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Piénsale piénsale

ARTURO MACÍAS PEDROZA

HA LLEGADO LA HORA

Sólo participando en la vida cívica y política de nuestras comunidades podemos transformar positivamente nuestra nación. Lo más importante no es a quién elegir para presidente de la república, porque, ni el mejor, ni el peor, podrán transformar milagrosamente la nación si no participamos nosotros. El voto de cada ciudadano es importante y requiere nuestra sabia elección, pero requiere mucha más participación en las diversas acciones que hacen la diferencia entre un habitante y un ciudadano verdadero.

Se realizarán este año elecciones no sólo del jefe del Poder Ejecutivo Federal; nuestra democracia está basada en la división de poderes, y aunque el presidencialismo de antaño y la partidocracia actual, han evitado la independencia total de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial (y hay que seguir luchando para que esta división sea efectiva), no podemos creer que nuestra problemática nacional podrá ser resuelta por una sola persona. La dificultad y grave responsabilidad de discernir nuestro voto, tendrá que tomar en cuenta además los demás cargos públicos que están en juego. Tres mil cargos públicos en 30 entidades federativas, incluyendo Senadores, Diputados federales, 9 gobernadores, más de 1000 alcaldías y muchos diputados locales, dependerán de nuestra mesurada o mala decisión.

Pero más que el número de cargos en juego son los 90 millones de mexicanos mayores de 18 años que ejercerán libre y secretamente su derecho a elegir. Es cierto que no hay muchas opciones y que hay mucho control y manipulación de información, mucha ignorancia y baja la credibilidad en la limpieza de las elecciones, pero aún así hay un margen de libertad; las "trampas y "chapuzas" de todo tipo que se están intentando en estas campañas tan "sucias", prueban que no tienen completo control. Fuerzas poderosas económicas, políticas y sociales, nacionales e internacionales, pueden sufrir los embates de una sociedad organizada, participativa y ciudadanizada, que no sólo descubra y detenga las fuerzas que la quieren destruir, sino que sea capaz de construir una nueva versión de México, basado en los valores nacionales de la solidaridad, unidad familiar, riqueza cultural, unión con la tierra, religiosidad, etc.

Llamados a hacer mucho más que elegir a nuestros gobernantes y legisladores, se requiere exigir, proponer políticas públicas, participar, organizarse, promover. Es necesario reconocer que existe una legítima variedad de opciones políticas posibles, pero si superamos las divisiones, podremos tener muchos puntos en común para trabajar, independientemente de partidos, a fin de contribuir con nuestra participación conjunta a solucionar las problemáticas nacionales como la corrupción, impunidad, injusticia, desigualdad, deficiencia educativa, ineficiencia, narcotráfico y un largo etcétera.

Nuestro interés superior por México deberá trascender las propuestas políticas concretas dejándonos en libertad y libre de divisiones partidistas, para que elijamos en conciencia de acuerdo a los principios y valores que nos caracterizan.

Las verdades fundamentales accesibles a la razón humana y que ayudan a que la vida de todos sea más digna y libre son el respeto que merecen las personas desde el momento de su fecundación y hasta la muerte natural; la importancia de la familia y del matrimonio como base de la sociedad, que cuando es protegida y funcional, colabora poderosamente al desarrollo de la comunidad, y cuando es dañada y disfuncional, produce a la comunidad y al Estado y dispendio de recursos para combatir las consecuencias (violencia, drogadicción, deserción escolar, baja educación, delincuencia, divorcio, madres solteras, maternidad prematura, abortos…); la vigencia de la más plena libertad para vivir de manera individual y asociada de acuerdo a nuestras opciones en conciencia en materia religiosa; la centralidad ética y social que poseen lo más pobre y excluidas de nuestra sociedad.

Cuando estos valores fundamentales se están desvaneciendo, es preciso un discernimiento crítico que nos permita optar en conciencia por quienes puedan realizar efectivamente el auténtico bien común y ser con ellos activos constructores del México que queremos. ¿Cómo?:

• Participando cívicamente: Cada mexicano tiene el deber de participar madura y organizadamente en las elecciones, siendo corresponsables en la gestión del bien común.

• Orar en familia y en comunidad para que la próxima jornada electoral se realice en paz y armonía y sea ocasión privilegiada para mostrar desde nuestras creencias religiosas nuestro verdadero amor y compromiso con los diversos rostros sufrientes de México.

• Evitar a toda costa guiar nuestra elección por "el menos peor"; en contextos complejos e imperfectos, lo que debe imperar es la búsqueda del "bien posible", que aunque sea modesto, todos estamos obligados a procurar. ¿Cuál opción puede generar un poco más de bien? Se trata de impulsar lo que aporte al bien común, a la paz, a la seguridad, a la justicia, al respeto a los derechos humanos, al desarrollo humano integral y a la solidaridad real con los más pobres y excluidos.

• Elegir a las personas: En todos los partidos, podemos encontrar personas más o menos comprometidas con el bien común. Buscar para cada puesto a la persona más idónea y no dejarnos manipular para que votemos en bloque por un solo tipo de propuesta, de manera irreflexiva y mucho menos con alguna modalidad de "compra de voto". A mayor libertad al elegir, mayor capacidad de exigir.

El México que queremos es posible: requiere gobierno honesto y eficaz, pero también ciudadanos participativos que den continuidad a procesos que construyan Justicia, Fraternidad y Paz. El voto y participación de los mexicanos, debe producir Gobernantes y autoridades responsables; opinión cívica crítica, sano control sobre nuestros políticos, sueldos, gastos de partidos y publicidad, proyectos y obra pública, eliminación de la corrupción, ilegalidad, eliminación de arbitrariedades.

La participación constante y solidaria destierra la violencia, la corrupción y la impunidad. Ha llegado la hora de trabajar comprometidamente por un México más próspero y pacífico, más solidario y participativo, más atento al rostro de los más pobres y menos cómplice de quienes los olvidan, los manipulan o los marginan. Es el tiempo de trabajar sin desfallecer por la unidad y soberanía de nuestro pueblo; por la promoción y defensa de nuestras comunidades y familias y por la reintegración en su dignidad a quienes hayan sufrido vejación discriminación o inequidad. Ha llegado la hora de la participación ciudadana.

(Cfr. Mensaje de los obispos mexicanos del 19 de marzo de 2018).

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