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La inundación del '68 en La Laguna

Yo río libre

JULIO CÉSAR RAMÍREZ

En septiembre de 2018 se cumplirán 50 años de la inundación del '68 en la Comarca Lagunera. Como muchos recuerdan todavía, aquel 2 de octubre, mientras sucedía la matanza de Tlatelolco, poblados de la Comarca Lagunera permanecían inundados por el agua del río Nazas. Habitantes de Francisco I. Madero y de San Pedro de las Colonias, fueron desalojados y llevados a La Cuchilla y Cuesta de Ventanillas, carretera a Saltillo y Cuatro Ciénegas, respectivamente.

Fue en septiembre de 1968 cuando, en la temporada de lluvias, los ríos Ramos y Oro que desembocan en el vaso de la presa El Palmito, arrastraron tal cantidad de aguas torrenciales que en pocos días llenaron su cupo y entró un volumen de 6 mil metros cúbicos de agua por segundo, según narra don Pablo Machuca Macías en "Ensayo sobre la fundación y desarrollo de la ciudad de Gómez Palacio".

Y aquel 12 de septiembre, por espacio de cuatro horas brincaron por el vertedor hasta 3 mil 667 metros cúbicos de agua por segundo. La creciente se precipitó río abajo y al llegar a la presa Las Tórtolas llenó fácilmente el vaso, derramando mil 800 metros cúbicos por segundo.

A las nueve y media horas de la noche del 15 de septiembre de 1968, loa habitantes de Gómez Palacio en lugar de prepararse para escuchar el Grito de Independencia -cuenta don Pablo-, andaban preocupados ante el peligro de la inundación.

Las aguas desbordadas ya habían anegado parte de las colonias Sánchez Álvarez, Las Rosas y el barrio de Santa Rosa. Algunas personas que vivían en la primera de las mencionadas colonias platicaban que al tratar de rescatar algunas pertenencias en las habitaciones de las casas inundadas, tuvieron que meterse al agua y ésta les llegaba a la altura del pecho. Las aguas que inundaron esas colonias formaron una represa con las bardas de la cercana fábrica de manteca vegetal.

Las paredes de adobe de la factoría al fin se derrumbaron ante la fuerza de la corriente, desbordándose, las aguas al oriente, llevándose pacas de borra y algodón que estaban apiladas en los patios de la mantequera. Al desaparecer la represa, el nivel de la creciente bajó en las colonias Sánchez Álvarez y Las Rosas.

Mientras en la barriada de Las Rosas, en la parte más dañada, se cayeron numerosas casas de adobes que no tenían buenos cimientos. La corriente también llegó al paso a desnivel de la calle Urrea, llenándolo de agua, impidiendo el paso de los vehículos.

Desde luego que la creciente de 1917 -recuerda don Pablo-, arrastró más agua que la del 68, pero causó menos daños, porque en aquel tiempo la ciudad no había crecido tanto, las colonias que se inundaron no existían y Santa Rosa no estaba tan fincada como en estos últimos años.

Esa infausta noche de la inundación, dice, el pueblo sufrió su primer desencanto de su flamante gobernador, ingeniero Alejandro Páez Urquidi. Sucedió que esa misma noche, en el palacio de gobierno del estado en la ciudad de Durango, Páez Urquidi recibía los parabienes de los políticos lambiscones porque acababa de hacerse cargo de la gubernatura de Durango, en el instante que llegaron las llamadas de auxilio de los damnificados de Gómez Palacio. Cuentan que al ser enterado de las peticiones de ayuda, el gobernador contestó que su gobierno no era casa de beneficencia. Haya dicho eso o no -acota don Pablo-, lo cierto es que el mandatario duranguense negó el auxilio solicitado.

Pero eso sí -añade-, pronto comenzaron los negocios, cuando se levantaron los famosos bordos de defensa en la ribera del seco río, para proteger a la ciudad de futuras inundaciones; obras que fueron pagadas por los habitantes con costos escandalosamente aumentados.

Y es tan solo una parte de la historia de Gómez Palacio. En casi toda La Laguna hay todavía quien recuerda las miradas de rabia y temor, desconsoladas ante la tragedia e innumerables anécdotas.

Tierras inundadas en los ejidos Lázaro Cárdenas y Emilio Carranza, de Nazas, Durango. Laguneros desplazados. Cuerpos precipitados a las partes altas de los cerros. Campamentos improvisados. La furia del agua en el vertedor de la presa Lázaro Cárdenas. Caminos averiados. Rescatistas con ayuda humanitaria. Ambiente denso, calamitoso; rostros tristes, con rictus de dolor. Todos y todas eran víctimas. Grandes áreas de riego de Gómez Palacio y Torreón anegadas. San Pedro de las Colonias y Francisco I. Madero yacían bajo el agua, donde nace la laguna de Mayrán.

Otro episodio lagunero digno de evocación.

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