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WENDY ARELLANO

Tan caótico como el contexto internacional, el mundo del deporte parece haber sido trastocado por la política actual y su situación bélica. Mientras la primera potencia del mundo y dos de sus aliados lanzan un ataque contra el régimen sirio, los deportistas entran en conflicto fuera de la arena habitual. Conor McGregor enfrenta tres cargos por agresión y conducta criminal y a Mayweather se le ocurre declarar que podría volver de su flamante retiro sólo para enfrentar al peleador irlandés, pero esta vez en el octágono. Ronda Rousey hace su tan esperado debut en WrestleMania. El "Canelo" Álvarez, por su parte, fue suspendido 6 meses por la Comisión Atlética de Nevada.

Ante este caótico panorama, es como si la escena deportiva quisiera amoldarse a la coyuntura. Conor McGregor vs Floyd Mayweather son ejemplo claro de ficción política (porque no hay nada más falso que su demagogia deportiva, pensemos lo siguiente: ¿dónde hay más ficción que en las películas?). Un hombre blanco contra un afroamericano ¿Les suena familiar? ¡"The Notorious" vs "The Money"! Los dos sobrenombres denotan el jaez superlativo de sus irreverentes personalidades: son polémicos, agresivos, ufanos y todo aquello que termine en controversial.

Ronda Rousey representa el derrocamiento de una monarca y el alzamiento de una nueva era (no muy bien definida, dicho sea de paso).

A la institución encargada de regular los deportes de contacto (Comisión Atlética de Nevada ) le correspondería el papel de la patológicamente tolerante Organización de las Naciones Unidas, que tiene como finalidad tender puentes hacia la paz o brindar seguridad a nivel mundial. Paradójicamente, se destaca (al mismísimo estilo de Trump) por lanzar campañas de "pacificación" en la que emplea medios violentos.

Los deportistas parecen inmersos en una guerra, pero en redes sociales, tal y como lo hace Donald que suele desahogarse a través de su cuenta de Twitter (Twitta, si se quieren poner más ingleses). Y qué decir de la demanda deportiva, sólo emana el frenesí de la audiencia que en estos tiempos (los tiempos de Trump) clama para ver saciada su inexplicable expectación. A la cabeza de la masa ávida va el xenófobo mandatario cuyo "estilo" de gobernar, no se limita a exigir un muro y protestar sino que lanza bombas (no sólo en Siria sino en las redes), él mismo explota, como un proyectil.

¡Capitalismo darwiniano puro! No considerar semejanzas como las enunciadas sería creer que el deporte es apolítico, sin embargo, como bien sabemos, los intereses del gobierno son dirigidos por el influjo político económico, las estrategias van dirigidas a generar más ganancias. En la casa de apuestas más grande, Las Vegas, se encuentra, (y no es casualidad), la Comisión Atlética de Nevada. Son ellos quienes autorizan y llevan a cabo las peleas más jugosas.

¡Vaya que Bryan Cranston tenía razón! Él dijo que Trump era como un personaje de las obras de Shakespeare, pues todo cuanto ocurre alrededor de su persona se vuelve trágico. La situación actual confirma lo atinado de su comentario.

Disculpen ustedes, amables lectores, que siempre termine mezclando temas políticos y deportivos. La explicación a esto es sencilla: es necesario para demostrar que toda la ficción gubernamental en Norteamérica es real y ha tenido un impacto en el mundo del deporte: la conducta vehemente de un peleador o un candidato, ostentar un cinturón o un cargo público, la transición de un deporte a otro o de la esfera privada a los asuntos públicos, cosas así obedecen a la insaciable demanda de un electorado, de una audiencia, tan lacónico y efímero como su capacidad de impresionarse.

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