes como Mohammed, egipcio herido en un piso verde, regado con lágrimas de impotencia.

Los sobrevivientes blancos al terror rojizo de la primera media hora, entonces, entraron en una perspectiva de vida que fue cambiando conforme se iba el demonio musulmán e imperaba Ramos, con sello propio, con el estilo que lo ha puesto en el rol donde pocos caben, el de líder y verdugo, ahí donde viven los medios nada románticos, donde nadie, ni siquiera él, es quien dice ser.

Ahora mismo, nadie recuerda el dolor de Dani Carvajal, porque las cámaras eran todas para la figura del Faraón pero el Madrid entró en su personaje con hábito ganador, un equipo con hechizo, ni siquiera sintió ya temor de Firmino y Mané, morenos controlados con férreas formas por centuriones blancos, como los corceles de Juda sobre la potencia de Messala en Ben Hur.

Estos duelos son de vértigo, donde los hombres se prueban a sí mismos, porque en su historia han tenido demasiados modelos para imitar, donde hay momentos de encono sin esperanza de belleza por el forcejeo, mientras los héroes pueden llegar como un instante de inspiración que nadie sabe de donde brota, como el gol de Bale en acción de malabarista. Un gol de acróbata.

Una final donde todo mundo sabe que después de los yerros de Karius la suerte estaba echada y el destino actuaba como el omnipresente, con los albos destinados al esplendor y los rojos al desastre, sin más opciones. Como dos protagónicos de la historia impensada, ambos quedaron en esa zona intermedia entre la vida y la muerte deportiva, con un mundo manifestando las dudas.

Después de esto, los viejos poetas que viven y escriben alimentándose de la memoria, tienen espacio para dar versiones y acumular historia y todos los videos y fotos irán cargados de añoranza porque la vida sigue e incluso la hierba crece sobra las ruinas. Es como decía el gran Gabriel García Márquez, "La vida de cada persona no es como la ha vivido realmente, sino como la recuerda y la cuenta". Mientras unos esperan otra opción, otros hacen de la victoria, un estilo de vida.

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