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Una reyerta

No Hagas Cosas Buenas…

ENRIQUE IRAZOQUI

México está entrando en tiempos difíciles para todos. Sin desdeñar un ápice que ciertamente en muchas regiones del país el problema más grave es que siguen viviendo es que su población continúa a merced del crimen organizado, hoy el ambiente político está crispando más las cosas.

En nivel nacional la contienda escalará a un nivel de rispidez inédito en los tiempos modernos. Cierto que tenemos en el antecedente de la elección del 2006, donde por un ápice Felipe Calderón Hinojosa venció a Andrés Manuel López Obrador, pero hoy las condiciones son más complejas.

En aquel entonces, el PRI había sido derruido desde adentro cuando Roberto Madrazo dinamitó su propio partido agandallándose la candidatura. En sus pugnas internas, Madrazo confrontó a la maestra Elba Esther Gordillo, quien primero dedicó su poder a impedir que el candidato del PRI tuviese posibilidad alguna de llegar, para luego en el mismo día de la jornada electoral, poner a disposición de Calderón su inmensa estructura electoral para derrotar al Peje. Sobra decir que la maestra cobró por ello al régimen al que ayudó a llegar.

A los días que Felipe Calderón se sentó en la silla presidencial en el mes de diciembre de 2006, abrió la Caja de Pandora. Con su peregrina idea de publicitar su "Guerra contra el Narco" el presidente Calderón en cierta forma contribuyó de manera esencial para que a violencia del narco cayera sobre muchos mexicanos, con todo lo que ello implica.

Crímenes atroces, desaparecidos, secuestros, extorsiones, mutilaciones y toda clase de tropelías se vivieron desde entonces, en una abierta guerra de los cárteles de la droga que una vez roto su frágil equilibrio decidieron convertir a muchas regiones del país en un campo de guerra, y los ciudadanos, en parte del botín de la misma.

Seis años después, la elección del 2012 transcurrió en un ambiente menos polarizado al del sexenio anterior. Ya desgastado el panismo tras doce años del ocupar la presidencia del país, el PRI estaba presto para retomar el poder. Las estructuras electorales del tricolor que habían sido reconstruidas desde los poderes locales que residen en los estados alienados en férrea disciplina, lograron ganar los comicios presidenciales de hace seis años con un margen suficiente para evitar lo que se había vivido en el 2006. En esta ocasión, aunque López Obrador quien sufría su segunda derrota volvió a alegar fraude, Peña tenía los suficientes votos para no dejar a dudas quien había ganado.

El sexenio del priista Enrique Peña Nieto inició con vigor. Bajo el Pacto por México, negoció con fuerzas opositoras reformas estructurales de gran calado, lo que le valió incluso reconocimiento internacional. En el plano de la seguridad, su gobierno decidió más allá que acciones efectivas para retomar el estado de derecho, una campaña de operación en los medios de comunicación para que éstos sacaran de las portadas o cortinillas de los noticieros, las notas de carácter policiaco. En otras palabras, el gobierno de Peña pensó que "echando la tierra debajo del tapete" el problema desaparecía. La realidad es que todo apunta para que este sexenio supere el número de homicidios dolosos que al anterior. El año pasado fue el más violento en la historia de México desde que se llevan el registro de este delito.

La gravedad ahora es que a diferencia del 2006, quien ahora está en la presidencia es el más rancio priismo, que desde su ADN tiene la imposición de hacer todo lo que esté en sus manos para aferrarse al poder, y nada lo detendrá en su lance. La elección del Estado de México es el referente más próximo de lo que son capaces de hacer. El narco es un elemento más, con mil facetas ocultas.

Sumado a ello, la contienda hasta ahora parece de ser entre tres con posibilidades reales (los 3 independientes serán testigos de la contienda), presenta un tercero en discordia entre el oficialismo y el claro puntero de las encuestas, que está en segundo lugar detrás de AMLO, dejando en la zaga al candidato oficial José Antonio Meade. Ricardo Anaya, el candidato de Frente (que conforman Acción Nacional, el PRD y Movimiento Ciudadano) parece que ha sabido colocarse como la segunda opción, superando a Meade, acción clave para los que apuestan en día de las elecciones capturar el voto anti López.

Ya estamos viviendo la guerra de lodo que están viviendo López, Meade y Anaya. El primero, con mucho más experiencia, ha logrado presentarse mucho más conciliador y moderado, aunque ha incluido a personajes impresentables como Napoleón Gómez Urrutia y hasta la propia Elba Esther, su añeja rival. Recientemente, en una declaración ante la Convención Bancaria, AMLO habló de soltar el tigre, una elocución para advertir violencia si ocurre un fraude electoral. Aunado a ello, sus partidarios están adoctrinados a tal nivel que hace imposible el diálogo con quienes piensan diferente a ellos. Anaya muestra también un tono beligerante y es obvio que de la manera que se hizo de la candidatura, carece el joven de respetabilidad, él es un hábil y sagaz oportunista.

José Antonio Meade puede poseer las mejores cartas personales, pero el partido y lo que él representa no hacen sino condenarlo a ser lo que el priismo ha sido mayormente ya lo que están dispuesto a realizar para ganar como sea la presidencia.

Oscuros tiempos para la sociedad mexicana, que ni siquiera el 1 de julio veremos el fin de esta reyerta que lejos está de ser una contienda de un país democrático.

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