Columnas Social

ENSAYO SOBRE LA CULTURA

POBRE EDUCACIÓN

Hay personas que estudian para que les digan licenciados; de éste hecho no pasan. Hay un papel que respalda el nombrecito, pero ni profesionalmente, y mucho menos culturalmente, obtener el grado representa una serie de conocimientos que en forma general un profesionista debiera tener.

Antiguamente había un estribillo: "Inscribirse y no morirse para recibirse". Significa que basta estar inscrito en la universidad para recibir el papel, aunque nunca se haya abierto un libro o investigado sobre los temas vistos en clase. Te conviertes en profesionista y tienes acceso a un trabajo que supuestamente se paga mejor. Si estás acostumbrado al sistema de corrupción donde se obtienen calificaciones sin que existan los conocimientos, te podrás ir defendiendo en la vida. Si nunca tuviste vocación para lo que estudiaste, a lo mejor acabas haciendo cualquier otra cosa diferente y nunca tendrás una satisfacción a nivel profesional.

La sociedad está empecinada en que sus hijos lleguen a la universidad sin ponerse a pensar que posiblemente no estén capacitados para ella. Les iría mejor en una profesión a nivel técnico; por lo menos serían felices al poder integrar lo que hacen a lo que son y no tendrían que fingir por hacer algo que no les llena.

El trabajo no es un castigo, es parte del ser, el producto del hacer, el orgullo, Cuando se toma el trabajo como un castigo es distorsionar la verdadera función del hombre. El hombre que no trabaja se autodestruye. El hecho de trabajar debe de enriquecerte como persona; si haces lo que te gusta, es entonces cuando serás feliz.

Volvemos a las ideas de algunos políticos que buscan la aceptación por medio de la demagogia. La universidad es para todos. No hay que negarle el estudio a nadie; a estas afirmaciones habría que agregarle; que estén capacitados, dispuestos a hacer el esfuerzo necesario para aprender y dominar una profesión, a aprender a estudiar y a investigar.

La realidad actual es muy diferente. Desde los primeros grados hay la consigna de pasar a los alumnos, aunque no hayan aprobado los exámenes. Nadie se queda ni en la primaria, secundaria o prepa. Llegan a la universidad con demasiadas carencias. La prueba irrefutable es que la mayoría no sabe escribir; utilizar correctamente el lenguaje. Algunos, ni siquiera pueden leer de corrido. Los libros les son extraños y no les gusta investigar o equivocarse para aprender. Buscan la calificación no importando las trampas. Pronto se hizo conocido el rincón del vago donde están todos los trabajos escolares que les puedan pedir, la función de copiar y pegar evita que la información pase por el cerebro del estudiante quien ya ni siquiera se molesta por tomar apuntes porque desea que todo le sea dado sin que represente esfuerzo alguno.

La universidad se ha vuelto laxa. No hay control de horarios. Se llega tarde, Se presenta examen cuando se quiere; lo cual representa trabajo doble para el maestro que tendría que hacer otro examen y no hace; lo cual sabe el alumno que se concreta a indagar entre sus compañeros de cuáles fueron las preguntas y ya tiene resuelto su problema.

Estos son los alumnos que están en la universidad a pesar de un proceso de selección deficiente. No hay vocación, no hay compromiso, no hay ningún tipo de exigencia. Si se va a incrementar la población universitaria, se tendrán que hacer grupos inmanejables para un maestro; sin presionar para que no se repruebe a nadie, como en los años inferiores, y se tendrán profesionistas mediocres y una universidad cada vez más decadente. Una máquina de imprimir títulos que no significará ningún conocimiento.

Acabar con las universidades, y sobre todo con la pública, es eliminar las exigencias en un proceso que debiera de ser más exigente. No obtenemos niveles de cultura aceptables en las instituciones actuales. Lo único que importa es el aquí y el ahora, un título para conseguir un trabajo y profesionistas que no ejercen su carrera por falta de capacitación o de vocación.

La demagogia nos lleva por el camino descendente de los niveles de vida. Se nos prohíbe a aspirar a lo bueno. Nos obligan a consumir lo malo porque es lo comercial. El sistema educativo no nos enseña a alimentarnos o a vestirnos; ni nos hace responsables. Con el tiempo nos convertirá en animales o en esclavos sin aspiraciones.

Porque no poder soñar en unos buenos monumentos para la ciudad, en un buen aeropuerto para el país, en mejores niveles de vida. Yo no he nacido para vivir en un corral; creo que tú tampoco. Hazte oír.

  Por: José Luis Herrera Arce

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