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Oaxaca

Una vida de dar clases por 'labor humana'

Legado. A 2 años de su jubilación, la profesora Graciela Hernández Rivera está convencida de que ser maestra es un acto de amor. (EL UNIVERSAL)

Legado. A 2 años de su jubilación, la profesora Graciela Hernández Rivera está convencida de que ser maestra es un acto de amor. (EL UNIVERSAL)

AGENCIAS

A dos años de su jubilación, la profesora Graciela Hernández Rivera está convencida de que ser maestra es un acto de amor a los niños, al trabajo y a la comunidad. Tras más de 60 años de servicio, asevera que el aprendizaje requiere de una labor humana y de "predicar con el ejemplo".

Es originaria de El Parián, comunidad de San Jerónimo Sosola, e inició su carrera como docente en 1953, a los 13 años, cuando repetía sexto grado y tuvo que cubrir la ausencia de su maestra, quien acababa de dar a luz.

"Yo estaba repitiendo el sexto grado porque mi papá no tenía recursos para que yo siguiera estudiando... me animé y me quedé para atender el primer grado", comenta. Desde entonces, entregó su vida a la docencia. Quedó bajo la tutela del reconocido profesor oaxaqueño Policarpo T. Sánchez.

Aunque después logró un promedio destacado para obtener una clave para adquirir una plaza, los manejos magisteriales lo impidieron. Pese a ello, se sumó a tareas de alfabetización en comunidades como San Miguel Adéquez, en Nochixtlán. La tarea que Graciela asumió implicaba castellanizar a toda la población analfabeta, por instrucciones de la Secretaría de Educación Pública (SEP).

Fue su papá quien la instó a respetar el idioma materno y aprender mixteco para poder instruir a niños y adultos, quienes aprendieron a leer en ambas lenguas.

Durante el gobierno de Manuel Cabrera Carrasquedo, cuando Graciela estaba por cumplir 15 años, le dieron el reto de presentar un discurso y un pliego petitorio ante el mandatario, que incluyera las necesidades de su escuela, cuyas clases se impartían en un lugar de tierra sobre vigas.

Lo escribió con ayuda de su papá y lo presentó en un acto cívico en San Pedro Coxcaltepec Cántaros. "Me mandó a traer el señor gobernador. Lo recuerdo como si fuera hoy, y me preguntó: ¿Quién te hizo tu discurso, niña?... Y yo, que no sabía mentir, le dije que mi papá", confiesa entre risas.

La respuesta del gobernador fue positiva, meses después llegó mobiliario y material para el plantel. Dos años más tarde la trasladaron a otra escuela de la Mixteca. A cada lugar que llegaba las carencias eran las mismas: falta de material para trabajar e instalaciones deficientes.

Su labor también consistía en gestionar los recursos con las autoridades locales para brindar a los niños mejores condiciones para aprender.

"Se construyeron escuelas, se acondicionaron con agua potable y se mejoraron usando el tequio", resalta la maestra y añade que, desde su perspectiva, el tequio -servicio comunitario- es una práctica de unión y cooperación que no debe perderse.

En tanto, a través del Instituto Federal de Capacitación del Magisterio se formó como profesora, recibió clases de maestros de la Normal Nacional de México, así como de catedráticos de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), y se graduó con mención honorífica.

Durante su carrera docente participó en la lucha magisterial, pero sin faltar un solo día a clases, pues cree que este movimiento fue creado por profesores "enamorados" de su profesión. Graciela confiesa que está en contra de la reforma educativa, considera que se basa en preceptos aplicados en otros países y que en México "se hacen desde los escritorios".

Por ello, participó en la construcción del Plan para la Transformación de la Educación en Oaxaca (PTEO), generado por el magisterio como contraparte a la reforma. "No se puede aplicar un mismo plan para un niño de la Sierra y para uno de la ciudad", insiste.

Tras su estancia en comunidades de la Mixteca, se estableció en San Martín Mexicápam como maestra.

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Escrito en: Oaxaca PTEO

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