Fue desde la primera hora de ayer, que la afición guerrera comenzó a demostrar la pasión que significa apoyar al Club Santos Laguna. En las calles de Torreón se dejaban ver los fieles aficionados con su playera bien puesta, vehículos que lucían banderas verdiblancas, los principales cruceros de la Comarca lucían en sus esquinas puestos ambulantes donde se podían encontrar venta de playeras, muñecos, banderas, trompetas y demás artículos que eran muestra clara de la euforia por ver a los Guerreros de nuevo en una semifinal y más ante uno de los rivales odiados: el América.
En las inmediaciones del TSM, bajo el sofocante sol que caía a plomo al atardecer, la gente comenzó a darse cita, y en los límites se dejaba sentir la pasión que solo el futbol es capaz de desatar, aficionados en su mayoría portando el color verde, pero con una fuerte presencia de aficionados con el color amarillo, quienes a su paso recibían algunos abucheos, pero que ellos ignoraban respondiendo que las Águilas saldrían triunfadores en el duelo de ida de las semifinales.
En medio de una combinación de rechiflas al recibir los jugadores de Coapa y aplausos por la salida de los Guerreros, la afición comenzó a jugar su partido para hacer vivir a los dirigidos por Miguel Herrera, un auténtico calvario.
Los primeros instantes del encuentro fueron dominados a placer por la ofensiva de los capitalinos, quienes desde el primer minuto dejaron sentir su poder, sin embargo a los Guerreros les bastó su primera jugada de gol para poner en peligro a las Águilas.
Al minuto 14, con un certero derechazo, Martínez venció el lance de Marchesín y para el primer gol de la tarde.
El Corona volvía a parecer ese caldero infernal de Las Carolinas, la gente gritaba, apoyaba, cantaba, la afición volvía a ser la misma de tiempo atrás, América se encontraba perdido en el campo sin ideas, sin planteamiento, Santos era amo y señor del juego.
Pero fiel a un guión de un drama, el juego cayó en lapsos de desorden y desesperación por parte de los Guerreros quienes en un descuido dejaron entrar solo a Cecilio Domínguez en el área chica y así el paraguayo logró empatar el partido, silenciando por un momento que pareció eterno a la afición guerrera.
Cuando más parecía que el Águila emprendía el vuelo en tierras laguneras, cuando la gente se encontraba enmudecida por un constante ataque capitalino, apareció un argentino de ojos claros, un jugador por la afición muchas veces abuchado y con una excelente definición de zurda; Furch marcaba el segundo para que el Corona volviera a retumbar.
La afición saltaba de felicidad, los Guerreros parecían apuntalar, el águila parecía desvanecer su vuelo, pero una jugada dudosa, una falta dentro del área sobre Uribe que el colegiado decreto penal, envolvió en nerviosismo a la afición del Santos, por su parte el francés y experto en tiros de penal Jeremy Ménez, se preparó sin tomar vuelo alguno, confiado en su talento y en haberle marcado ya de penal a los Guerreros en la última fecha, efectuó su tiro, y pareciera que el toda la afición del Corona cayó en los brazos de Jonathan Orozco, quien desafiando al galo y decidiendo por un lado hasta el último momento, paró el balón; el Guerrero erguía su poder mientras el águila se caía a pedazos.
La casa del dolor ajeno se fincaba en su afición con la esperanza de que los Guerreros aumentarán su ventaja.
Santos logró responder de buena manera, jugaba con el balón, se mostraba como dueño del tiempo, jugaba con la desesperación del América. Tal y como si el destino hubiera elegido esta noche para que dos de los jugadores más criticados del club se ganarán la confianza de la afición, Orozco atajó un penal, y Furch aprovechaba errores defensivos.
Llegó cuarto flechazo, obra de un joven que entró de cambio, en un mano a mano rompió todo reflejo de Marchesín y firmó un contundente 4-1.
El mosaico albiverde se hizo presente en las tribunas del estadio Corona. (Fotografía de Jesús Galindo)
