La danza de los millones
Para el ciudadano común, la palabra millón es una cifra exorbitante; monto que la clase media baja difícilmente lograría tener en sus manos; quienes lograr avanzar hasta la media alta son quienes viven en fraccionamientos en “cerradas” o viven en zona residencial, en una casa que les costó más de un millón y que posiblemente todavía estén pagando a plazos; mientras que la clase alta, constituida por empresarios ricos, con más de una residencia, autos y yate de lujo, “un millón” es un mil pesos. ¡Qué bueno que haya gente rica que tenga empresas y dé empleo a quienes necesitan trabajar ocho horas cuando menos para mantener a su familia!. Qué bueno que hayan nacido en la riqueza o que con hayan aprovechado su inteligencia y las oportunidades para hacer crecer, al paso de varios años y con loable esfuerzo, su capital personal a más de un millón; ¡pero que un político se haga millonario en un trienio o un período sexenal es ilógico, y huele a indecencia y deshonestidad!
En estos meses recientes, no hay día que no se publique una nota relativa a millones que van, que fulano se lleva, que desvía, que “desaparecen” sin explicación; para el caso un botón de muestra en nuestro entorno: 410 millones con Rubén Moreira siendo gobernador, y 93 millones de Riquelme, siendo alcalde de Torreón todavía en 2016. El ahora ex gobernador dizque otorgó tal cantidad a 13 empresas; pero las tales, resultaron fantasmas; mientras que en las cuentas de Miguel Riquelme el gasto de 93 mdp resulta inexplicable, según el análisis que realizó la Auditoría Superior del Estado.
El hecho de que los 93 millones no puedan ser justificados no significa que los haya malgastado, puede ser quizás lo que la ASE indicó: que no se pudo verificar el cumplimiento de los programas porque la entidad auditada “no cumple con lo establecido en el postulado básico de contabilidad gubernamental denominado Registro e Integración Presupuestaria”. La pregunta obligada: ¿Y por qué? ¿Por ignorancia, por ineficiencia, por ineptitud, por negligencia? o fue, quizás un gasto que deliberadamente se ocultó por así convenir a los intereses personales o del partido en el poder. “Piensa mal y acertarás”, reza el dicho; pero lo cierto es que, con o sin dolo, hemos tenido una mala administración, tanto en la alcaldía como en las gubernaturas de los hermanos Moreira.
Lo grave para México, es que este esquema es común en las administraciones públicas de todos los niveles, lo mismo en las panistas que en las priistas (y las perredistas y morenistas no cantan mal las rancheras).
Pregunta retórica ¿A dónde nos lleva esta reflexión? Una respuesta se antoja a bote pronto: Administradores ineptos o corruptos, que para el caso es lo mismo; pues, o no saben gobernar, o no quieren gobernar con honestidad; de cualquier manera el daño se hace y no hay reparación; si la ciudadanía se entera no hay quien denuncie a las autoridades competentes (fiscalía), y si hay denuncia y autoridad, ésta no mueve un dedo para que haya justicia.
Por fortuna la apatía ciudadana ha ido disminuyendo cada día, pues gracias a los medios digitales y electrónicos la gente va tomando conciencia de su rol como ciudadano responsable, y cuando menos comparte en redes sociales su malestar por los actos deshonestos y su desprecio por quienes los protagonizan.
Lo malo es que en cada pifia o tropelía políticas hay víctimas, y éstas siempre son los ciudadanos, quienes eventualmente, sufren por el aumento en los impuestos por parte de los políticos entrantes, y por la aplicación de recursos en pago de intereses por deudas contratadas, dejando con ello de atender las necesidades básicas de los ciudadanos, en lo que corresponde a mantenimiento de carreteras, recarpeteo de calles, capacitación y equipamiento de cuerpos de seguridad pública, y obras de infraestructura diversas que mejorarían las condiciones de vida de los ciudadanía. Conclusión: Malos o peores políticos equivale a estancamiento del progreso y desarrollo.
Héctor García Pérez
Comarca Lagunera
