El fin de semana comenzaron formalmente las campañas presidenciales que habrán de durar hasta el 27 de junio próximo. Tras este período de proselitismo, en el que seguramente no faltarán los ataques y las descalificaciones, los mexicanos decidirán quién encabezará la República por los próximos seis años. Más allá de las filias y fobias que cada candidato provoque y los asuntos que cada quien priorice, existe una agenda obligada que ha sido dictada por la realidad y que los aspirantes deberán abordar y discutir para ofrecer un panorama mínimo de cómo piensan sacar a este país adelante.
Desde el sexenio de Felipe Calderón, la inseguridad pública y el crimen organizado es uno de los problemas que más urge resolver. Son cientos de miles de personas asesinadas y decenas de miles de desaparecidos que se pueden contar entre las víctimas de la estrategia fallida de contención que ha emprendido el Gobierno federal. Aunque Enrique Peña Nieto cambió el discurso, en el fondo ha seguido los mismos pasos y el resultado está a la vista: este sexenio terminará con más homicidios dolosos que el anterior. Será bueno escuchar a los candidatos debatir y proponer sobre cómo mejorar la prevención del delito, cómo hacer policías más eficientes, cómo construir un modelo eficaz de procuración de justicia, cómo fortalecer el sistema judicial, cómo disminuir la impunidad y cómo hacer viable el sistema penitenciario.
De la mano con lo anterior va la corrupción, un flagelo que a decir de la opinión de algunos analistas no sólo golpea a la sociedad en su conjunto y daña la economía del país, sino que pone en peligro los cimientos mismos del sistema democrático en México. Porque la alta percepción de corrupción socava la confianza de la ciudadanía en sus instituciones. En este país, los representantes políticos, sean partidos o legisladores, tienen de la más baja credibilidad frente a sus representados. Aunque se ha puesto en marcha el Sistema Nacional Anticorrupción, que avanza con más problemas que aciertos, será interesante observar qué tienen en mente para poner un freno al dispendio y la discrecionalidad en el uso de los recursos públicos.
Un tercer tópico es el desarrollo económico, que en los últimos meses ha cobrado una relevancia especial, dada la situación mundial que ha propiciado el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con sus medidas proteccionistas. Buena parte del crecimiento de México se ha dado en las últimas décadas a expensas del Tratado de Libre Comercio, que ha permitido atraer un importante volumen de inversión extranjera. Esta tendencia podría revertirse con las nuevas reglas del juego planteadas por Trump, lo cual va a obligar a nuestro país a buscar alternativas de crecimiento. A esto hay que agregar que la expansión del PIB continúa siendo insuficiente para aprovechar el bono demográfico que se traduce en la mayor cantidad de población en edad productiva de toda la historia del país. Por otra parte, las finanzas nacionales son más débiles de lo que aparentan y en parte se debe al creciente nivel de endeudamiento. En este tenor, ¿cómo piensan los candidatos lidiar con las políticas de Trump? ¿Cuál es su plan económico para detonar el crecimiento? ¿Cómo van a garantizar la estabilidad financiera?
Vinculado a lo anterior está la pobreza, mal endémico del país que viene arrastrando desde el siglo XX. Hoy, uno de cada tres mexicanos sobrevive en condición de pobreza, y un 10 por ciento de la población en niveles de miseria. Estamos hablando de más de 40 millones de personas. Y esto es así con todo y la ingente cantidad de recursos públicos que se destinan año con año al combate de la pobreza. El problema viene por partida doble: un modelo económico que no es suficiente para brindar oportunidades a los que menos tienen y que tiende a fomentar la concentración de riqueza, y programas asistenciales que continúan siendo utilizados más como mecanismos de control clientelar que como herramientas para salir de la pobreza. Es menester escuchar a los candidatos pronunciarse sobre este tema como todos los anteriores. Ahí están los retos.
