Otra vez la eterna polémica acerca de equipos que merecen llevar el mote de grandes en nuestro país, hoy por la tarde nos visita un equipo que ha hecho todos los méritos para dejar de ser llamado "grande", pero aun así lo sigue siendo "a la mexicana". Grande a la mexicana es seguir contando con fieles fanáticos que se cuentan por cientos de miles en toda nuestra república, (consulta Mitofsky los ubica como el tercer equipo con más aficionados después de América y Chivas) Cruz Azul sigue contando con una gran cobertura de los medios de comunicación, medios que no son tontos y saben que equipos te dan rating. Para desgracia de los cruzazulinos de lo que más se habla en las últimas décadas no es de grandes proezas en la cancha, sino "A Series of Unfortunate Events" parafraseando la estupenda película protagonizada por el gran Jim Carrey, mil veces mejor en el papel del conde Olaf que el que hace Neil Patrick Harris para Netflix, pero no nos desviemos, hablamos de una serie de eventos desafortunados que se han ido encadenando para mantener en la miseria al equipo cementero.
Aun así, los leales al Cruz Azul se mantienen como esas familias que una vez fueron ricas y ahora sólo les queda el orgullo de decir que son de un linaje especial, a pesar de arrastrar el prestigio desde hace décadas, la única época gloriosa que vivió el equipo azul fue en la década de los setenta cuando ganó siete de sus ocho títulos, incluyendo un tricampeonato y un bicampeonato, la forma en que ese equipazo trituraba a sus rivales hizo que el gran Ángel Fernández lo bautizara como "La Máquina Cementera de la Cruz Azul" y eso era, una máquina poderosa con genios en la cancha como, Fernando Bustos, Octavio Muciño, Alberto Quintano, Eladio Vera, Cesáreo Victorino, Kalimán Guzmán y, por supuesto, en el arco Superman Marín, los dirigía el güero Raúl Cardenas.
Pero después vino una época de incertidumbre y ausencia aguda de campeonatos, hasta el Invierno del 97 con la legendaria patada de Comizzo que hirió a Carlos Hermosillo en el área para un claro penal y expulsión, pero Arturo Brizio árbitro de ese partido de final de vuelta, decidió "castigar" al violento portero argentino dejándole en el campo enfrentando a un vendado de la cabeza, pero no del alma, Hermosillo que con personalidad cobró y le dio el ansiado título a la Máquina después de 17 años de espera. En el momento que la pelota rebasó la línea de gol el partido terminó por la regla del gol de oro en tiempos extra. Yo me pregunto, y si Comizzo ataja el penal ¿Quién hubiera sido el "castigado? Por cierto, en ese torneo, Invierno de 1997 ha sido la única vez que Santos Laguna ha terminado en último lugar de la tabla de posiciones, lo increíble es que Alfredo Tena, técnico de ese equipo había sido campeón con los guerreros sólo un año antes.
En la actualidad todos tenemos amigos, compañeros de trabajo o vecinos que "le van" al Cruz Azul en cualquier parte de nuestro país, de ahí reiteramos la grandeza a la mexicana de este club, bien lo dijo otro de los directores técnicos sacrificado al ser arrojado al volcán azul para ver si así los dioses del futbol terminan la maldición, nos referimos al español Paco Jémez cuando dijo: Cruz Azul no es un equipo grande, sino un club grande". Aun con un título en los últimos 37 años es increíble, loable y hasta conmovedor escuchar a los irrenunciables de la máquina exclamar los sábados con voz tronante: "Hoy juega la poderosa Máquina"
Pues hoy domingo juega "La poderosa Máquina" en el Corona contra los Guerreros del Santos Laguna, y viene Pedro Caixinha que ahora estará en la banca visitante, como lo han estado tantos exentrenadores de los laguneros, pero esta ocasión es especial por la personalidad explosiva del lusitano, viene cargando una gran presión, aunque humorista como también lo es, ante la insistencia de la prensa chilanga que ahora si estaba sintiendo lo que se llama presión , les soltó: "¿presión? Presión la que sentía cuando dirigía al Santos, esa sí era presión, aquí no he sentido la más mínima" para un chilango y sobre todo periodista es un golpe a la arrogancia ranchera que caracteriza a los medios capitalinos. Ahí se ven.
