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El Síndrome de Esquilo

CULTURA: LOS RETOS PARA 2018

VICENTE ALFONSO

En días pasados se dieron a conocer nombramientos en materia de cultura: la ratificación de Ana Sofía García Camil como secretaria del ramo a nivel estatal y la designación de Elías Agüero como titular del Instituto Municipal de Cultura y Educación de Torreón (IMCE). Ambas son buenas noticias, pero no en el mismo sentido. Sofía García Camil ha demostrado ser una eficiente gestora cultural que aún en época de vacas flacas y megadeudas ha sabido llevar una gestión que va hacia arriba. Pruebas de ello son el rescate del Premio Julio Torri, la exposición Ex Votos de Parras y un creativo programa editorial cuyo catálogo se nutre lo mismo de autores locales que de textos clásicos. Es de celebrarse que la secretaria no se duerma en sus laureles: en días pasados ella misma dijo que reestructurará la oficina a su cargo para evaluar cuáles programas continuarán y cuáles deberán replantearse. De entrada anunció también que se apoyará el Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa, que se convoca aquí en Torreón, para darle el impulso que se merece, y que la Feria del Libro de Arteaga cambiará de fechas para que el calendario permita una mejor planeación.

Designado titular del IMCE por el alcalde Jorge Zermeño Infante, Elías Agüero tiene por su parte el reto de ser un buen administrador de la cultura desde el día uno pues, como es bien sabido, la actual administración municipal durará solo un año. Acaso allí estriba la más grande desventaja del nombramiento de Agüero: en que no tendrá lo que los expertos llaman "curva de aprendizaje". En su favor cuenta con un historial positivo desde la trinchera civil: no sólo es uno de los impulsores de la iniciativa Moreleando, también es recordado como el joven inquieto que atendía la librería Astraleph. También tiene de su lado la buena disposición de la comunidad artística, que no es poca cosa y que contará mucho si sabe escuchar las inquietudes de los creadores locales.

La expectativa es en estos momentos buena noticia, sobre todo después de la gestión de Ruth Idalia Ysais Antuna, que fue peor que mediocre. Desastrosa. Ysais y su equipo se caracterizaron por un trato prepotente, burocratizado y alejado de la comunidad artística. Destacaron también por sus pobre visión de las artes. Lejos quedó la época en que el Ayuntamiento de Torreón tenía incluso su propio proyecto editorial. En la pasada administración, para las autoridades de nuestra ciudad la cultura volvió a ser un elemento innecesario, prescindible. Se actuó bajo la lógica equivocada de que los funcionarios eran los dueños del changarro y los creadores debíamos "solicitar apoyo" si es que queríamos ser tomados en cuenta.

Ahora bien, abramos un poco la toma para ver el panorama completo. No es casual que todo esto ocurra. En política todos los movimientos se calculan. Comienza 2018. Estamos a meses de una elección presidencial y eso los políticos no lo olvidan ni un minuto. O no deberían. Pongo ejemplos concretos: el 5 de junio pasado, tras darse a conocer que el PAN había ganado la alcaldía en Torreón, Miguel Ángel Riquelme declaró que en adelante Saltillo sería su ciudad consentida. Broma o no, el hoy gobernador Riquelme sabe que no puede permitir que los laguneros nos sintamos plato de segunda mesa. Al contrario: si quiere recuperar votos para su partido, debe poner especial atención en su ciudad natal.

Analicemos bajo esta luz lo que sucede a nivel ayuntamiento. Según informó este diario, para los regidores de la bancada del PRI el alcalde Jorge Zermeño Infante inició su administración "haciendo campaña en busca de la reelección por tres años más". Aunque los tricolores lo dijeron en tono de queja, esa actitud es deseable. No me refiero a hacer verbenas populares, sino a gobernar con el futuro en la mira. Zermeño lo ha hecho no sólo en los quince días pasados. Su pasada administración como alcalde dejó un balance muy positivo, y eso le permitió ser electo nuevamente. Así pues, si hay moraleja en este cuento sería que en la administración pública la eficiencia se traduce en mantenerse en el cargo, mientras la prepotencia y el mal desempeño pasan factura.

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