Laguneros acudieron al estadio esperando un milagro y sucedió. (JORGE MARTÍNEZ)
Aunque ya hace algún tiempo que pasó la semana mayor, los aficionados santistas se esperaban un "Domingo de resurrección" en el estadio Corona, apelando a que los Guerreros remontaran una desventaja de 2 goles.
El partido no empezó a las 18:00 horas, empezó desde primera hora de la mañana, con los aficionados más recalcitrantes manifestándose a través de las redes sociales, expresando su fe en la garra del equipo y apelando a la memoria de aquel 13 de mayo de 2012, cuando Oribe Peralta despedazó en 2 minutos una final "regia" que ya se estaban saboreando al pie del cerro de la Silla. Con esa fe ciega en los Albiverdes, la afición lagunera se puso su camiseta verde y blanca para salir a las calles gritándole al mundo a través de su vestimenta, que estaban dispuestos a vivir una tarde de esas que no se olvidan.
Aunque la invitación para llenar el estadio desde una hora antes del silbatazo inicial, no se cumplió, sí se registraba prácticamente un lleno cuando los equipos se alistaban para salir al campo, llegando el primer abucheo de la tarde, cuando ingresaron "Tuca" Ferreti y su cuerpo técnico. "Estoy bien nervioso", decía alguno en la tribuna, luciendo efectivamente mayor ansiedad en su mirada, a comparación de los futbolistas que pisaban el césped mientras sonaba el himno de la Liga MX.
Con el silbatazo de Jorge Isaac Rojas llegó el momento de dejar a un lado esos nervios y liberarlos corriendo por toda la cancha o gritando el "Duro Santos Duro", había llegado "La hora cero". Derivado de una mano que se inventó el silbante, llegó la primera gran oportunidad de los laguneros y la facturó Osvaldo Martínez con un magistral trazo que dejó inmóvil al guardameta rival e hizo explotar a un estadio que estaba ávido de ese gol y que aumentó su fe todavía más.
Los Guerreros encontraron gran inspiración en su gente y de a poco acorralaron al Tigre, pero cuando parecía que la cacería sería fructífera, llegó una tarjeta roja que mermó a los dueños de casa, obligados a remar contra corriente, pero esas condiciones no son novedad aquí en La Laguna y rehuir a la contienda no es opción.
El fantasma de Lucas Lobos apareció en la misma portería y Gignac falló un gol cantado, tal y como le sucedió al recordado argentino en aquella mítica eliminación, por lo que las coincidencias apuntaban cada vez más a la remontada. "Sí se puede, sí se puede", comenzó a gritar la tribuna para empujar a su equipo a ir hacia adelante en búsqueda de ese gol, olvidando si eran favoritos o no, sin dejar que se notara la inferioridad numérica.
No fue en el último minuto, pero el estallido de júbilo sí llegó y fue del botín izquierdo de Djaniny, el gran protagonista Albiverde de este torneo, cruzó su disparo y Nahuel sólo manoteó, deteniendo la potencia del balón, que pareció ser empujado por el aliento desde la tribuna, ingresando lentamente a la portería para gestar lo que antes parecía un "milagro". Para confirmar lo memorable del momento, el delantero africano no pudo siquiera festejar, entregó su último esfuerzo para hacer ese gol, antes de rendirse al dolor en su hombro y abandonar el partido.
Los Tigres merodearon la cabaña de los Guerreros durante los minutos restantes, pero la defensa Albiverde se convirtió en fortaleza y las fieras regiomontanas lucían inofensivas, se levantó el cartel para indicar que 3 minutos se añadirían. Rojas pidió el balón y la gesta estaba hecha, mismo rival, misma película, mismo final, el Guerrero volvió a cazar Tigre, la historia sí se repitió.
