La aparente realidad
A estas alturas de reloj de la vida nacional nos damos cuenta que el tema de la violencia y el crimen organizado se evade de las mentes y discursos de los políticos, sean o no candidatos. Mientras la ola de muertes continúa como río desbordado. Ellos sólo miran para otro lado.
No es posible para un lector mediano entender que en ese tema no están dispuestos a intervenir. Y como novela policíaca todos estamos entendiendo que no es que no quieran intervenir, sino que no pueden y no quieren hacerlo. Por otro lado, apreciamos las presiones y controles que se ejercen sobre cuentas, dineros e impuestos de los ciudadanos y empresas. Hoy Hacienda, tiene en sus manos las intrincadas conciencias monetarias de casi todo el país. Compras, facturas, recibos, cheques, cuentas bancarias grandes y pequeñas no escapan a los asombrosos sistemas de control computacional y de internet que manejan los bancos y financieras. Sin embargo, el control no actúa en puntos clave donde el lavado de dinero es patente y clarísimo. Las altas autoridades de Hacienda, empezando por el Srio de ese ramo, no actúan. La ASF tiene todo para proceder, apenas se ha atrevido a develar los sucios procesos de Javier Duarte, pero lo hizo a las cansadas, cuando la cascada de pillerías era ya del dominio público nacional e internacional. Calla, y junto con la PGR archiva los casos del chihuahueño Duarte y Rosario Robles.
Con los controles que ejercen sobre ciudadanos y negocios de todo tipo, resulta milagroso que no se den cuenta donde brotan las irregularidades y los espacios negros en el flujo del dinero en todo el país. No aparece otra inducción; no actúa en el lavado de dinero por algo muy poderoso: los gobernantes tienen jugada en tales operaciones. No hay otra conclusión. Una mano muy fuerte no abre expedientes. Se deja, pues, actuar al crimen organizado porque es fuente de dinero no sólo para los actores del primer plano, sino para los que están atrás y en fondo del callejón, sin aparecer, pero que les llega el flujo de dinero igual o más que a los que obran en el primer plano.
Cómo va a salir el país de esta situación si la autoridad es socio, cómplice o padrino de las ilicitudes que condena en público, pero en lo oculto es la mano maestra que mueve esas actividades. Acaso, puede caber otra explicación lógica ante lo que vemos cada día? Lo mismo ha pasado en Italia, EE UU, Francia y otros países. La máscara del poder político es la misma. El poder político en manos del oscuro poder económico que de día tiene un color y de noche otro. El caso de Yarrington es quizá el más evidente, además del de Nayarit. Ahí los engranajes en algo fallaron, pero en todos los demás siguieron y siguen el camino que permite que las cosas sigan igual. Por todo esto, cómo explicar que la violencia y la justicia no presentan ningún cambio?
Miguel Ángel Hernández
Torreón, Coah.
