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Engañados

FEDERICO REYES HEROLES

Quizá lo que más altera es que la elección es un retrato. Se puede llamar X, Y o Z, pero será presidente o presidenta por nuestra decisión colectiva con todas las deformaciones del Siglo XXI.

¿Votaremos contra el dolor de la violencia por la guerra entre cárteles? Sería lógico. Pero hay un problema, quién es responsable. Calderón y Peña, sólo en la versión simplista. Pero y las decenas de gobernadores de todos los colores que han sido incapaces de fortalecer sus policías. Si el 50% de las muertes en el país corresponde a ajustes de cuentas entre narco, entonces el primer responsable es el narco, también el prohibicionismo, la doble moral de EE.UU. e indirectamente el consumidor. El carácter de víctima pura queda en entredicho; nadie mejor que los familiares que saben de las andanzas de los "socios".

Decir que votaremos por la izquierda o la derecha ya es una quimera. Las alianzas y coaliciones son tan extravagantes y absurdas que cualquier intento de clasificación ideológica se vuelve broma. Quizá votaremos contra la corrupción, contra Peña y los gobernadores pestilentes, suena bien. Pero de nuevo hay un problema, ningún partido está limpio. Entonces votaremos por las personas, por su seriedad, pareciera una salida, pero ese es el camino al caudillismo. No van, ni deben, gobernar solos. Nadie se salva. Además, la seriedad, en este momento ya resulta inverosímil, porque las múltiples contradicciones, falsedades y auténticas mentiras de algunos de los candidatos llevan en el aire buen tiempo y pocos los rebaten. Vivimos entre mentiras, las realidades han pasado a un segundo lugar. En los hechos les hemos autorizado a mentir para conquistar el poder. No es algo exclusivo de México, es un fenómeno muy generalizado que ha cobrado virulencia. Entonces no estamos votando por los hechos sino por los dichos. Las mayorías votarán por lo que suene bien.

Se votará por la imagen, la mayoría lo hará: se ve con energía, se ve ecuánime, se ve apasionada. Luego también estamos en manos de las empresas dedicadas a producir las imágenes, dependemos de que él o ella -convertidos en mercancía- se vean bien. En segundos deberían transmitir alguna idea (difícil) o hacernos creer que lo es. Votaremos por el maquillaje, por la iluminación, por la vestimenta, por la cantidad de dinero invertido en el spot. Si el cuello de la camisa le aprieta o se ve incómoda en el sillón, él o ella recibirán condena. Si se ven acicalados y en control de la situación, nos parecerán estadistas. Un cuello apretado no resta inteligencia y un buen traje no hace estadistas. En un mundo regido por la multiplicación de las pantallas, por la inmediatez y por la instantaneidad, la imagen gana. Si lo que dicen hace sentido, si es sólido y sustentable, es secundario.

Difícilmente votaremos por las tesis, cómo acelerar el crecimiento, cómo mejorar la igualdad, cómo fortalecer las policías, cómo garantizar seguridad, cómo arrinconar la corrupción. En 20 segundos es imposible elaborar una tesis y, si los casi 60 millones de spots van a condicionar el triunfo, pues imposible votar por tesis de gobierno. Una bobada bien dicha, es decir, dicha con estilo, en tono ecuánime y aire sabiondo, o un sonoro tuit pueden convencer. Un país con diez años de escolaridad promedio, puede votar en la misma vacuidad o peor que un país desarrollado como lo son los Estados Unidos y ya vimos lo que pasó allá. La licuadora de las campañas terminará por mezclar todo, apariencia, voz, soundbites, la mirada y mucho de escenografía. Ese es el verdadero riesgo: la superficialidad. Los debates pueden ayudar a quitar envolturas y desnudar personas, pero no están exentos de fanfarronadas.

No se votará por los hechos porque México ya está instalado en la pos-verdad en parte producto de las redes sociales. Tampoco votaremos por la solidez y congruencia personal, ¿qué es eso? En pleno siglo XXI estamos viendo un desfile de violadores, acosadores (sobre todo en el norte), rateros y compañía, (en todas partes) en ejercicio del poder. Eso comprueba, como lo señaló Sartori, la nueva fragilidad de la democracia contemporánea, México incluido. Estamos ante un muestrario internacional de políticos encubiertos por la confusión generalizada. Tan serio que se veía fulano y resultó un ratero de siete suelas. Tan familiar que aparentaba ser y ahora sabemos que golpeaba a su mujer. Por eso la gente desconfía y con razón de los políticos y la política. Muchas mercancías (y políticos) muy bien empaquetados son un fraude.

Esa es la confusión generalizada en la que habremos de votar. Por eso las elecciones a algunos les generan resquemor. La racionalidad está arrinconada. Hoy sabemos que el voto puede ser equívoco, en lo individual y en lo colectivo, porque todos vivimos instalados en la era del engaño digital.

P.D. Me deslindo de la campaña en redes sociales contra López Obrador. Ignoro su origen. No hago campañas ni a favor ni en contra de nadie.

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Escrito en: Federico Reyes Heroles

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