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El bumerán de Peña Nieto

JESÚS CANTÚ

A pesar de su promesa de únicamente participar en las elecciones con su voto, el presidente Enrique Peña Nieto utiliza prácticamente todos los mensajes que dirige en sus giras oficiales para pretender hacer campaña a favor de su candidato, José Antonio Meade. Lo mismo condena el populismo que advierte de todas las supuestas calamidades que caerán sobre México en el supuesto de que gane el candidato que encabeza todas las encuestas de preferencia electoral.

Su última intromisión fue la de invitar a votar más con la razón que con las vísceras, lo cual desde luego es lo deseable en cualquier democracia, sin embargo, en el caso del presidente mexicano es prácticamente un balazo al corazón, pues difícilmente alguien en su sano juicio quisiera repetir el actual sexenio.

En el caso del actual presidente mexicano la invitación resulta todavía más contradictoria sí se recuerda su campaña electoral hace seis años, que justamente (como antes hicieron las de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón) apeló a las vísceras, pues sabía que no tenía argumentos para poder convencer a la mayoría de los votantes mexicanos.

Tras el gran tropiezo que sufrió cuando acudió a la Universidad Iberoamericana, que provocó el surgimiento del movimiento #YoSoy132, eludió todas las visitas a escenarios que no tuviera bajo su total control y solamente acudió a los dos debates obligatorios.

Sin embargo, la mayor contradicción surge a la hora de evaluar su gobierno, que resulta reprobado prácticamente en todos los ámbitos. Entre los botones de muestra se pueden señalar los más de 120 mil homicidios dolosos que se han cometido hasta el momento en el presente sexenio, superando así al ya de por sí cruento sexenio de su antecesor; los casi 20 mil desaparecidos; y, desde luego, un índice de impunidad que alcanza cifras de 97%, es decir, únicamente 3 de cada 100 delitos concluye en una sentencia para el infractor.

La lista no para allí, basta recordar los grandes escándalos de corrupción que afloraron en el actual sexenio, empezando por la llamada Casa Blanca, que dejó al descubierto el trato privilegiado que le dispensó la constructora del sexenio a la esposa del presidente, Angélica Rivera, para la compra de una casa habitación de lujo en Las Lomas, en la ciudad de México. Sin embargo, la revelación de lo que sucedió con esa casa, fue la punta de una madeja que dejo al descubierto que tanto Peña Nieto como su entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray, también se habían beneficiado de dicho trato, pero con casas en lugares de descanso de fin de semana.

También están muy presentes los grandes desvíos que se atribuyen a los gobernadores que Peña Nieto ponía como ejemplo del nuevo PRI, durante su campaña electoral hace 6 años, como Javier Duarte, en Veracruz; César Duarte, en Chihuahua; Roberto Borge, en Quintana Roo; y Rodrigo Medina, en Nuevo León, únicamente para recordar algunos de los más sonados.

Sin embargo, las malas cuentas no se limitan a los ámbitos de la inseguridad y la corrupción, también se extienden a la política económica, donde jamás se pudo detonar el crecimiento económico y los esperados impactos positivos de las llamadas reformas estructurales jamás se dejaron sentir, por lo que tuvo que contentarse con mantener el mismo 2% de crecimiento promedio anual del Producto Interno Bruto, tal como sucede en las últimas tres décadas, lo cual ni siquiera permite alcanzar al crecimiento poblacional.

La reforma laboral sí permitió incrementar el empleo formal, pero de pésima calidad basta señalar que el porcentaje de la población con ingreso laboral inferior al costo de la canasta alimentaria aumentó del primer trimestre del 2005 (cuando inició la medición por parte del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social -Coneval-) al cuarto trimestre del año pasado en 6.2 puntos porcentuales, para alcanzar al 41% del total de la población. El ingreso laboral real promedio cayó del tercer trimestre del 2005 (cuando alcanzó su máximo valor) al cuarto trimestre del año pasado en 29%, es decir, el ingreso laboral per cápita prácticamente perdió una tercera parte de su valor en 12 años.

La lista de malos resultados del actual gobierno es interminable; pero si éstos no fueran suficiente razón para votar por el cambio y no por la continuidad, Peña Nieto todavía se da el lujo de promulgar leyes aprobadas únicamente por los legisladores priistas y de sus partidos satélites, pero que además cuentan con el rechazo de las organizaciones de la sociedad civil mexicana e internacional y los comisionados de derechos humanos de los principales organismos internacionales, como son la ONU y la OEA. Primero lo hizo con la Ley de Seguridad Interior y el pasado viernes 11 de mayo, con la Ley de Comunicación Social, conocida popularmente como la "Ley Chayote" (de la que me ocupé en la pasada colaboración).

Ante todas estas evidencias, la invitación a votar con la razón, hace cuestionarse si Peña Nieto es tan soberbio que piensa que puede seguir engañando impunemente a los mexicanos; o si su cinismo (ya muy evidenciado con el escándalo de las casas) alcanza tal magnitud que lo lleva a vanagloriarse de un sexenio para el olvido; o si su desapego de la realidad mexicana es tal que él piensa que efectivamente los mexicanos podemos valorar positivamente su gobierno.

Por cualquiera de las tres razones, la invitación de Peña Nieto es un auténtico bumerán que afecta a su candidato.

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Escrito en: JESÚS CANTÚ

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