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Mujeres y nuevo concierto social

NUESTRO CONCEPTO

Considerar a las mujeres una minoría cuando en casi todas las sociedades representan la mayoría de la población reproduce los patrones de conducta que hoy están siendo cuestionados por la lucha feminista desde sus cimientos. La nueva ola -no es la primera- de denuncia contra el machismo que ha cobrado gran fuerza principalmente en los países desarrollados y que ha tenido repercusiones en naciones emergentes, como México, plantea numerosas y valiosas interrogantes sobre la forma que debe adoptar una sociedad más justa y equitativa y, por ende, menos hostil, para las mujeres.

El pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, las mujeres que decidieron tomar las calles lo mismo en la Ciudad de México que en Madrid, lo hicieron con una convicción: no hay nada qué celebrar, es tiempo de luchar. Luchar ¿por qué? El catálogo es largo: por acabar con la violencia y discriminación en los espacios familiar, laboral, político y público. Por poner freno los feminicidios. Por tener acceso a las mismas oportunidades que los varones. Porque las instituciones públicas no invisibilicen la desigualdad de género. Porque las mujeres puedan sentirse seguras sin la necesidad de ir acompañadas por alguien. Porque no sean revictimizadas cuando denuncien un abuso. Porque, en suma, su voz se escuche igual que la de los hombres.

Es natural que, como en cualquier otra lucha, existan reacciones y cuestionamientos que pongan en duda los fundamentos y alcances de la lucha feminista. Y esto es sano que exista, porque al final la discusión se enriquece. Muy distinto es la descalificación, cuando no el insulto abierto, de quienes defienden un statu quo o no están dispuestos a ceder el poder. Porque al final todo esto se trata de un asunto de poder. El poder que durante siglos el hombre ha ejercido sobre la mujer en los múltiples ámbitos de la vida, con muy contadas excepciones. Las estadísticas así lo indican: las mujeres son, con mucho, las principales víctimas de violencia sexual, así como los hombres son, con mucho, los principales victimarios de ese tipo de agresión. La mayoría de los puestos directivos en empresas están ocupado por hombres, al igual que la mayor parte de los cargos ejecutivos de los gobiernos. Sólo por citar unos ejemplos.

Si bien es cierto que en las últimas décadas ha habido mejoras en las condiciones social, familiar y política de las mujeres, la realidad nos enseña que aún queda mucho camino por recorrer. Más allá de los escándalos o la “guerra de verdades” que inundan los medios o redes sociales cuando se denuncia públicamente un presunto abuso o iniquidad, la importancia que está cobrando la lucha feminista, con todo y lo que algunos pueden considerar “extremismos”, ha puesto sobre la mesa la revisión del papel de hombres y mujeres en la construcción de un nuevo concierto social. Un nuevo concierto que comienza por equilibrar el piso del que parten unas y otros a la hora de emprender sus proyectos de vida. Y esto implica, necesariamente, primero escucharlas a ellas y luego, todos juntos, construir las armazones institucionales necesarias para crear, perfeccionar y hacer efectivas las leyes de equidad.

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