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Al Larguero

 

 DIEZ LEONES

Está visto que la valentía nunca pasa de moda y que el valor sólo es una virtud cuando se deja dirigir por la prudencia, porque la destreza se convierte en malabarismo y pirotecnia pero el pueblo santista sintió que la tierra se abría cuando Rojas disparó la expulsión de Jonathan, que debe admitir su imprudente acción y de pronto la pregunta, ¿este equipo tiene las siete vidas? Los minutos posteriores dejaron ver que las posee, aunque lleva varias ya gastadas.

Tigres mostró que bajo la máscara de la temeridad se ocultan grandes temores, así que abrió la tumba de sus proyectos muertos para dejar sin efecto el arte de la guerra y se convirtieron solo en fantasmas que sí, rondan desde el primer minuto, furtivos pero también invisibles y dieron espacio para Osvaldo, que perdonado de una roja merecida se fabricó el traje de solista impulsor de ilusiones, con despliegue vital y futbol de alto nivel, con puntería y visión extensa para el toque preciso.

Con diez leones en la cancha, que comenzaron pisando las tinieblas, Siboldi pudo interpretar el rol que necesitaba el grupo, con capacidad para distinguir la realidad de la ficción y todos supieron sumergirse en un vértigo que exigía un esfuerzo doble y una meticulosa aptitud para defender lo que fuese necesario y en ese huracán, Gignac dejó ir por arriba el gran pase, medido, de Dueñas. Ahí tomó fuerza la esperanza, quedó visto que conforme rueda el balón, igual cabalga el destino.

Con Furch enfrentado a los mastines regios Juninho (después Kolo) y Ayala, con Lozano acarreando por las dos puntas, con Gallito reforzando el fondo, quedaba solo la opción de Tabares, que se agitaba como en las playas de su paradisiaco Cabo Verde y buscaba con afán un sitio, un momento, un resquicio, una opción para hacer diana con el arco en su punto de mira.

Djaniny se envolvió entonces en la bandera de las causas pendientes y desfalleciente, con su hombro como carne en picadillo, sabiendo que esa tarde no había venido a bailar el mambo, sino a averiguar que los ojos dejan huellas y que su propia visión estaba para explorar y encontrar, así que con el último impulso, salió de la gambeta y metió la zurda abajo, donde el bipolar Nahuel vio escapar una pelota de fuego, que fue impulsada por la mirada y el corazón de su gente.

El futbol es un gran río y cuando llegan estos episodios se suele explorar en el abismo de los recuerdos y las estadísticas, ritmo que marcan los medios para anestesiar al ser común, para crear atmósferas sombrías con sello de especulación. No se trata tampoco de entender lo que se quiera entender, sino de considerar que si el mundo cree al América favorito, ellos deberán saber que enfrentan a una manada de leones, fuerte en actitud, esa pequeña cosa que marca la diferencia.

Alejandro Tovar

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