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Los hombres del presidente

El título de este comentario no se refiere a la película (1976), protagonizada por Robert Redford y Dustin Hoffman, quienes, en papel de periodistas, investigan una serie de eventos políticos en la Casa Blanca, en el período de Nixon, quien termina renunciado por el caso Watergate; se refiere, este comentario, a la gente más allegada a Peña Nieto, quienes en reunión ex profeso, citados por el presidente en cuestión, so pretexto de evaluar el final de la precampaña de José Antonio Meade, exhibieron su desnudez política con zalamerías, halagos y lisonjas, más que al presidente, a las obras por él emprendidas.

Nada hay tan despreciable y execrable que un montón de aduladores, alabanceros, y labiosos, quienes por turno vertieron paletadas de elogios, encomios y loas a la figura presidencial por la implementación de las reformas estructurales que, para ellos han sido factor de “crecimiento” sostenido en México. Hicieron de las reformas una evaluación de sus bondades y fortalezas, desde su óptica muy personal y a modo de su propia circunstancia, pues en ningún momento de habló de sus debilidades y de sus “logros”.

Ridículo espectáculo han de haber protagonizado los que se han apropiado de México, echándole porras al “Señor Presidente”, quien para la mayor parte de la ciudadanía es y ha sido hasta hoy el peor de todos los presidentes de México, debido principalmente a la corrupción y a la impunidad; al fracaso en la economía ya que, contrario a la promesa de Peña Nieto acerca de erradicar la pobreza, ésta ha aumentado en sus índices; y en cuanto al crecimiento sostenido, tal vez haya algo de verdad, pero no ha sido incluyente con la sociedad.

En general, se podría decir que los elogios vertidos caen en el campo de la sátira, toda vez que el Titular del Ejecutivo, después de imponer 13 reformas estructurales, ninguna ha resultado exitosa, y de éstas la energética y la educativa se llevan la rechifla; y por lo que toca a su responsabilidad, Peña Nieto ha eludido todo lo que compete al Caso Iguala, y al escándalo de la Casa Blanca de la primera dama.

El exceso de presidencialismo, el fracaso en las reformas, la escalada de violencia por la delincuencia organizada, la falta de justicia en acontecimientos trágicos como Tlataya, Ayotzinapa, Apatzingan, Ecuandureo, ejecuciones, desapariciones forzadas, asesinatos de periodistas y activistas de los derechos humanos han provocado la ira del pueblo mexicano, la decepción del partido oficial y la pérdida de confianza en el gobierno, en cuando menos el 70 % de la población.

Un presidente envuelto en problemas de conflicto de interés y cómplice por omisión o comisión en delitos de corrupción, junto con el que fuera Secretario de Hacienda (Meade) a quien, descaradamente ungió como candidato para que le sucediera en el poder, pidiendo a sus colaboradores hablar de sus contados logros para calmar el enojo de la sociedad, es simplemente patético.

¿Quién en su sano juicio habría de alabar el desempeño del presidente? Sólo sus allegados, su gabinete, los funcionarios y políticos, cuyo interés desmedido les ha provocado miopía y pereza mental para ver la realidad. Querer desinformar lo que todos los mexicanos ya sabemos, y lo sabemos porque a diario sufrimos los efectos de la reforma energética: el aumento en los precios de las gasolinas y el gas LP, así como de algunos productos de la canasta básica y su repercusión en la precaria economía familiar, es como querer tapar el sol con un dedo. ¿Cómo no quiere el presidente que el pueblo esté iracundo contra él y su gabinete? ¡Y así hay quién lo alabe y siga apoyando al PRI!

Héctor García Pérez

Comarca Lagunera

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