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¿Otra Venezuela?

Con/sinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Es un error, y uno bastante difundido, suponer que los graves problemas de Venezuela son culpa exclusiva de Maduro o del chavismo. La oposición y sus formas burdas de luchar por el poder son también responsables de una tragedia que comenzó cuando, estando en el poder los ahora opositores, previo al surgimiento y consolidación de la revolución bolivariana encabezada por Hugo Chávez, fueron incapaces de crear condiciones de vida dignas para su población pese a la enorme riqueza petrolera que administraban.

Por supuesto, el chavismo ha empeorado la situación venezolana; sobre todo, con el ascenso al poder de Nicolás Maduro tras la muerte de Chávez. Pero el resto de los países no aprenderemos la lección venezolana si se sigue defendiendo la teoría del "asesino solitario" que aplica por igual a quienes, por el simple hecho de ser de izquierda, se ponen a defender lo indefendible y juran que "todo es culpa de la derecha" o del intervencionismo yanqui. No, en el tema Venezuela todos tienen responsabilidades y es mejor que las entendamos para no repetirlas.

Es imposible en un espacio como éste abordar el tema a profundidad. Son diversas las causas que han derivado en la destrucción de Venezuela. Así es que me concentraré en dos asuntos, dada la posibilidad de que próximamente se reproduzca algo similar en México, con resultados negativos para el país; aunque, al menos en el corto plazo, me parece que no tan desastrosos.

El primero: la pugna intestina entre chavistas y anti-chavistas fomentada por los líderes de ambos bandos y sus equipos propagandísticos, que impidieron a sus seguidores y a ellos mismos, reconocer que la otra parte tenía algo de razón. Se suele acusar a Chávez de provocar la división, pero, la realidad es que a los ambiciosos del poder de los dos lados les convenía, según sus cálculos, fomentar el odio hacia el contrario. Como botón de muestra le propongo buscar el discurso que dio tras su Juramentación Pedro Carmona Estanga, quien asumió brevemente la Presidencia de aquella nación durante el golpe de estado contra Chávez en abril de 2002. Si no lo encuentra, busque cualquier discurso opositor de los inicios del chavismo y verá que hay todo, menos amor y comprensión hacia el que piensa diferente.

El segundo: la sobrevaloración de un individuo. Si algún día se hace un balance justo y libre de pasiones se revelará que Hugo Chávez no era, ni tan bueno como decían sus seguidores ni tan malo como lo pintaban sus detractores (con Maduro es otra cosa totalmente distinta). Ambos grupos, fueron quienes, al apoyarlo o rechazarlo de manera tan visceral, fueron deificando o satanizando a Chávez, otorgándole, al hacerlo, un poder que no tenía al principio y que, para gran desgracia de los venezolanos, heredó Nicolás Maduro.

Allí están las lecciones para quienes las quieran aprender. México no tiene las condiciones necesarias para ser otra Venezuela, pero sí las hay para ser un peor México y están en cada uno de nosotros y en nuestra manera de actuar en política y como ciudadanos; de aceptar o no al otro y sus razones; y de suponer que toda nuestra responsabilidad inicia y termina con un voto.

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