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Atkinson y la seriedad de una pipa

El cómico británico se mete en la piel de Maigret

Foto: ITV/Ealing Studios

Foto: ITV/Ealing Studios

REDACCIÓN S. N.

¿Has visto algún filme donde Mr. Bean hable? Los hay, empezando por el par de ocasiones en que ha interpretado al agente secreto, Johnny English. En la carrera de Rowan Atkinson, pues es de él y no de su mudo personaje de quien hablamos, hay más que gestos exagerados o situaciones disparatadas.

Desde hace un par de años, es posible verlo fumando pipa en el célebre Quai des Orfèvres, sede de la Policía Judicial en París, en la oficina más famosa del inmueble, la del inspector en jefe Jules Maigret.

En diciembre pasado Atkinson estrenó el segundo episodio de la segunda temporada de Maigret. En realidad se trata de la cuarta película para televisión en la que Rowan encarna al detective creado por el escritor belga Georges Simenon.

Esta producción representó la vuelta del actor a la pantalla chica tras dos décadas de ausencia; las cintas se transmitieron en ITV, cadena de televisión de Reino Unido y lugar de nacimiento de Mr. Bean.

Para el detective francés, en cambio, se trata de su enésima incursión en los espejos negros de los receptores, antes análogos, hoy digitales, tanto grandes como pequeños.

PERMANENCIA

El inspector Maigret es uno de esos personajes siempre presentes, ya sea porque llega a las librerías alguna reedición de las novelas de Simenon o porque en Occidente se le tiene mucho aprecio y alguien decide adaptar sus aventuras a veces por primera ocasión a un formato audiovisual.

En estos días, con su abundancia en materia de seriales y filmes de policías y homicidas donde la hipertecnología, la superproducción, los efectos especiales, y tramas arriesgadas son los acordes dominantes, Maigret es una nota discordante.

Las evidencias no van más allá de los cadáveres, las manchas de sangre, un pedazo de tela, un billete de tren. El trabajo policíaco es de vieja escuela, partir de conjeturas, hacer muchas preguntas, atar cabos, reflexionar sobre la cuestión a niveles de obsesión muy marcados, una alta dosis de sentido común.

En un par de comentarios sobre la serie se dice que al principio cuesta trabajo ver a Rowan encarnando a un detective tan contenido, tan paciente y meticuloso. Para los seguidores de las aventuras del inspector francés es igual de complicado ver a Maigret, descrito por su autor como gordo, perspicaz y meditabundo, en la piel de Atkinson.

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Foto: ITV/Ealing Studios

EPISODIOS

Hasta ahora, el comisario y sus fieles ayudantes, Janvier y Lapointe, se han dado a la tarea de resolver cuatro misterios. Cada episodio, autoconclusivos todos ellos, tiene una duración de hora y media.

El primero, Maigtret tiende una trampa, nos pone tras los pasos de un homicida serial de mujeres. Presionado por sus jefes, el detective francés decide darle a entender a la opinión pública que hay un sospechoso en detención para enfadar al ignoto asesino mientras la policía monta un operativo en el que una docena de agentes femeninos salen solas a las calles y vestidas de paisano para atraer al perpetrador. Las cosas no salen del todo bien y, peor aún, detalles de la operación acaban en la prensa.

En el segundo, El hombre muerto de Maigret, un hombre llama por teléfono al Quai des Orfèvres, intenta llegar hasta el inspector, pero sus perseguidores se lo impiden. El informante aparece muerto con señas de haber sido victimado por una mafia local. Maigret decide investigar, pero sus jefes criminalizan a la víctima, le piden archivar el caso y apoyar con todos los recursos de la Policía Judicial la investigación de unos brutales homicidios en unas casas de campo.

En Maigret: una noche en el crucero, el cadáver de un joyero judío es descubierto en el automóvil de un peculiar inmigrante que, al ser acusado de asesinato, intenta suicidarse. Maigret hace equipo con un viejo amigo de la Academia de policía para esclarecer ese crimen donde los diamantes brillan como la sangre.

Finalmente, Maigret en Montmartre nos transporta hasta los bajos fondos donde una prostituta reformada y una condesa adicta a la morfina son asesinadas la misma noche. Las escenas de ambos crímenes tienen un elemento en común que aumenta el desconcierto del inspector: la presencia de un tercero, un testigo que ahora está en la mira del homicida.

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Foto: ITV/Ealing Studios

CONVINCENTE

Entrar en la mente del asesino es algo a lo que nos han acostumbrado las series policíacas. El ejercicio deductivo de Maigret no va tan hondo como para recrear un expediente de traumas transmutados en crímenes horrendos. Su capacidad de empatía es quizá su principal herramienta a la hora de dar con las motivaciones de los malhechores.

Detrás de los actos más atroces bien puede haber un ser perturbado, pero también una persona agraviada; puede haber un alma codiciosa o un libertino; un oportunista o alguien que simplemente busca una vida a la altura de sus expectativas.

El tratamiento de cada pieza de información es clave para dar con el mecanismo que activó el puñal o la pistola.

En esta serie, y en cualquier libro de Maigret, los criminales no son sino seres rotos que entran en la órbita de un detective presto a armar el rompecabezas, bueno para extraer la imagen completa de los exitosos, mas no perfectos, atentados contra vidas ajenas.

En cuanto al carácter del protagonista, son varias las escenas para hacerse con una idea clara. En uno de los episodios, el comisario siente culpa por el cadáver de una joven trabajadora de un garito. La mujer había hablado con él en las horas previas a su muerte para denunciar que un par de hombres habían hablado sobre asesinar a una condesa.

En un diálogo con Janvier, el inspector comparte sus pensamientos. La víctima había acudido a ellos en busca de protección y les contó una historia sobre dos hombres en apariencia ficticios que planeaban un asesinato. En realidad, concluye, la joven quería protección, pero él no supo verlo y dejó que se marchara. “Entonces, tenemos que encontrar al responsable”, dice Janvier. “Yo soy el responsable, pero encontraré a quien la asesinó”, replica Maigret.

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Foto: ITV/Ealing Studios

PERSONAJES

Janvier, interpretado por Shaun Dingwall, es el fiel segundo del inspector, su mejor agente y hombre de sus confianzas. Es un agente duro, algo ingenioso, no tan perspicaz. Respeta mucho a su jefe mas no duda en exteriorizar su inconformidad cuando la cuestión es muy desigual. En una escena protesta porque Maigret se asigna la tarea de entrevistar a unas mujeres hermosas mientras a él le ordena salir al frío a dar con un chapero que conocía a una de las víctimas.

Un personaje que en la serie gana un protagonismo del cual carece en las novelas es Madame Maigret. Lucy Cohu hace a la consorte del comisario y sus aportes (fruto del diálogo en el hogar) a las investigaciones, aunque contados, son sustanciales. En uno de los capítulos un encargo que realiza sobre un tema en apariencia secundario acaba por entregar a su marido una pieza clave en un caso cuya complejidad desorienta incluso a los más agudos espectadores.

Otro integrante del equipo es Lapointe, un investigador cumplido aunque no tan experimentado. Leo Staar es el encargado de encarnarlo con decoro.

En la serie también se puede apreciar un buen trabajo por parte de Tom Wlaschiha, mejor conocido como el asesino Jaqen H'ghar de Juego de tronos, y Douglas Hodge, quien ha aparecido en series como The night manager, Penny dreadful y Black mirror.

No obstante, faltan elementos que los simpatizantes del detective francés no dejan de notar. Por ejemplo, la serie comienza con Maigret siendo presa del calor en su cuartel general, cuando lo normal en él era pasar frío en esas oficinas, algo que remedió colocando una vieja estufa.

Los cuatro filmes tiene buenas hechuras. Algo que sobresale es el ritmo que se imprimió a los metrajes. Uno pensaría que con la hora y media de duración de cada historia habría muchos momentos alargados de forma innecesaria, pero no. Los capítulos atrapan incluso a espectadores habituados a la marcha, en tercera o cuarta velocidad, de otros seriales. Los modales del Maigret de Atkinson son, bajo la dura tiniebla del crimen, un paño suave puesto a despejar sombras.

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