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LA TENDENCIA A AYUDAR A OTROS

¿Porqué sentimos compasión por el dolor o necesidades de otros?

Con frecuencia, sabemos de situaciones donde una persona arriesga su vida por salvar la vida de otros. Esto lo vimos recientemente después del terremoto que afectó a la región alrededor de la Ciudad de México. Muchos voluntarios dieron su tiempo personal y se expusieron a los riesgos de un accidente por ayudar en el rescate de victimas que aun estaban atrapadas bajo los escombros de los edificios destruidos. Compasión y conducta altruista se notó claramente en todos esos voluntarios. ¿Que los motivó a responder de esa manera?

También, existen personas que en forma voluntaria deciden vivir un estilo de vida sencillo y humilde con la convicción firme de dar a una comunidad necesitada sin recibir nada a cambio. Este fue el caso de una monja a quien conocí a mediados de la década de los ochenta mientras trabajaba en un programa de asistencia a refugiados cubanos que habían emigrado a los Estados Unidos. El programa patrocinado y administrado por la iglesia católica, con ayuda del gobierno federal, me había contratado para ayudar a estos refugiados en su proceso de ajuste a la cultura americana. La monja, una profesionista en el campo de trabajo social y a quien llamaré hermana Sara, tenía como principio moral el ayudar al necesitado o desahuciado. Para ella, en mi opinión, la fe religiosa había sido un factor importante para explicar su compasión y conducta altruista, sin embargo, había notado que también existía en su ideología un principio de obligación moral no necesariamente de origen religioso.

Seguido, la hermana Sara y yo teníamos pláticas con un buen sabor filosófico. En su mayoría, esas pláticas eran sobre la conducta humana en general y problemas políticos y sociales a nivel internacional. Pláticas sobre el horror que muchos sufrían en sus propios países con gobiernos tiranos y crueles y de la existencia de voluntarios dispuestos a ayudar a las víctimas de alguna manera. Para mí, era muy claro que la hermana Sara tenía la buena intención de ayudar a los oprimidos, quienes a veces eran torturados y/o violados. Gente para quien la libertad era una ilusión.

Ejemplos como la hermana Sara, ya sea en un grado similar, menor o mayor, existen en todas partes del mundo. También, me encontré con personas y grupos que se dedicaban a viajar a otros países, principalmente de África, América Central y América del Sur, entre otros. La misión de estas personas era ayudar a la gente por medio de educación, medicina y construcción de viviendas en áreas remotas y aisladas. La mayoría de estos grupos eran patrocinados por alguna iglesia cristiana.

En aquel entonces, me preguntaba sobre la motivación de la hermana Sara, y otros, hacia una conducta altruista y empática. Aspectos materiales o de remuneración no lo eran porque su participación era voluntaria, de hecho algunos de ellos utilizaban sus propios recursos económicos. Tenía que ser algún elemento inherente en la persona que lo empujaba hacia el bienestar de otros.

Empatía es una capacidad que nos permite entender o sentir por lo que otra persona puede estar pasando en situaciones difíciles o críticas. En otras palabras, es la capacidad de ponernos en el lugar de otros durante ciertas circunstancias de dolor físico o psicológico.

La edición de enero de 2018 de la revista National Geographic presentó un artículo muy interesante sobre "la ciencia del bien y el mal". El artículo toca el tema de los factores que provocan que nos dediquemos a obras buenas o malas, y cómo el funcionamiento de nuestro cerebro tiene que ver con la conducta empática o lo que sentimos por otras personas.

El psicólogo clínico Dr. Martin L. Hoffman de New York University, quien ha escrito sobre la empatía y desarrollo moral, propone que todos nacemos con la capacidad de ser empáticos. La revista National Geographic (enero 2018) sugiere que la necesidad de ayudar a otros es producto de la evolución humana debido a que la cooperación entre miembros de grupos prehistóricos era esencial para la supervivencia, y posiblemente reside en nuestro ADN. Otra revista, Scientific American, en su edición de diciembre 2017, presenta el articulo "Siento tu dolor". El artículo informa que la empatía emocional es una respuesta biológica descubierta en varias especies animales, la cual evolucionó en un contexto de cuidado maternal, y de grupo al que pertenecía. Resumiendo, la capacidad de ser empáticos reside en nuestros cerebros de manera innata, y puede ser cambiada o moldeada por la influencia del medio ambiente desde el inicio de nuestro desarrollo. Es decir, podemos ser adiestrados a ser amables y generosos hacia otros, incluyendo animales.

La capacidad empática también puede tener efectivos negativos, por ejemplo, cuando vemos a otros sufriendo en persona o en escenas en vídeo o ilustraciones. Esta reacción negativa nos hace evadir esas experiencias al rehusarnos a ver personas o animales sufriendo. Recuerdo mi experiencia de incomodidad y tristeza después de visitar el Museo del Holocausto en Washington, D.C. El hecho de ver videos, fotografías y exhibiciones muy realistas sobre las víctimas torturadas y asesinadas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, fue una experiencia muy educativa, pero impactante emocionalmente hablando.

David Brooks, columnista del periódico New York Times, escribió un artículo (septiembre 2011) donde presentó una perspectiva pesimista sobre la empatía. El Sr. Brooks comenta que es cierto que el sentir lo que otros experimentan emocionalmente ayuda a la mejoría de la sociedad, sin embargo, él agrega que a veces sentimos el dolor de otros pero no intervenimos para remediarlo, especialmente cuando una acción a tomar involucra algún costo personal (tiempo, dinero, energía, etc.). El Sr. Brooks también dice que a veces somos selectivos en nuestra manera de ayudar a la gente debido a razones de identidad. Por ejemplo, podemos ayudar con la necesidad del grupo o persona "A", pero no con la necesidad del grupo o persona "B" debido a razones políticas, religiosas, sociales, etc.

La empatía es una cualidad humana, sea adquirida genéticamente, por medio de educación o una combinación de ambas, esta empatía genera compasión. Y esta compasión no sólo produce conductas bondadosas, sino también que reduce la posibilidad de conducta antisocial o cruel. El mundo está lleno de violencia y la gente está cansada de vivir en temor y limitado de su libertad. Es la hora de crear una cultura de adiestrar o preparar a la gente, ya sea en el ambiente familiar, en las escuelas, en el trabajo u otras organizaciones sociales sobre la importancia de ayudar a otros que necesitan de algún tipo de apoyo, o cuando menos respetarlos. En otro artículo compartiré mis perspectivas sobre el lado contrario de la empatía: el mal. Gracias por su interés en este artículo.

  Por: Lic. Francisco Pineda, MDO, MSA

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