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SOBRE LA NECESIDAD DE COMPLACER

Antonio y su esposa, Martha, al fin se han jubilado de sus respectivos trabajos de gobierno después de 30 años de servicio. Sus sueños de viajar y deseos de conocer lugares nuevos han sido planeados con detalle. Su hija única, Carolina, madre divorciada de 40 años, tiene dos hijos, uno de tres años y el otro de cinco. El ex esposo prácticamente ha desaparecido de sus vidas. Con la finalidad de ahorrar dinero, y tener los niños bajo el cuidado de alguien de confianza, Carolina convence a sus padres del cuidado de los niños mientras ella trabaja. Con la mejor intención de ser parte de la formación de los nietos, Antonio y Martha aceptan la solicitud de Carolina. Los niños permanecen con sus abuelos de nueve a diez horas diarias y en ocasiones los fines de semana. Después de un año con la rutina del cuidado de los nietos, Antonio se da cuenta que el cuidado de los niños absorbe la mayoría de su tiempo y empieza a quejarse de que su hija está aprovechándose de ellos. El ya ha platicado el asunto con su hija, pero sin llegar a ningún acuerdo, ya que las cosas no cambian. Antonio y Martha no encuentran la manera de poner límites o negociar la situación, o de terminar el acuerdo. Antonio y su esposa también se mantienen ocupados con trabajos voluntarios en su iglesia y otras causas sociales.

Antonio y su esposa son un ejemplo clásico de personas que se preocupan por los sentimientos y bienestar de otros, lo cual no tiene nada de malo, hasta que la situación se transforma en cierto grado de auto descuido. Son parte de un grupo que sacrifican asuntos personales por la necesidad de complacer a otros. Este tipo de personas por lo general son gente muy amistosa, generosa y amable en general, y quienes muchos de nosotros nos gustaría tener como amistad, vecino o compañero de trabajo, ya que son gente buena por naturaleza. La mayoría de las veces nunca se niegan a ayudarnos y siempre contamos con ellos cuando les necesitamos. Desafortunadamente para ellos, esto puede generar situaciones desfavorables o no saludables.

De acuerdo a la psicóloga Sherry Pagoto (octubre 2012, Psychology Today), la necesidad de complacer a otros de manera extrema está relacionada a un temor al rechazo o a fallar como persona. El miedo al rechazo posiblemente está asociado a experiencias de rechazo o abandono o abuso emocional por parte de los padres o alguien de importancia a temprana edad. Igualmente, el temor a fallar debido a experiencias durante la niñez de no satisfacer las expectativas de padres perfeccionistas o muy críticos de sus propios hijos. Padres que crearon objetivos escolares o sociales para sus hijos y los castigaban si no los cumplían, lo cual generaba ansiedad y miedo en los niños.

Según la Dra. Pagoto, darle prioridad a las expectativas de otros sobre las nuestras puede crear consecuencias negativas. Por ejemplo, al tratar de cumplir con muchas tareas nos podemos descuidar de ciertas necesidades personales como comer o dormir bien, o sentirnos estresados; podemos crear resentimientos por la frustración de hacer algo que realmente no queremos hacer, pero sentimos la obligación de cumplir; también, podemos sentir que la promesa de cumplir con otros es una carga, ya que estamos molestos por haber cancelado un compromiso personal de importancia, por ejemplo, la persona que asiste a una fiesta por satisfacer a alguien en lugar de asistir a un concierto de su artista favorito. Una consecuencia de importancia es aquella donde otros se dan cuenta de nuestra amabilidad y que siempre estamos dispuestos a ayudar y se aprovechan. Se dan cuentan que raras veces decimos que no cuando nos piden un favor.

Los seres humanos somos sociales por naturaleza y como parte de esa sociabilidad la imagen que proyectamos y la necesidad de ser aceptados en ciertos círculos es importante. Nuestra tendencia por complacer a otros es normal, pero siempre y cuando no hagamos a un lado lo que es importante en nuestras vidas como la salud, la familia y aquellos que estimamos. Ser complaciente y servicial son buenas cualidades, pero hasta cierto grado.

Necesitamos ser firmes con decir "no" si eso es lo que realmente queremos, pero cómo decirlo es importante. Decir "con gusto ayudaría, pero por el momento no puedo", es aceptable y sin necesidad de dar excusas. De ninguna manera estoy sugiriendo un postura egoísta. Simplemente propongo que hay que limitar nuestra costumbre de complacer a otros cuando podemos ser afectados negativamente. La idea es mantener un balance entre ser una persona agradable y compasiva versus ser complaciente.

Es importante preguntarnos porque optamos por ayudar alguien incondicionalmente, que es lo que tenemos que sacrificar para complacer a otros, o si me voy a molestar conmigo mismo porque sacrifiqué a mi familia por satisfacer a otra persona. Así que, ¿cree que usted es una persona complaciente de manera desmedida? Gracias por leer esta columna.

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  Por: Mtro. Francisco Pineda

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