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ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A.C. (PSILAC)

CAPÍTULO ESTATAL COAHUILA DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

ADOLESCENCIA EN EL SIGLO XXI

NONAGÉSIMA SÉPTIMA PARTE

Aunque se puede hablar de esa primera experiencia amorosa, romántica, erótica o sexual, mencionada en la columna anterior, una experiencia que inclusive ni siquiera pudo haber sido física y real, sino que apareció más bien como una vivencia construida en el intrincado y fértil territorio fantasioso de la imaginación personal de cada individuo, pero que aún así, la podemos considerar como una primera experiencia que nos despierta y estremece, para abrir el camino hacia sensaciones placenteras, diferentes y novedosas. Ese despertar y la conciencia que nos imprime tal experiencia, se podrá prolongar entonces para acompañarnos a lo largo de nuestras vidas o hasta el momento de nuestra muerte. Así aprendemos pues, a vivenciar que la sexualidad no es simplemente esa primera experiencia ni tampoco los otros tantos episodios semejantes que se sucedan durante nuestro desarrollo físico y emocional, sino que verdaderamente la sexualidad se encuentra infiltrada en el interior de nuestros cuerpos y de nuestras mentes como ese algo esencial de cada uno de nosotros y de nuestra existencia. Me parece que a pesar de tanta publicidad y comercialización, de tantos dimes y diretes en cursos y esfuerzos complicados para lograr una mayor y más elevada educación sexual, el concepto de sexualidad en nuestra época sigue siendo realmente incomprendido, ignorado y menospreciado, reducido a vastas conferencias y comentarios sobre el uso o no de condones y métodos anticonceptivos variados o inclusive sobre el listado de las muy variadas y serias consecuencias de las enfermedades de transmisión sexual, cursos y conferencias que también son indispensables, pero que en ocasiones suenan más como una especie de exorcismos para asustar más que para informar y educar a los adolescentes, exorcizando así "el chamuco del sexo", como una especie de autos de fe inquisitoriales, que ventajosamente en nuestros días pueden llevarse a cabo de manera digital y práctica, pero que desgraciadamente no parecen resultar tan exitosos todavía. La realidad es que nuestra sexualidad no necesariamente nace en el momento en que vivenciamos ese despertar de una primera experiencia como las mencionadas; biológica y psicológicamente nuestra sexualidad ya se ha iniciado de cierta manera desde que nos estamos formando en el útero materno, cuando una serie de movimientos embrionarios van dirigiendo nuestro físico e incluso la formación y el desarrollo de nuestro género, de nuestra identidad sexual y también de nuestra identidad genérica. A principios del Siglo XX, Freud provocó una tormenta pública generalizada al proponer que contrario a lo que se creía, que la sexualidad se iniciaba durante la pubertad, secundaria a los cambios hormonales característicos de esa etapa, la sexualidad etiquetada por él como libido o instinto sexual, estaba ya presente en el recién nacido y se iba desarrollando a lo largo de la infancia y de la adolescencia, hasta prolongarse en el adulto, con ciertas características específicas para cada etapa al irse ubicando de acuerdo a su teoría en diferentes áreas del cuerpo a las que le llamó zonas erógenas, zonas cuya presencia e importancia sigue siendo válida en la sexualidad del adulto hasta la vejez y la muerte. Podemos estar conscientes entonces de esa nuestra primera experiencia que nos abre los ojos, los sentidos y el camino para reconocer que somos seres sexuales y que por lo mismo debemos educarnos mejor y aprender lo que ello significa y las proporciones que tiene en nuestras vidas y en nuestras relaciones con los demás y con el ambiente en el que vivimos. Pero además, es importante reconocer, que antes de esa primera experiencia, ya desde recién nacidos poseíamos sensaciones, experiencias, reacciones a estímulos que podríamos llamar eróticas o sexuales, pero que han permanecido en los archivos secretos y oscuros de nuestro inconsciente, sin que necesariamente tengamos acceso a ellos, pero que podemos estar seguros que ahí se encuentran escondidos. (continuará).

  Por: Dr. Víctor Albores García

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