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Iguales, sólo entre los propios

El mundo de los supremacistas

Foto: Archivo Siglo Nuevo

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MINERVA ANAID TURRIZA

A lo largo de la historia han abundado movimientos e ideologías que proclaman la superioridad de un grupo sobre otro(s). Esta idea admite múltiples variantes que pueden incorporar cuestiones raciales, religiosas o de género. En los últimos tiempos el resurgir de este tipo de manifestaciones cunde en la vitrina internacional, pero ¿de dónde vienen estos supremacistas?

Aunque pueda parecerlo, no todos los supremacistas son iguales. No sólo existen diferencias en cuanto a las bases en las que fundan su superioridad, también hay distintos grados de intensidad. Por extraño o chocante que pueda resultar, es frecuente hacer una distinción entre supremacistas radicales y moderados. Los primeros están convencidos de que deben controlar la forma, las condiciones y todos los aspectos de la existencia de aquellos que no pertenecen a su grupo… eso cuando permiten que existan. Las consecuencias de esta conducta tienden a concretarse en actos de marginación, acoso, sometimiento, esclavización y/o aniquilamiento. En el segundo tipo, los moderados, aunque evidentemente se consideran superiores en uno o más aspectos que pueden variar de registro, marcan su distancia con el ala radical en tanto que esto no les lleva automáticamente a reaccionar con desprecio, odio o violencia. Estos supremacistas suelen considerar que los intentos por intervenir en los intereses ajenos o modificar la conducta de otros seres son ociosos en tanto que inútiles o directamente contraproducentes para todos los involucrados.

Otra separación digna de mención es la que divide al supremacismo en objetivo y subjetivo. Este último se basa en cuestiones como valores morales o culturales o bien en características cognitivas y tendencias conductuales; los supremacistas blancos de esta corriente suelen esgrimir una supuesta participación decisiva como fundadores de las grandes civilizaciones y como productores de aportaciones tecnológicas. El ala objetiva recurre a argumentos de corte científico o pseudocientífico.

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Zoológicos humanos. Foto: Bibliote del Congreso Estadounidense

ORÍGENES

Es complicado determinar el principio de estas manifestaciones, desde la Antigüedad se encuentran prácticas discriminatorias hacia esclavos y mujeres o el desprecio a los extranjeros. La Edad Media tampoco anduvo falta de creencias y prácticas supremacistas que perduraron en la Edad Moderna; desde el siglo XV, por ejemplo, se instauró en España un sistema que buscaba la “limpieza de sangre”; se daba preferencia a personas con sangre “pura” o “limpia” frente a quienes tenían sangre “manchada”, aquellos con antepasados judíos o moros; posteriormente se agregó a la lista impura a quienes habían tenido encuentros con el Santo Oficio (herejes). Así se creó un abismo entre familias de cristianos viejos y de cristianos nuevos, las que tenían algún converso en su genealogía. Muchos estudiosos consideran que el germen de la supremacía blanca se encontraría justo en el periodo que abarca del siglo XV al XVII. El descubrimiento del globo hizo necesario justificar el sometimiento y exterminio asociados a la conquista de los nuevos territorios así como el tráfico de esclavos.

Sin embargo, es en el siglo XIX donde, según expertos, se encuentran las raíces del supremacismo actual. Esos cien años trajeron mayor variedad y teorización sobre las causas y razones por las que está justificado o incluso es indispensable someter a los otros. La base del sistema colonialista era un profundo racismo: los europeos como portadores de la civilización y el progreso que imponían por la fuerza a los nativos bárbaros y salvajes. En las colonias era una práctica frecuente instaurar una férrea separación entre negros y blancos. Los pobladores nativos se mantenían en la pobreza y completamente excluidos de los puestos de mando administrativos y militares.

A Joseph Arthur, conde de Gobineau, se le concede el dudoso honor de ser considerado el padre del racismo moderno. Pasó a la historia por su Ensayo sobre la superioridad de las razas humanas, publicado entre 1853 y 1855, piedra angular de la filosofía racista; en él se postula la superioridad de la raza blanca-germánica y especialmente de la “familia aria”, que sólo se encontraría en estado puro al norte de los Alpes, sobre las razas eslava, amarilla y negra. Según el conde francés, los arios ostentarían "el monopolio de la belleza, de la inteligencia y de la fuerza", esto los convertiría en la raza superior por excelencia. Considera además que, para evitar la caída de la civilización moderna, es necesario evitar las influencias extranjeras y la degeneración que producen las mezcolanzas raciales.

La teoría evolutiva de Charles Darwin y su consecuente popularización provocó que algunos contenidos fueran trasladados, un poco sin ton ni son, a los estudios de grupos humanos. Se pretende que es posible aplicar postulados como el de la “supervivencia del más apto en la lucha por la vida” a la evolución social, o que la selección natural, poniendo énfasis en la competencia étnica, nacional o intelectual, puede utilizarse para dirigir y mejorar a la sociedad. Desde luego, cuando no hay más remedio, se permite, y resulta incluso loable, eliminar a los seres inferiores que solamente retrasan o impiden el progreso social. Entre los teóricos del darwinismo social destacan los británicos Herbert Spencer y Francis Galton.

Estas teorías tuvieron una fuerte recepción y creciente aceptación, influyeron en diversos personajes y áreas del conocimiento. Alrededor de 1870 se popularizó una práctica que perduraría un poco más de medio siglo: las exhibiciones de seres humanos capturados expresamente para este fin, provenientes de puntos como el Amazonas, Tombuctú, Madagascar, Sudán o el Congo. Estas personas eran expuestas en jaulas, desnudos o semidesnudos, al lado de animales en las grandes ciudades “civilizadas” como París, Londres, Berlín, Milán y Nueva York, entre otras. Se alegaba una finalidad científica, sí, pero también de entretenimiento. Defensas del racismo pueden encontrarse en las obras de personajes como el premio Nobel de Literatura Rudyard Kipling o el músico Richard Wagner.

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El único legislador negro de Idaho dijo que recibir un correo directo del Ku Klux Klan solo ha reforzado su determinación de luchar contra los prejuicios. Foto: AP

BLANCO

El supremacismo racial, como su nombre lo indica, considera que la raza es el factor clave para distinguir la superioridad o inferioridad de un grupo. El más conocido es el que preconiza la raza blanca. Sus presas típicas son negros, mulatos, indígenas y judíos. Un ejemplo clásico es el apartheid o segregación racial. A grandes rasgos, consiste en mantener completamente separados a blancos y negros, con los primeros ejerciendo el poder de forma exclusiva. Se practicó en Sudáfrica y Namibia.

En Estados Unidos, la supremacía racial estaba fuertemente arraigada hasta que el país se encontró partido en dos: los estados del Norte y los estados Confederados, al sur. Tras pasar por la guerra civil vino un breve respiro, el periodo de la Reconstrucción que abarcó el periodo 1866-187, mas el temible Ku Klux Klan siguió oficiando a sus anchas hasta bien entrado el siglo XX, alrededor de 1960. Si bien la población negra era la más castigada, no era la única. Las restricciones en materia educativa, por ejemplo, afectaban también a indígenas y asiáticos.

El régimen nazi en la Alemania de Adolfo Hitler es otro caso emblemático: la base de la ideología nacionalsocialista era la superioridad de la “raza aria” y una de sus consecuencias fue la segregación, persecución y el holocausto de la población judía y gitana. Sus políticas de higiene racial se manifestaron en prácticas propreservación y perfeccionamiento de los mejores genes humanos mediante intervenciones de distinto orden como la experimentación en especímenes vivos. La eugenesia negativa implicaba abortos forzosos, restricciones matrimoniales y la exterminación o esterilización de enfermos mentales, discapacitados y homosexuales. El enfoque “positivo” conducía a promover la natalidad de individuos “más aptos” mediante premios a quienes tenían muchos hijos. El aborto estaba prohibido para las mujeres que por sus características eran consideradas “óptimas”.

En la actualidad existen organizaciones que defienden la supremacía del White, Anglo-Saxon and Protestant (WASP), es decir, “blanco, anglosajón y protestante”. Son particularmente abundantes en la Unión Americana aunque suelen tener capítulos, como filiales, en otros países. De modo estricto, mal que les pese a los grupos que utilizan esta denominación, el término WASP hace referencia a una élite bastante cerrada: cristianos protestantes y descendientes de británicos que además ostentan amplio poder político y económico.

El nordicismo se desarrolló mediante estudios antropológicos en el siglo XIX y considera que todos los grupos europeos blancos-caucásicos tienen como base racial a los nórdicos, quienes habrían “creado” la civilización al ser la fuente originaria de la creatividad, la belleza y la inteligencia. Esta ideología sigue presente y es un elemento clave en múltiples grupos neonazis. Hoy día se apoya fuertemente en la Teoría de los linajes que trata de explicar la diversidad genética moderna mediante el rastreo del proceso evolutivo hasta llegar a las razas primigenias. Distingue razas de primera, segunda y tercera generación. Las últimas serían las más recientes, evolucionadas y, por tanto, superiores, a saber la nórdica blanca —tono blanquecino o incluso dorado en piel y cabello, constitución esbelta, estatura alta y cráneo alargado— y nórdica roja —tono rojizo en piel y cabello, corpulentos, baja estatura y cráneo más ancho que largo—. Esta teoría no fue desarrollada ni ha recibido apoyo alguno por parte de antropólogos o genetistas especializados. Además, muchos supremacistas rechazan esta teoría porque concluye que la raza blanca no existe como tal y en realidad es producto de la mezcla de nórdica blanca, nórdica roja y arménida.

Es importante mencionar que el supremacismo racial no es patrimonio exclusivo de unas cuantas naciones. América Latina en general y México en particular tienen una agenda pendiente en el combate a un mal que apenas si ha adquirido cierta visibilidad. Según datos recientes del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) el 20 por ciento de los mexicanos no se siente a gusto con el color de su piel, mientras que el 55 por ciento reconoce que se insulta a la gente por esta misma razón; un 23 por ciento manifiesta que no viviría con alguien de otra raza. La principal causa de discriminación es el color de piel y los más afectados son los indígenas. Otra forma de racismo es la tendencia a negar la llamada “tercera raíz” cultural, es decir, la herencia africana presente en el país.

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Malcolm X, entonces un líder de la Nación del Islam, en un set televisivo en Duffy Square en Nueva York, 1963. Foto: AP / Marty Lederhandler

NEGRO

Una cara de la moneda menos difundida es el supremacismo negro, poco teorizado y mucho menos abundante. Parece surgido de un ansia revanchista pues dirige su odio principalmente (casi exclusivamente) contra la raza blanca.

El movimiento Rastafari surgido en Kingston, Jamaica, alrededor de 1930, tomó su nombre del último emperador (Ras) etíope, Tafari Makonnen a quien consideran la encarnación de “Jah” (Yahvé). La población negra encarnaría al verdadero pueblo elegido por Dios, descendiente de los israelitas; la contra parte, la raza blanca, provendría de una antigua civilización malvada y opresora. Un alegato frecuente de los rastafaris es que los contenidos de la Biblia han sido modificados por los blancos para ajustarla a sus fines. Abogan por la unión de todos los miembros de su raza y su retorno a Zion, la Tierra Prometida, ni más ni menos que África. Muchos de sus miembros creen que tras el colapso de “Babilonia” —el orden occidental capitalista— los negros asumirán el gobierno legítimo. El peinado característico de sus miembros, las “rastas” (dreadlocks), simboliza la melena del León de Judá. Su principal teórico fue Marcus Garvey, identificado como San Juan Bautista reencarnado. Este movimiento actualmente no está unificado, hay varias organizaciones rastafaris con pequeñas variantes y distintos grados de radicalismo.

La Nación del Islam, fundada en Estados Unidos en los treinta, toma algunos principios islámicos y los distorsiona hasta volverlos casi irreconocibles. Si bien su único Dios es Alá concibe varias encarnaciones de Alá. El primero surgió hace 66 trillones de años y era un varón negro que después cedió el control a un consejo de 23 sabios de su raza. Promueve la superioridad espiritual, mental y física de la raza negra contra el precepto de igualdad entre razas del Islam original.

¿El origen de los blancos? Creación artificial, producto del patriarca Jacob (Yakub) convertido en científico loco; estos seres demoníacos habrían sido lanzados al mundo con el objetivo específico de dominarlo durante seis mil años.

Este supremacismo también pregonan un fuerte antisemitismo, responsabiliza a los judíos del comercio de esclavos. Su creador es un personaje conocido como Wallace Fard Muhammad. Según el FBI, Fard usó varias identidades: Wallace Ford, Wallie D. Ford, Wallei Ford y Wallace Farad, entre otras. Tuvo varias estancias en prisión. En la última de ellas encontró el sendero de la iluminación y comenzó sus prédicas antes de abandonar la cárcel. Existen discusiones sobre su paradero tras la década de los setenta y sobre la fecha de su muerte, Nación del Islam zanja la disputa defendiendo que era la encarnación actual de Alá y que no murió, ascendió en una “nave espacial” identificada con la carroza de fuego que se llevó al profeta Elías. El integrante y ministro más famoso de este grupo fue Malcolm X.

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Grupo Extremista Nuwaubian. Foto: Southern Poverty Law Center

La “Ciencia del Nuwaubianismo”, o Nuwaubianismo a secas, es un movimiento y secta religiosa que proclama la superioridad racial de los “nubios” o “melanitas” (africanos y afro descendientes) creada alrededor de los setenta por Dwight York. En la década previa,, York había cumplido condenas por un abanico de delitos que incluía fraude, falsificación de documentos, posesión ilegal de drogas y armas, extorsión y violación de una menor. Desde 2004 cumple una sentencia de 135 años por abuso sexual infantil contra miembros de su secta. Su creación es un fenómeno extraño que mezcla elementos provenientes de las fuentes más insólitas y disímbolas: el rastafarismo, el New Age, la ciencia ficción —especialmente los textos de Richard Shaver— y la ufología, son las más destacadas.

Para sus seguidores York “inventó” un lenguaje que mezcla hebreo y árabe. El nuwaubianismo no goza de un corpus bien unificado, el conjunto resulta bastante incoherente: identifican a su fundador con el mesías (Mahdi), cuyo retorno, al final de los tiempos, fue prometido por el Islam; suscriben la teoría de los israelitas negros y al mismo tiempo creen en la procedencia extraterrestre de su raza a la que identifican como “annunaki”, término que designa un conjunto de dioses sumerios; los blancos fueron creados por extraterrestres reptilianos para servirse de ellos como alimento; el Homo sapiens es producto de experimentos y manipulaciones genéticas realizadas en Marte, entre otras creencias.

Otra propuesta inscrita entre los registros de la superioridad manifiesta, aun cuando su resonancia es escasa, es la teoría que plantea el supremacismo mestizo. El multidisciplinario académico y funcionario mexicano (fue secretario de Educación Pública) José Vasconcelos sería su principal impulsor gracias al ensayo La raza cósmica. Misión de la raza iberoamericana.

En él plantea que hay cuatro razas elementales: la roja —los pueblos indígenas americanos—, la amarilla —los asiáticos—, la negra —los africanos— y la blanca —los europeos—. América Latina tiene el enorme privilegio de servir como caja de Petri para el cultivo de una quinta raza, la raza final, “una raza universal, fruto de las anteriores y superación de todo lo pasado”: la raza cósmica, producto del mestizaje y concebida como una raza nueva, casi perfecta y la más sublime de cuantas han existido; el mayor deseo de Vasconcelos es que la superioridad del mestizaje sobre una raza pura sea reconocido.

Conforme a su concepción del desarrollo de las civilizaciones, entre más cerradas y “puras” permanecen más pronto desaparecen. El grado de renovación, y por tanto de supervivencia, depende de en qué momento y en qué medida una civilización adopta elementos externos; las mezclas raciales y culturales son vistas como algo no solamente positivo y deseable sino vital para retrasar o, en el mejor de los casos, evitar la decadencia y desaparición de las sociedades.

Cuando la indiscutible superioridad mestiza sea reconocida se fundará, por el rumbo de Brasil, la capital del nuevo régimen, Universópolis, y a partir de ahí todo mejorará porque las “uniones fundadas en la capacidad y la belleza de los tipos tendrían que producir un gran número de individuos dotados con las cualidades dominantes”. Recurre también a exaltar un pasado mítico que incluye a las ciudades de Lemuria y la Atlántida.

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El presidente de Turquía se dirige a los miembros de su partido anunciando operaciones contra los rebeldes kurdos que considera

terroristas. Foto: Kayhan Ozer/AP

NACIONALISTA

Prácticamente todas las corrientes supremacistas raciales tienen un factor, elemento o faceta nacionalista. Hay movimientos nacionalistas blancos y negros; al mismo tiempo, la mayor parte de los supremacistas blancos y negros se asumen como nacionalistas.

En su vertiente nacionalista, el supremacismo defiende que todo aquel que pertenece a una nación siente una inclinación natural a estar con sus connacionales. Considera que la cultura es un producto racial y alienta la preservación de la raza. Su diferencia principal con respecto a las corrientes separatistas es que habitualmente acepta al multiculturalismo como un hecho casi imposible de revertir; en lugar de abogar por la segregación pide privilegios de diverso orden (políticos, económicos, etc.) para la población de su grupo.

El nacionalismo negro hace hincapié en el orgullo, la conservación de la identidad y la exaltación de la raíz cultural surgida en África. El movimiento panafricano se asume como nacionalista y promueve la unión de africanos y afro descendientes, la defensa de los derechos de estos segmentos poblacionales y la creación de un Estado único que incluiría a todo el continente africano.

No han faltado acusaciones de supremacismo contra fenómenos nacionalistas como el catalán y el turco. Sin embargo, el primero, hasta ahora, no ha recurrido a argumentos de superioridad sino más bien de victimización dentro de un movimiento de vindicación geopolítico y económico. El caso turco encarna una mayor complejidad, en principio porque el término “turco” corresponde tanto a una etnia como a una nacionalidad (los ciudadanos de Turquía). Lo cierto es que existe el genocidio kurdo, perpetrado, si bien no de manera exclusiva, por turcos. Este conflicto tiene aristas étnicas y sobre todo económicas. El territorio histórico de Kurdistán —repartido entre los actuales estados de Siria, Irán, Irak y Turquía— es sumamente rico en mantos petrolíferos.

GÉNERO

El fenómeno más analizado y denunciado es el machismo, actitudes y prácticas que promueven la idea de la superioridad del hombre sobre la mujer. Acompaña al ser humano desde la Antigüedad. Por estos días se plasma en códigos penales, tradiciones religiosas, discursos filosóficos, etcétera.

Su contraparte a veces es denominada hembrismo. No obstante, se alega que dicha denominación es un término acuñado por los machistas para desprestigiar las luchas igualitarias de las mujeres.

En el feminismo de la actualidad existen múltiples corrientes. Una de ellas, la separatista, propone una segregación radical entre hombres y mujeres. El bienestar del segundo grupo, se afirma, sólo será posible alejado del primero en todos los niveles, emocional, material, sexual... Su corte misándrico identifica a los hombres como sus enemigos. Dos de sus figuras representativas son Valerie Solanas y Sheila Jeffreys.

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Soldado israelí inmovilizando a un niño en el piso con una ametralladora sostenida cerca de su mejilla en Cisjordania, mientras el hombre es emboscado por mujeres que intentan rescatar al infante. Foto: Reuters

ISRAEL

Más allá de la sobre abundancia de teorías conspirativas, a cual más absurda, sobre los planes de dominación mundial orquestados por judíos, el Estado de Israel se ha transformado en un estado de corte fascista y con claros tintes supremacistas. En obras como Palestina en los manuales escolares israelíes: Ideología y Propaganda en la educación, la académica israelí Nurit Peled-Elhanan señala que los libros de texto del país de Oriente Próximo están impregnados de un fuerte racismo contra los palestinos a los que jamás se presenta como seres humanos, a lo más son retratados como seres primitivos, inferiores y de naturaleza hostil; incluso se enseña que las normas del derecho internacional no aplican para Israel.

Según el periodista Zvi Bar'el, tras un linchamiento ejecutado por adolescentes israelís en 2012 uno de los responsables dijo: “por lo que a mí respecta, podía morir, era un árabe”. El título del artículo, disponible en el portal haaretz.com, ya dice bastante: “Un buen judío odia a los árabes”. Otro foco de alarma es el de las cifras que arroja una encuesta realizada por ese medio en 2012: el 42 por ciento de la población judía no quiere compartir edificio con los árabes israelíes y desea escuelas separadas para sus hijos; el 33 por ciento quiere que el Estado retire el derecho al voto a los ciudadanos árabes; el 58 por ciento es consciente del régimen separatista, pero lo aprueba.

SUECIA

Como ha quedado de manifiesto, el supremacismo ha andado por ahí desde siempre. A últimas fechas llama la atención el caso de Suecia, país con fama de neutral, liberal y civilizado al que incluso se le designa como “superpotencia humanitaria”. Los grupos de extrema derecha y defensores de la supremacía blanca en Estados Unidos han estado prestando mucha atención a la situación en el territorio nórdico, incluso Donald Trump hizo una controvertida referencia a esto en un discurso en Florida en febrero del año pasado. El argumento es que la generosa política sueca en cuanto a recepción de inmigrantes y refugiados en el periodo 2014-2015 (cerca de 250 mil personas) ha conducido al aumento de las tasas de criminalidad en el país. Según datos oficiales se observa un aumento leve en la incidencia criminal. Sin embargo, son muchas las cuestiones a considerar, a favor y en contra.

Suecia presenta una ausencia de ataques terroristas desde 2010; el año con mayor número de agresiones por habitante fue 2011; los resultados de un estudio del Consejo Sueco de Prevención de la Delincuencia muestran que, tratándose de locales y extranjeros en condiciones sociales equiparables, el riesgo de delinquir es prácticamente igual. La mayor dificultad para relacionar el alza en las cifras delictivas con la ola migratoria es que Suecia no elabora estadísticas de procedencia étnica en la comisión de delitos. En otros aspectos, la tasa de desempleo es cuatro veces mayor en extranjeros y se calcula que alrededor de 300 personas abandonaron el país para unirse a grupos extremistas islámicos. Una pista sobre los sentimientos de un sector de la población son los más de noventa centros de acogida incendiados en 2016. En nórdicas tierras, personajes como Jimmie Akesson, líder del partido Demócratas Suecos, o el empresario Daniel Friberg siguen una agenda de ultraderecha sazonada con pizcas de supremacismo y xenofobia. Van ganando terreno poco a poco y septiembre, mes electoral en aquellos feudos, está cada vez más próximo.

La gran interrogante es ¿cómo hacerle frente al supremacismo? Un problema fundamental es la tremenda incapacidad, casi inherente a la especie humana, para respetar la otredad sin importar el aspecto que tome. La creencia en la superioridad de “nosotros” parte de despreciarlos a “ellos”. En sus maneras de manifestarse hay una versátilidad destacada que la hace difíci de detectar. La condescendencia o el paternalismo, por ejemplo, son actitudes rara vez esgrimidas ante aquellos a quienes consideramos nuestros iguales. Existe consenso acerca de la necesidad de fomentar el respeto y hacer labor en pos de la integración en comunidades multiculturales. Otras cuestiones a trabajar son la construcción de redes de confianza y de una interacción desprejuiciada con “los otros”, que no por distintos, nos son ajenos a la hora de conjugar el verbo “ser” con humanidad.

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Sweden-Tess Asplund, que desafió a los neonazis durante una protesta, ha dicho que el Movimiento de Resistencia Nórdico sacaría a ella y a su familia de Suecia si pudieran. Foto: AP

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