Partidos y “clase” política
La supuesta contraposición de ideologías haría impensable la cópula, pero el pragmatismo con grueso barniz de cinismo la hizo posible.
El desprestigio que han creado y siguen creando a los partidos políticos los gobernantes emanados de ellos y los propios dirigentes de esa herramienta de desarrollo social, igual que innumerables ciudadanos, grupos de presión y corrientes de opinión, ha acarreado hacia ambos desconfianza y antipatía.
Sin embargo el partido político es un organismo legitimado por la historia como instrumento cívico. Conviene depurarlo. No se avizora para el futuro ninguna herramienta de potencia similar a la del partido político para competir por y llegar a la conducción de una nación de forma pacífica.
Los dirigentes de los partidos, así como los gobernantes, han demeritado las funciones de esa organización y con ello la personalidad del político en la sociedad. La gente dice, generalizando, “los políticos” para referirse a los malos gobernantes. Y la mancha de desprestigio se extiende.
También se ha nombrado “clase política” a los gobernantes y a los partidos prevaricados, lo que permite decir, en términos del marxismo-leninismo, que ya no nada más existen como clases los explotados y los explotadores sino que medra entre ambas la “clase” política.
Esto parece confirmarse con las alianzas que para el actual proceso comicial han enlazado los partidos. La supuesta contraposición de ideologías haría impensable la cópula, pero el pragmatismo con grueso barniz de cinismo la hizo posible ya que en realidad son iguales, son la “clase política”.
Como “clase”, los partidos políticos prevaricados se segmentan y se reagrupan porque a fin de cuentas confirman lo que las teorías políticas sostienen: el partido político se forma por la correspondencia de intereses entre sus afiliados. El interés mayor de la “clase política” es mantenerse en el poder.
Al dirigir una mirada radical a la sociedad Marx observó que en la base sólo existen dos clases, burguesía y proletariado, explotados y explotadores, clase trabajadora y clase que vive de explotar en su beneficio las capacidades, el tiempo, la vida, el trabajo de los asalariados.
A partir de la proposición marxista de la división radical de la sociedad en dos clases, durante la segunda mitad del siglo XX en nuestro país se constituyeron partidos de trabajadores. Sus nombres, principios, estatutos y programas los proclamaban como de la clase trabajadora.
PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores), PST (Partido Socialista de los Trabajadores), PT (Partido del Trabajo), PMT (Partido Mexicano de los Trabajadores, son algunos. Al lado de Heberto Castillo y Demetrio Vallejo participé en la construcción del PMT.
Cuando en la segunda mitad del siglo XX la oleada reaccionaria cubrió al mundo, proporcionó a los corruptos de los partidos en el poder (y hasta los que no), una sombra retrógrada que reveló el verdadero interés que los movía: permanecer encaramados en la riqueza.
Esos militantes del interés protervo, el cinismo y la traición, se han afiliado y reagrupado no por idealismo sino por pragmatismo voraz igual que las organizaciones que los albergan y los ven saltar de una a otra. Tras esa innoble trayectoria aparecen ahora en conjuntos que solicitan el voto.
Si como dicen los clásicos de la teoría del partido político, éstos se forman por la comunidad de intereses, cuesta trabajo creer que se dejen mover por igual los potentados financieros y las obreras de las maquiladoras; el campesino y los magnates mineros; el asalariado y el patrón.
Los intereses de los trabajadores se derivan de su condición de asalariados. Si tienen en común vivir de su salario tienen comunidad de intereses y ello debería conducirlos a crear y utilizar un partido de clase, el de la clase trabajadora, el partido que en realidad atienda sus intereses, incluido el de gobernar para toda la sociedad.
