EDITORIAL Sergio Sarmiento Caricatura Editorial Columna editoriales

La sociedad y el tigre

Archivo adjunto

LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

La declaración de Paco Taibo de la semana pasada, en la que llama a López Obrador a movilizar a sus seguidores por millones, en contra de los empresarios que disientan de la causa del tabasqueño, amenazando expropiar sus bienes si gana la elección, ofrece materia de reflexión en estos días en los cuales, en el proceso electoral por la Presidencia de la República, nos jugamos el futuro como país.

No es la primera vez que Taibo, secretario de Arte y cultura del Partido Morena, emite una declaración ultra radical. Semanas antes, el mismo personaje increpó a Poncho Romo, empresario seguidor del Peje, insistiendo en dar marcha atrás a la reforma educativa y a la reforma energética, cuya eliminación se encuentra entre las principales banderas de López Obrador.

Algunos consideran que Paco Taibo está fuera de control, sin embargo, en los cálculos de la estrategia pejista embona a la perfección, porque instrumenta una forma de mantener en torno a la causa del Partido Morena, el apoyo de elementos extremistas que apoyan la visión de establecer en México, una réplica del Estado Bolivariano de Hugo Chávez y Nicolás Maduro.

Ese sector está integrado por poderes fácticos que van desde la estructura clientelar que el Peje mantiene en la Ciudad de México, en manos de gente tan descalificada como René Bejarano y Dolores Padierna, pasando por la Coordinadora Independiente del Sindicato de Maestros, que en Oaxaca y Chiapas mantienen sin escuela a cuatro millones de niños, e incluye huachicoleros, bandas criminales que esperan la amnistía, etcétera. En otras palabras, la base estructural de lo que el propio López Obrador denomina en forma amenazante: El Tigre.

La postura ambigua de López Obrador que tiene a su derecha a Poncho Romo y otros empresarios compañeros de viaje, y tiene a su izquierda a Paco Taibo, nos ofrece un esbozo de lo que podemos esperar. Si el Peje gana las elecciones, tiene las fichas acomodadas para alimentar el encono entre mexicanos, con el objeto de acumular poder a niveles autocráticos, sobre la máxima de divide y vencerás. A ello se debe que mientras desprecia la organización social en pro de la participación ciudadana, que tanto ha costado a la sociedad mexicana construir en los últimos veinticinco años, alienta al tigre, en un juego dialéctico perverso de lucha de contrarios.

Ya tuvimos una probadita de lo anterior en el sexenio de Luis Echeverría. Desde el poder se desató una campaña de odio contra los empresarios del país, que desembocó en secuestro y hasta en homicidio, como ocurrió en los casos de Eugenio Garza Sada (Monterrey, 17 de septiembre de 1973) y Fernando Aranguren Castiello (Guadalajara, 16 de octubre de 1973). Pequeños propietarios agrícolas y ganaderos fueron acosados con invasiones sistemáticas de tierra, alentados por la Confederación Nacional Campesina encabezada por Alfredo Vladimir Bonfil, con el cómplice disimulo del secretario de Reforma Agraria Augusto Gómez Villanueva.

En su libro Biebrich Crónica de una Infamia, el periodista Jesús Blancornelas documenta en forma magistral la matanza de campesinos que tuvo lugar el 23 de octubre de 1975, en el poblado de San Ignacio Río Muerto, Sonora, que fue orquestada por el ala izquierda del gobierno de Echeverría, encabezada por Gómez Villanueva. El propósito de la trama fue echar del poder al entonces gobernador Carlos Armando Biebrich, al que hicieron renunciar y sacaron de la jugada, porque Carlos Armando ofrecía una alternativa en la sucesión presidencial de ese momento, adversa a los intereses de los promotores de la masacre.

Durante aquel sexenio, la economía del país fue secuestrada desde Los Pinos, y Echeverría ejerció a capricho un control artificial de precios; elevó la deuda externa hasta quebrar al país y manipuló al Banco de México, imprimiendo dinero sin freno. Este pésimo y criminal desempeño, detonó al fin del sexenio una inflación desbocada y causó la caída del valor de nuestra moneda, de todo lo cual aún estamos pagando las consecuencias.

Los adultos debemos recordar y los jóvenes deben enterarse, de que además de la quiebra social y política, ese estilo de gobernar llevó el tipo de cambio de doce pesos cincuenta centavos por dólar en agosto de mil novecientos setenta y seis, a tres mil pesos por dólar al inicio del sexenio de Salinas de Gortari, en que se quitaron tres ceros a nuestra moneda. Una caída de doscientas cuarenta veces el valor del peso, en sólo trece años.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: Archivo adjunto

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1456388

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx