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Turismo de Naturaleza

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ G.

El turismo es una de las actividades económicas que detonan economías en aquellas regiones que tienen atributos para el esparcimiento. Algunos investigadores que han estudiado esta actividad como Vázquez (2010) distinguen tres elementos que el turista valora al planificarla: el desplazamiento, la estancia en un sitio distinto al habitual de la residencia y trabajo y la duración de la estancia.

En el caso de la Comarca Lagunera el turismo reporta un incremento importante, aunque su dinámica presenta un desarrollo heterogéneo y una desigual distribución de los atractivos de este tipo. Por las características geográficas que definen su ubicación y las opciones de esparcimiento que ofrece, tanto culturales como naturales, el turista que nos visita comúnmente lo hace como una extensión a sus actividades económicas, un turismo de negocios que aprovecha la oportunidad del desplazamiento para el esparcimiento.

Es de reconocerse que nuestra región no tiene una oferta cultural de la amplitud o diversidad que otras ciudades como las grandes zonas metropolitanas, la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, o incluso menores a éstas y similares en tamaño poblacional a la de La Laguna; la oferta cultural con mayor frecuencia es para la población local, y es quizás aquella asociada al ambiente académico donde más se denota. En todo caso, ocurre y es mejor aprovechada, cuando convergen los negocios con eventos culturales.

Aun cuando debemos reconocer que la vida cultural local se ha diversificado, también debemos advertir que no hay un entorno consolidado, los creadores artísticos locales han aportado con su obra innovaciones importantes cuya proyección, sin embargo, y salvo algunas excepciones, es fundamentalmente local.

Una de las actividades turísticas poco exploradas y por consecuencia no aprovechadas, es el llamado turismo de naturaleza, un tipo de esparcimiento de bajo impacto que adquiere su significado en la apreciación de los valores ambientales o naturales que ofrecen los sitios con paisajes atractivos, fuera de la dinámica urbana caracterizada por el estrés que deriva de las actividades laborales o la monotonía de la vida doméstica.

Pero ¿dónde se ubican estos sitios con paisajes atractivos para el turista foráneo y local? En el entorno inmediato a la zona metropolitana o de las ciudades rurales dispersas en el valle agrícola, el paisaje predominante está constituido por las áreas de cultivo, explotaciones ganaderas, poblados o comunidades rurales, que con el trajín diario no percibimos o lo hacemos tangencialmente, en todo caso lo será para el turista foráneo, aunque las empresas que promueven el turismo en la región no los incluyen en sus sitios a visitar, quizás porque el paisaje es, en gran parte de los casos, rutinario, o las tradiciones locales también, con sus excepciones, matizadas por los ritos religiosos, no tienen o no le hemos dado el significado cultural que les haga atractivos para el esparcimiento.

Pero La Laguna, como valle agrícola irrigado, a pesar del disturbio que el hombre ha provocado en su paisaje natural, aún tiene sitios interesantes y atractivos para desarrollar un turismo, más que rural como sería el caso del anteriormente descrito, de naturaleza, un turismo que se asocie a la observación de los valores que ésta nos presenta, y quizás al combinarse con los propios del turismo rural se potencie y detone economías locales más puntuales. También puede ser un componente agregado al de negocios que realiza el visitante foráneo.

La mayor parte de estos sitios se ubican en la áreas naturales protegidas, aquellos espacios que aún no sufren un disturbio antrópico grave, que muestran paisajes originales como los ecosistemas desérticos en la Reserva de la Biósfera Mapimí o Villa de Bilbao, con dunas donde habitan especies endémicas. Es un turismo que asocia la observación de la naturaleza, sus hábitats donde habita flora y fauna típicas de ese gran bioma que es el desierto Chihuahuense, con el esparcimiento. El desierto también presenta valores escénicos singulares, basta observar sus amaneceres y atardeceres para apreciarlo.

También hay otros donde encontramos cuerpos de agua dulce como el Cañón de Fernández y Jimulco, el primero con un humedal imponente en medio del desierto, mientras el segundo en el Cañón de la Cabeza y El Realito, más modesto, pero igual de atractivo por sus manantiales, son sitios donde es posible asociar la vegetación de los bosques de galería rivereños, con los sabinos, sauces, álamos, con el flujo del agua, resultan imanes para quienes en días como Semana Santa los saturan. Son los paisajes que nos proveen nuestros ríos, el Nazas y Aguanaval.

Es de reconocerse que una limitante de estos sitios es la fragilidad de su infraestructura y equipamientos para satisfacer la demanda de la población urbana que los visita, y es en estos rubros, asociados al desarrollo de capacidades de la población que habita en ellos, como un servicio agregado a los servicios ambientales que en forma natural ya nos prestan, a lo que debemos apostarle en un futuro inmediato. Por eso el turismo de naturaleza es una de las actividades que pueden complementar aquellas que se realizan en los negocios, en las instituciones y en la propia vida doméstica; finalmente son sitios que cumplen los elementos que destaca Vázquez al inicio de esta columna.

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