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TLCAN: Mantenernos firmes

JULIO FAESLER

No pueden abandonarse los asuntos que a uno le han encomendado defender. El resultado de las negociaciones comerciales entre países afecta el nivel de vida de sus poblaciones. De ahí su importancia. El negociador oficial no está defendiendo una posición personal. Es el campeón de otros. En la renegociación del TLCAN el gobierno de México defiende mejores condiciones de vida para la población en general y en particular la de los trabajadores.

Los tratados económicos que celebran los países suelen establecer concesiones arancelarias y reglamentos para la extensión de permisos de importación. Pueden aludir igualmente a las normas de acceso a mercados y facilidades para el intercambio de mercancías y hasta de personas. A la base de todo, empero, está siempre el nivel de empleo.

Es este el tema donde aflora la incomodidad norteamericana con el comportamiento del TLCAN. Para el Presidente Trump, el crecido déficit que su país registra en sus relaciones económicas con México es su obsesión y único referente. Esta queja es la que disparó la confrontación que ha adquirido una acidez irracional debido a la indudable repugnancia -que ese mandatario siente hacia nosotros por razones raciales.

Hay profundas discrepancias entre las visiones de los gobiernos signatarios del TLCAN sobre la forma de realizar el desarrollo nacional. El presidente norteamericano expresa una convicción fanática en las virtudes de la libre empresa. En México queremos ver el desarrollo en términos humanos y no sólo monetarios. El inevitable choque surge del los conceptos superficiales que Trump aplica tomados de su experiencia personal de manejar con soberbia sus propios negocios y que ha decidido también valen para resolver los problemas que llegan al gobierno más poderoso del mundo. Su rechazo al TLCAN es una de muchas consecuencias.

El que no fuera México quien planteó la desaparición o renegociación del tratado nos coloca en una posición de ventaja que hay que aprovechar. Aun teniendo propuestas sobre mejoras que puedan introducirse en el acuerdo, podemos seguir utilizándolo él en su versión actual. La prisa no es nuestra.

Pero hay situaciones políticas que dictan que las decisiones no tarden demasiado en conciliarse. El presidente Trump no se encuentra en sus mejores momentos de popularidad, acosado por todos lados por enemigos que él mismo a diario se fabrica. Su caso es grave. Las complicaciones que se le acumulan en estos días, unas de tipo tan personal como sus bastante costosas relaciones femeninas u otras que se derivan de seguir adelante con sus negocios mientras intenta desempeñarse como el jefe del país más poderoso del planeta.

A lo anterior hay que añadir las indagaciones formales sobre la complicidad del Kremlin en las elecciones que lo llevaron a la Casa Blanca. Las elecciones a fin de año en Estados Unidos podrían acabar con la mayoría republicana en la cámara de diputados. Por ahora el Trump debilitado es cuestionado en su país por todos y por todo.

Al Presidente Trump le urge solucionar el gigantesco y peligroso rompecabezas que él mismo armó. Salvar al TLCAN, por ironías del destino, le favorecería. Le respaldaría la industria y la banca de Estados Unidos y se dedicaría a explicarle a sus partidarios obreros las bondades del nuevo giro de su actuación.

Los calendarios políticos son bastante estrechos en ambos países. Para México, las elecciones presidenciales a principios de julio dan razón para especular qué sucederá si López Obrador triunfa y cumple su propósito de terminar con el TLCAN. Hay quienes quieren conjurar ese peligro apresurando la firma de un texto terminado al vapor.

La crítica que se le hace al TLCAN es que acabó con la diversificación de nuestro comercio exterior condenándolo a ser dominado por los compradores norteamericanas. La fácil respuesta es que los tratados y alianzas en que participamos desmienten este absurdo.

Tomando todo el panorama en consideración, puede concluirse que el desarrollo de México queda asegurado mejor contando con el TLCAN que sin él. De hacerse cambios, habrá que asegurarnos de mantener incólumes las rebajas arancelarias ya consolidadas, el sistema atención a controversias y las reglas de origen en materia automotriz.

Pero no hay que asustarnos ante la perspectiva de quedarnos sin TLCAN. Eso podría ser benéfico, ya que nos sacudiría de la modorra empresarial en que nos hallamos que retrasa la diversificación de nuestro comercio exterior.

La próxima ronda de negociaciones se extenderá del 23 de abril hasta el 4 de mayo. Lo que a México toca hacer es mantenerse firme en los puntos medulares ya conocidos ante las demandas de los Estados Unidos, seguir jugando bien sus cartas y hacer todo lo necesario para fortalecer sus estructuras económicas y jurídicas para con ellas contribuir cada vez más a la paz y prosperidad propia y del mundo.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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