Columnas Social

Ha nacido un ángel

DR. LEONEL RODRÍGUEZ R.

(Primera parte)

El 20 de mayo fue y será un día muy especial en mi satisfactoria existencia; un día que quedó grabado en mi mente y en mi corazón; un día en que el sol brilló en todo su esplendor, quizá también partícipe del gran acontecimiento que en esta fecha se llevaría a cabo, compartiendo conmigo su brillo, su esplendor, la alegría, la emoción de ir a recibir a mi primer nieto, como hacía 22 años a mi tercer hijo, su padre, tranquilo, emocionado, confiando en que el gran Arquitecto del Universo estaría a mi lado, guiando con su espíritu mi mano y el bisturí que poco a poco, tranquilamente, llegaría al claustro materno que durante nueve meses albergó amorosamente a ese ser tan deseado, tan esperado por sus padres, por sus abuelos paternos y maternos, por sus bisabuelos, tíos, primos, y sobre todo, por Dios.

Para este gran acontecimiento, quise estar rodeado de buenos amigos, quise compartir con ellos algo tan familiar, tan especial, tan extraordinario, a sabiendas de que también para ellos sería satisfactorio estar al lado de un viejo amigo en el momento de traer al mundo a su primer nieto.

¡Qué gran emoción sentí al ir seccionando plano por plano hasta llegar al claustro materno!; romper el amnios que durante nueve meses albergó a ese maravilloso ser, ver cómo fluía a torrentes el líquido claro, transparente, cristalino, que durante su gestación lo protegió de cualquier traumatismo, introducir suavemente y sin prisas la diestra, tomar su cabeza y decirle: ven, pequeño mío, que aquí te están esperando tus padres que tanto te aman, que desean ya tenerte entre tus brazos, aquí te espera un mundo que con todos los problemas que haya ¡es maravilloso!, aquí está una vida que con todos los sinsabores que pudieran presentarse en el tiempo que Dios te permita vivir, ¡vale la pena!, aquí están decenas de familiares que queremos compartir con tus padres la alegría de tu llegada y los que en coro entonamos un ¡BIENVENIDO!, bienvenido a los inicios de un nuevo siglo, de un nuevo milenio, bienvenido a disfrutar de la alegría de vivir, ¡bienvenido a luchar día con día por vivir, por vivir!; piensa, mi pequeño César, que tú formas parte de una niñez que serán la simiente de cuarenta o cincuenta generaciones que vendrán para llegar al tan lejano Siglo XXXI y que con tu presencia y tu sangre, sangre de mi sangre, inmortalizarás a tus padres, a tus abuelos y ¡de todas las generaciones que nos antecedieron!

¡Gracias MARCELA y CÉSAR por este hermoso regalo! ¡Gracias Dr. José Francisco Espinosa Ramírez! ¡Gracias Dr. Leopoldo Aguilera Hoyos!, por su profesionalismo, por su don de gentes, por seguir compartiendo conmigo una amistad de cincuenta años. ¡Gracias Dr. Martín Alberto López Meza!, por acompañarme a vivir este gran acontecimiento, esta inolvidable experiencia (mayo del 2000).

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