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La Misión de San Juan Casta, factor del desarrollo poblacional y económico

Plano primitivo de San Juan de Casta, lindando con Cuencamé, ribera del río Aguanaval, Boca de Jimulco, propiedad de Andrés José Velasco y Restan en el Siglo XVIII.

Plano primitivo de San Juan de Casta, lindando con Cuencamé, ribera del río Aguanaval, Boca de Jimulco, propiedad de Andrés José Velasco y Restan en el Siglo XVIII.

JOSÉ JESÚS VARGAS GARZA

Hace 420 años en que se empezó a colonizar nuestro el territorio comarcano, siendo necesario que en 30 años atrás se realizaran las excursiones peligrosas en la región lagunera de Durango, efectuadas por los religiosos franciscanos y jesuitas. Todas en plan de reconocimiento a las tierras cuya conquista no fue nada fácil, pues se vieron obstaculizadas en varias ocasiones por la agresividad de los feroces embates de los indígenas, después de haber logrado abatir enormes dificultades por estos valientes religiosos que arribaron a estos históricos lugares. Fue así como el jesuita Juan Agustín de Espinoza, Misionero de la Compañía de Jesús y Superior de la Misión de Cuencamé, procedente de la residencia del Guadiana (Durango), fijó un paraje sobre el margen izquierdo del río Nazas, en un lugar que se encuentra a la altura del poblado León Guzmán, se constituyó el primer asentamiento humano de la época colonial el día 6 de mayo de 1598 siendo denominado Misión de San Juan de Casta.

Prosiguiendo a desarrollarse en el polígono donde se ubicó la Misión de Casta, dando como margen en que a su alrededor nacieron nuevos pueblos y estancias. En ese sentido el jesuita Jacinto Fernández fundó La Goma, el 10 de marzo de 1621; el Capitán de Dragones Víctor Mijares fue uno de los colonizadores españoles que convirtieron la Misión de Casta, bautizándola con el nombre de hacienda de San Juan de Casta el 30 octubre de 1630, poco después San Juan de Avilés, asentamiento fundado con vecinos de la Hacienda de San Juan, el 24 de diciembre de 1630, establecida en la margen derecha del Río Nazas; San Jacinto, el día 17 de octubre de 1696 por el jesuita Jacinto Hernández. El Rancho España, pequeña estancia constituida en el transcurso del siglo diecisiete en la margen derecha del Río Nazas, lugar a cerca distancia de la hacienda de San Juan de Casta, dando testimonio de este asentamiento fray Juan Agustín de Morfi, en su recorrido por el Camino Real, describiendo su ubicación y el edificio de la hacienda de San Juan de Casta, encontrándola en buenas condiciones y a sus alrededores contenía mucha serranía por todas partes y situada a orillas del río Nazas. Casta, en ese entonces contaba cuarenta vecinos y una muy buena casa con portales; el terreno era seco, aunque de migajón y se pudiera sembrar de temporal, en ese tiempo José Velasco y Restán originario de España, era su propietario.

En ese entonces la actividad minera fue desde su origen importante de la Nueva Vizcaya, marcándose sus características de toda la economía de la región y los demás aspectos derivados de ésta. Razón por la cual se implementaron la fundación de reales de minas, como el de Cuencamé o el de Mapimí, y muchos otros ubicados más al sur del Estado de Durango. Los dueños de estos lugares se enfrentaron al grave problema de dar de comer a toda su gente de trabajo, además el transporte y para mover sus grandes trituradoras de metal, para lo que se requería gran cantidad de animales, sí como el carbón necesario para alimentar los hornos. De esta manera, se fundaron ranchos de mulas, estancias de ganado y de grandes pastizales. Siendo así como se formaron las haciendas en la Nueva Vizcaya. En tal sentido se dio pie al nacimiento del latifundio colonial por el lado de Durango, por tal motivo Joseph Vázquez Borrego, minero del Real de Mapimí, fue el primer hombre interesado en solicitar para su explotación las tierras realengas propiedad de la Corona Española y denominadas de San Juan de Casta. El español fundamentó su voluntad para liquidar de inmediato la adquisición de las mismas y argumentó las grandes utilidades que resultaría a Su Majestad, como a la población de ellas.

En ese entonces las tierras se encontraban infestadas de Indios Bárbaros, siendo retirados éstos por medio escoltas bajo el riesgo y costo del colonizador. El 20 de agosto de 1731, la Corona Española autorizó a Don Adriano González Cienfuegos, ciudadano español, para dar trámite a la ejecución de las medidas de acuerdo con la solicitud de denunció por José Vázquez Borrego. Pero al no tener dinero para proseguir el trámite prefirió para el 22 de enero de 1732 ceder el derecho a Fernando de Mier y Campa, quien de inmediato por medio de subastas adquirió 77 ¾ sitios de ganado mayor, siendo el 16 de abril de 1739 en que se realiza la compra a razón de $10.00 por cada uno, pagando por ello $777.00 y cuatro reales, al Reino de Vizcaya y Jurisdicción de Cuencamé.

Las tierras mercedadas al español conocidas con el nombre de San Juan de Casta comprendieron un gran territorio lindando desde Cuencamé, ribera del Río Aguanaval, Boca de Jimulco, Llanos de Ledesma, Boca de San Diego, San Juan de Casta, Río Nazas y terminaban en el desierto llamado Bolsón de Mapimí. Poco después le devuelven las tierras a José Vázquez Borrego, quien, tras 12 años de lucha y enormes esfuerzos, aplicó en esa época un proyecto de desarrollo, creando diversas estancias ganaderas y labores agrícolas e industria; para ellos tuvo la necesidad de recurrir a los medios de avío y refacción, adeudándose de manera tal, que no pudo liquidar. Estas tierras, las traspasó en venta en el año de 1745 al Presbítero Jacinto García y Rojas, en la cantidad de 24 mil pesos.

El Capitán de Milicias Españolas Andrés José de Velasco y Restan sería otro precursor del desarrollo de la comarca Lagunera de Durango, quien adquiere las tierras de San Juan de Casta y Aguanaval en 1756, a través del Presbítero Jacinto García y Rojas y que fueron propiedad de José Vázquez Borrego, otorgando la Escritura de venta de las Tierras el día veinte y tres de agosto de mil setecientos sesenta y dos. El español Velasco y Restan trabajó las tierras por 30 años, haciéndolas fructificar y acrecentó las poblaciones agrícolas y ganaderas. Igual que el anterior. Para mantenerlas tuvo que recurrir a compromisos monetarios muy fuertes. Velasco y Restan murió el 2 de octubre de 1786 y fue sepultado en Durango. Otro hombre que le apostó a estas tierras fue el Capitán Juan José Zambrano, renombrado Conde en la capital Durango, personaje de oficio minero y originario de España, siendo el tercer hombre que llevó a cuestas la noble tarea de intentar continuar la obra de convertir desiertos contiguos a las márgenes del Río Nazas, en provechosas realizaciones, adquiriendo en concurso de remate el 1º. de marzo de 1800, la Hacienda de San Juan de Casta. Durante los 15 años que mantuvo las tierras transformó totalmente las estancias que pertenecían a este lugar, pero el destino siempre marca los fines, en 1816, se presentó en quiebra, terminando con su fortuna personal y acabó con todo el patrimonio de su descendencia, llegando a un fatal desenlace, como fue el fallecimiento de este notable personaje en el año de 1817.

Juan Nepomuceno Flores y Alcalde, mexicano de origen, que en 1836 adquiere las tierras de San Juan de Casta, por medio de remate de los bienes que fueron del difunto Juan José Zambrano, escriturados con fecha 20 de julio de 1836, con todas sus estancias, ranchos, muebles, semovientes y herramientas, en la cantidad de 128,070, siete Rs. Ningún otro hombre de su tiempo pudo haber sobrellevado durante el medio siglo que el hizo, abriendo paso a la apertura de una red hidráulica, presas y canales, además tierras para cultivo, con prioridad a la planta del algodón: creó la industria textil e instaló despepites. Y dentro de sus actividades fundó la Hacienda de San Juan de Avilés, construyendo una majestuosa casa de dos pisos en 1837 y la iglesia del lugar en 1843.

El otro latifundio, fueron las labores de la Santísima Trinidad de la Labor de España, San José de La Goma y Atenógenes, comprendían todo un vasto territorio desde los linderos de la hacienda de San Juan de Casta, Cuencamé, Mapimí, San Pedro del Gallo, San Luis del Cordero y gran parte del Bolsón de Mapimí. Sus propietarios fueron Jacinto y Fermín Arriaga, originarios de Navarra, España, desde antes de 1800; contemplando fábricas, semovientes, labores de riego y agostaderos. Por último, los terrenos de la Hacienda del Refugio, con sus anexos de San Jacinto.

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