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Por un país de leyes libres

Nuestra sociedad está dividida por dos clases de personas; un grupo lo integramos quienes vivimos el día a día de manera normal -sin importar capacidad económica ni clase social- y que nos esforzamos por superar cualquier obstáculo para alcanzar nuestros objetivos de manera honesta y productiva, y otro grupo dominante –donde se encuentran nuestros políticos y servidores públicos- que no trabaja porque vive de los recursos que generosamente las leyes les proporciona al ofertarlas y ponerlas al servicio del mejor postor. La Ley es el muro que nos mantiene divididos y no es cuestión de respeto, es porque el grupo dominante la tiene de rehén y la maneja a su antojo. Este grupo de nefastos individuos se nutre de la actividad de los partidos políticos que son los que a su vez, aportan los elementos necesarios e incondicionales que conforman la cámara de Diputados y de Senadores y de tanto funcionario y empleado de gobierno deshonesto que debiera estar a nuestro servicio.

Es bien sabido que las Leyes no se hacen para proteger nuestras personas mucho menos para proteger nuestros intereses, más bien se hacen a modo siguiendo el interés del “poderoso caballero, don dinero” sin importar su procedencia. Muchas iniciativas de Ley solo se generan para aparentar que social y políticamente somos importantes, bien sabe quién las aporta, cuáles serán agendadas para ser discutidas y aprobadas y cuáles lamentablemente quedarán relegadas o definitivamente rechazadas porque no son negocio o porque atentan en contra de sus propios intereses. La Ley se aplica solamente a esos que no le llegan al precio y no es cosa de suponerse, todos hemos sufrido de alguna manera alguna extorsión para regresar nuestra vida a la normalidad, desde la extorsión de un modesto agente de tránsito o un empleado de ventanilla, hasta por la sentencia de algún juez o magistrado o para conservar la vida dentro de un penal. Los medios informativos nos dan cuenta también de como la Ley se vende y es generosa para gobernantes corruptos y para quien la paga en metálico o a cambio de algún favor.

Da pena, pero hay que reconocer que en este tiempo electoral, la gran cantidad de postores políticos no da para lo elemental; ninguno ofrece una plataforma de país verdadero, nadie quiere reconocer que el desarrollo del país se obtiene a partir de las Leyes, libres y soberanas. Ningún candidato se ha referido ni ha reconocido que nuestras Leyes son importantes para terminar con la violencia, para recuperar la productividad y la paz social que urgentemente necesitamos; que es rehén de nefastos políticos, negros funcionarios y empleados públicos rapaces, y que por lo tanto resultará imposible comprometerse a liberarlas y a ponerlas al servicio de la sociedad.

No importa quien finalmente triunfe, no pasará nada, como nada cambió en el gobierno de Vicente Fox ni con el gobierno de Felipe Calderón ni cambiará nada si triunfa el Peje o la Zavala, el que sea, todos tienen compromisos y eso les resta poder para hacer cambios en nuestro beneficio. Todos los aspirantes de ahora quieren seguir viviendo y enriqueciéndose a costa del poder público, simplemente porque siempre lo han hecho así y porque verdaderamente les falta capacidad de servicio. También debemos saber que un buen y auténtico candidato independiente es aquel que no necesita vivir de nuestros recursos, que debe ser un ente libre, autosuficiente y suficientemente productivo; es aquel que no necesita asociarse con pandillas de oportunistas y deshonestos individuos para alcanzar el gusto y la aceptación popular.

Juan Antonio Aguilar Tello

Torreón, Coah.

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