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Enfoque

De intelectuales y política

RAUL MÚÑOZ DE LEÓN

Con una ligera desviación de la línea que nos hemos propuesto, abordamos en este Enfoque un tema importante y de elevado significado: la relación real o ficticia entre la praxis política y el segmento reducido y selecto conocido como el de los intelectuales.

Dice el académico y escritor Armando González Torres, en su Ensayo "Acerca de los Intelectuales", que en México durante mucho tiempo, los avatares de la construcción nacional, la escasez de opciones liberales independientes y la fascinación por el poder "propiciaron una peculiar relación entre el estamento literario e intelectual y la clase política, que frecuentemente desembocó en la colaboración".

Así, desde los períodos posrevolucionarios, "la figura del político que construía proyectos de nación se asoció a la del líder intelectual que edificaba tradiciones y creaba instituciones culturales, modulaba el gusto y la sensibilidad del pueblo, reivindicaba y actualizaba la cultura nacional".

De este modo, la colaboración e incluso la identificación de la tarea del escritor con los objetivos y fines del Estado y la Patria, constituía una legítima alternativa en el mundo de la cultura. La violencia institucional exhibida en 1968 desprestigió esta idea, radicalizando las posturas entre los integrantes del mundo de las letras y obligó a los escritores a redefinir su identidad política y su ideología. Ejemplo visible de esta actitud intelectual fue Octavio Paz, quien se enfrentó temerariamente al gobierno por los hechos de Tlatelolco.

Xavier Rodríguez Ledezma en su libro "Escritores y poder", toca el tema relativo a la naturaleza del mundo de las letras y del poder, y sugiere un recuento de las relaciones de estas dos entidades a partir de los acontecimientos del 2 de octubre. Es un estudio muy documentado en donde Rodríguez "pulsa" el asfixiante ambiente intelectual y político de las décadas 1968-1994, de Díaz Ordaz a Salinas, con la reproducción de los principales debates sobre la función y el deber de los intelectuales, reseñando las diversas etapas de romance y divorcio entre los escritores y el poder.

En México, el intelectual, hombre de letras y saber, ha sido a lo largo de Siglo XX y lo que va de éste, una figura persistente y al mismo tiempo ambigua en la vida pública; no obstante que en distintas épocas los hombres de saber han jugado un papel destacado, son muy pocas las etapas en que han desempeñado una función activa y variada; sin embargo, es cierto que la creciente importancia de la opinión pública, el avance de la democracia y el prestigio del pensamiento ideológico, han propiciado un auge de la figura del intelectual.

1968 fue un parte aguas; los sucesos de tal año propiciaron un ambiente de politización y efervescencia ideológica, hermanaron la crítica social con la actividad intelectual y artística y provocaron un importante relevo generacional en la vida cultural mexicana. En los años posteriores, los escritores debatieron sobre su identidad, enfrentándose a un poder deseoso de recuperar su legitimidad, incorporando a su ámbito al lustre de la inteligencia, y a las tentaciones de la intransigencia crítica y la violencia.

En su libro, Rodríguez Ledezma inscribe los principales debates sobre el quehacer intelectual, revisa las diversas posiciones que se asumieron durante el período de Echeverría: la crítica de frente de algunos escritores de izquierda, la distancia crítica de autores como Octavio Paz, la colaboración de pensadores como Carlos Fuentes y Fernando Benítez, o el perspicaz y cáustico escepticismo de escritores como Daniel Cosío Villegas. Asimismo describe los mecanismos de cooptación (prebendas, atenciones, invitaciones a giras, etc.), y las estrategias para la neutralización de la crítica, que culminó con el ataque al Diario Excélsior, y a su director Julio Scherer.

El nuevo conflicto entre el poder y los intelectuales; la aparición de un público clasemediero, ampliando el mercado intelectual, provocaron el surgimiento de publicaciones independientes, orientadas a la izquierda, como Proceso, Vuelta, Unomásuno y Nexos que, en conjunto, propiciaron la formación de una nueva generación de consumidores culturales con un gusto y una afilada conciencia crítica, surgida de la explosión educativa de los setenta.

A pesar de todo, la existencia de un número más amplio de empresas culturales independientes, no impidió la atracción de algunos hombres de letras por el poder. Si bien los gobiernos de López Portillo y De la Madrid fueron más reactivos que activos, ante la posición crítica de los escritores, Salinas de Gortari convocó de nueva cuenta a la participación de los ciudadanos de las letras que marcó, no obstante, una de las épocas de mayor división y enfrentamiento entre el gremio de los escritores.

El trabajo de Rodríguez Ledezma aporta una memoria que contribuye a valorar el debate de las ideas y a cotejar posiciones y virajes intelectuales para quien la modernización de muchos aspectos de la vida nacional, no altera las formas anacrónicas de organización y ascenso intelectual, ni la relación incipiente entre el pensamiento y el poder. Propone por tanto, una perspectiva más realista que enfoque la figura del escritor sin los rasgos míticos que los mismos intelectuales se atribuyen (monopolio de la crítica, heroísmo de la opinión), sino que permita esperar de ellos una función social más limitada, más genuina y responsable de los hombres de letras.

Para el autor de "Escritores y Poder", hay coincidencia de muchos al opinar que el intelectual consolida su ascendencia social durante la polémica originada por el caso Dreyfus en Francia, pues en tal ocasión: "El compromiso masivo y espontáneo de profesores y escritores daba brillantemente fe de que ya era imposible gobernar a los hombres contra las leyes del espíritu. El pensamiento también tomaba conciencia de que era un poder dentro de la democracia".

Reseña del caso: Año 1894; el militar francés de ascendencia judía, Alfred Dreyfus, fue acusado de practicar espionaje para los alemanes. Se montó un juicio de escasa transparencia, amañado y fue condenado a prisión perpetua. Surge entonces un intelectual, Bernard Lazare, que se dedicó a demostrar la inocencia del sentenciado, cuya condena se asociaba al antijudaísmo. Cabildeó para que el parlamento promoviera la revisión del caso, pero fue obstaculizado por el clima de exaltación nacionalista y la intransigencia del gobierno y del ejército. Entonces, Emilio Zolá, dramaturgo y novelista de mayor fama en Francia, con indignación apeló a la opinión pública mundial, lanzando su célebre "Yo acuso", fustigando a los responsables del fallo y contraponía los valores de verdad y justicia a las razones de Estado.

La actitud del novelista francés lo llevó a los tribunales; hombres de letras y profesores se aliaron espontáneamente con él, por lo que fueron identificados peyorativamente como "los intelectuales". La efigie de Zolá fue quemada por los estudiantes nacionalistas, y el escritor, derrotado y perseguido, abandonó temporalmente Francia. Después de algunos años aparecieron nuevos implicados y nuevas evidencias que obligaron a reabrir el caso Dreyfus; el militar volvió a ser juzgado y condenado a 10 años de prisión. Hubo indignación general, provocando que el gobierno lo indultara y posteriormente lo rehabilitó y ascendió.

Sin el ánimo de extendernos más en la reseña del caso, es conveniente advertir, sin embargo, que la rehabilitación de Dreyfus se debió más a determinadas circunstancias políticas, que al activismo de los intelectuales. No obstante, este hecho reforzó la legitimidad del llamado intelectual independiente y propició el despegue de una figura capaz de interpelar a los poderes y las ideologías, que disputó el prestigio y las adhesiones con otro tipo de intelectual: el comprometido con la revolución social y vinculado a partidos.

Russell Jacoby, sociólogo norteamericano, autor de un interesante ensayo titulado "Los últimos intelectuales. La cultura americana en la época de la academia" en el que sostiene que "frente a los intelectuales públicos de las primeras décadas del siglo veinte, que se dirigían a un auditorio culto pero no especializado y eran capaces de entender, vincular e introducir en el debate colectivo los desarrollos en diversas disciplinas, se ha erigido una especie de profesores que se ha refugiado en los campos universitarios; se ocupa, a veces con una jerga artificialmente especializada, de temas extremadamente particulares y conserva como interlocutores únicamente a un puñado de colegas". . . "Las razones de la migración de muchos de los intelectuales más dotados a las ínsulas académicas van desde la transformación del entorno urbano que erradicó los barrios bohemios, hábitat natural del intelectual de viejo cuño, hasta la eclosión de la educación superior a partir de los años 60, que ha multiplicado la demanda de cuadros académicos".

Con el predominio de la academia, las formas de organización y ascenso intelectual han cambiado radicalmente y las posibilidades de reconocimiento y promoción profesional de un politólogo, un sociólogo y un filósofo, pongamos como ejemplo, ya no dependen de su credibilidad o de su capacidad de comunicación y persuasión pública, sino de determinados criterios de productividad, del apego a un modelo de estilo y rigor académico y, sobre todo, de las relaciones que guarde con el reducido círculo de sus colegas,

El diagnóstico de Jacoby contiene ciertas exageraciones, idealizando la figura del intelectual del pasado inmediato, pero no deja de constituir una descripción de los obstáculos y condicionamientos que enfrentan en su tarea crítica los intelectuales en la época contemporánea. Los extremos del descarado pragmatismo o del pensamiento ornamental que invaden las aulas, capaces de insertar las discusiones de diversas disciplinas en el debate público desaparecen sin dejar descendencia; en la medida en que el saber especializado se desvincula de la moral práctica, aumenta el riesgo de que el derecho de opinión, apreciación y decisión sobre temas que conciernen a la colectividad, se reserve a nuevas y disimuladas posturas individualistas.

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PÉSAME.- Con profunda pena expreso mis respetuosas condolencias a la señora esposa, hijos y nietos del apreciado amigo Arq. Manuel Lozano Domínguez, quien falleció el día 22 de enero del presente año. Hombre cabal, honesto y talentoso que se distinguió en actividades sociales y políticas, con un alto sentido de responsabilidad y profesionalismo. Descanse en paz. RMdL.

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