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La Columna de Rosell

RAFAEL ROSELL

Silbó el árbitro Fernando Guerrero y las luces del bello escenario terminaron por apagarse, entonces todos levantaron sus celulares y siguiendo la letra del himno en las pantallas protagonizaron uno de los momentos más atesorables en la historia del club Santos Laguna. En la cancha los guerreros acababan de dar otra exhibición de pundonor y coraje, una vez más levantándose y dándole la vuelta a la adversidad y su público amado, los premió cantando con un fervor conmovedor. Las imágenes dieron la vuelta al mundo y se comparan con las muestras de amor incondicional de otras aficiones alrededor de la pelota, fue un instante tan hermoso que un momento coincidimos con Juan Villoro, si, en efecto Dios es redondo.

Era tal la emoción de las treinta mil personas reunidas, que fue la felicidad perfecta, los adultos sonreían y reían como niños, que al fin y al cabo como escribe Javier Marías "el futbol es la recuperación semanal de la infancia". En estas convulsas épocas electorales lo del jueves por la noche es el sueño imposible del político, reunir a gente de todas las clases, credos y preferencias en torno de un equipo y gritar y cantar de puritíta felicidad, sin ningún truco ni engaño simplemente por el gusto de ver a sus héroes sortear un obstáculo más y acercarse a un solo juego a otro campeonato.

Ejemplar lo de los futbolistas del Santos, que ahora privilegian el espíritu y la determinación sobre el futbol, es decir, los destellos de talento no bastan para derrotar a enemigos formidables que en el papel te superan y por mucho, los partidos de esta liguilla han seguido una lógica a modo del poderoso, ventajas insalvables como contra Tigres o situaciones que tarde o temprano llegarían a obligarte a arrodillarte y rendirle pleitesía al supuesto rival superior, como cuando América estaba a un gol y restaban setenta minutos, en el escenario más atemorizante posible, el inmenso coloso que se te venía encima, es ahí cuando el amor propio tan característico de esta polvosa y castigada región se les "metió" a los jugadores santistas y otra vez se negaron a sentar rodilla como Leónidas ante el poderoso Jerjes.

El futbol y la vida llevan al escenario menos idóneo para jugar una final al Santos Laguna, Toluca y la bombonera han sido escenarios de una humillante goleada de cinco a uno (siete a uno global) y de la derrota más dolorosa de la historia del equipo lagunero, cuando sólo tenías que meter uno de dos penales para ser campeón, pero Vuoso y Morales los fallaron, es más ni al arco patearon, ya con el Toluca arriba en la serie, Talavera desvió el que cobró Arce y nos quedamos detenidos en el tiempo y espacio, inmóviles inmersos en un shock del cual tardamos en recuperarnos para afirmar, "sí, de acuerdo, esto no fue el fin del mundo, ¡ pero que cerca estuvo güey!"

Por otro lado, hoy es 20 de mayo, fecha en la cual Santos Laguna ha ganado dos títulos de liga, a Pachuca el segundo y a Monterrey el cuarto, ahora, en esta significativa fecha buscará el sexto, para eso tendrá que eliminar por primera vez en siete oportunidades en una liguilla a los Diablos Rojos. Dos grandes de los torneos cortos frente a frente, onceava final para Toluca y décima para Santos, sería el séptimo título para los rojos y sexto para los verdes, 21 semifinales para los Diablos y 19 para los Guerreros. Dos equipos de élite desde el segundo semestre del 96 están protagonizando esta final, que de manera patética y lastimosa existan desorientados que intentan minimizar esta final con argumentos más allá de lo idiota, ése y literalmente se los digo, ese es su problema. Esta noche, ya sea a las nueve o más tarde, si Santos es campeón dejemos que los niños salgan a las calles a celebrar con su candor y amor incondicional a su equipo, celebremos, cantemos, gritemos, pero sin manchar la algarabía con violencia insensata. Si vamos a tener fiesta, no provoquemos ni permitamos que nuestros niños con su carita pintada de verde y blanco y su jersey guerrero, observen desde la ventana de su casa o automóvil asustados "las celebraciones" que por culpa de unos "simpáticos" desmadrosos echen a perder la fiesta. Honremos el esfuerzo de nuestros guerreros en la cancha festejando con alegría y respeto hacia los demás una Santosmanía más.

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