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LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA

Observaciones a ambos géneros

Si me piden que diga nombres de mujer que terminen en O, inmediatamente pienso en Rocío, en Amparo, Rosario, Socorro, Lucero y Consuelo. ¿Hay muchos? No, solamente esos y quizá alguno más que se me está escapando. Si me piden nombres masculinos terminados en A, la cosa está más difícil. No se me ocurre ninguno. Tal vez José María, pero no, el nombre de María, aunque se aplique a un hombre muy hombre, sigue siendo femenino.

Y es que, en nuestra cultura, particularmente en nuestro idioma, la terminación de una palabra generalmente determina el género. Nombres de mujer terminados en A, hay miles, y nombres masculinos terminados en O, también. Entre las niñas están Alicia, Graciela, Martha, María, Amanda, etc. Entre ellos, Roberto, Mario, Pedro, Pablo, Humberto y muchos más.

No solamente en los nombres personales. En general, abundan las cosas de género masculino cuyo nombre termina en O (caballo, perro, alto, trozo y cuerpo, por nombrar sólo unas cuantas) y muchas cosas femeninas cuyos nombres terminan en A (casa, bonita, caja, sopa, gata, etc.).

Pero nuestro comentario va enfocado en sentido contrario: nos llaman la atención algunas palabras que contravienen la regla: algunas palabras femeninas que terminan en O, poquitas, de momento sólo recuerdo la mano, y una lista enorme de palabras masculinas que terminan en A: el profeta, el artista, el patriarca, el deportista, etc., algunas de ellas que son comunes para ambos géneros. Pero están también el planeta, el problema, el tema y el teorema.

En esta serie, no debemos incluir en el género masculino a palabras como el águila, el agua o el hacha. Lo que pasa con estos vocablos es que no cambian de género: son femeninas y femeninas se quedan. Se les pone el artículo masculino EL solamente en el singular, porque si no se hiciera ese arreglo, se juntarían la A del artículo y la A inicial del vocablo y eso produce cacofonía o mal sonido: Ese sería el caso de la agua, la hacha o la águila, porque la A inicial del vocablo es tónica, es decir, es la que lleva el énfasis. La diferencia se advierte si las usamos en plural, porque decimos el agua, pero no los aguas, sino las aguas, decimos el águila, pero no los águilas, sino las águilas.

ESCRÍBALE A JUAN RECAREDO: [email protected].

PREGUNTA DEL PÚBLICO:

Daniel Espinoza: Según la definición, al cuarto nieto se le puede llamar chorlo o chozno, pero ¿cómo puede llamársele al cuarto abuelo?

RESPUESTA:

Efectivamente, al cuarto nieto (el hijo del tataranieto) se le llama chozno (chorlo, no), pero yo no sé que exista un nombre específico para el cuarto abuelo, es decir, para el padre del tatarabuelo.

Caso extremo para terminar: Era tan tonto que una vez, para matar el tiempo, rompió un reloj. ¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA.

Por: Juan Recaredo

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