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CARTAS

ALEJANDRO TOVAR

Estimado José Luis Estrada:

Si hubieses estado en casa y no internado en la Clínica de Especialidades, seguro habrías pasado por lo mismo en el domingo ciclónico que vivimos. Uno pensaba que la tarde en TSM era sólo preludio y tiempo de espacio para esperar a que Guillermo del Toro fuese premiado, seducidos todos por su cinematografía de imaginación en un mundo de sombras e incógnitas sin respuestas.

Pero héte ahí que Tavares resultó ser como uno de sus personajes, esos seres entre magníficos e irredentos, entre especiales e icónicos, que lo mismo son algo diferentes a la vista pero cuyos diálogos y acciones dejan enseñanzas de una vida especial. De ello se vistió el africano, que en cada grito tarzanesco hizo que el pueblo izara banderas de alegría que permanecían muy ocultas.

El fantasma del poeta sobrevuela sobre las risas infantiles y en ese viaje, amigo, quien logra describirlo, encuentra en su narrativa que la literatura no es un escondite, sino un lugar de encuentro, para rememorar el tiempo de las cartas que llevaban todo y que zurcaban el mundo con mensajes de estridencias pasadas unas y actualizadas, otras; hasta que llegaron las redes sociales, que ahora hacen de la gente como soldados en guerra, con accesorios de amores y penas.

Escribir siempre es un riesgo, hermano de la curiosidad, ese vientecillo que acompaña a la niebla de la duda y aunque hay escritores que de tan creativos parecen arar en el desierto, por talentosos, los comunes debemos desfilar entre el pueblo natural, casi como los escenarios de "Tin-Tan", creyendo que las damas actuales no conocen el bisturí y siguen siendo tan naturales como Rosita Arenas, Rosa de Castilla, Tongolele y hasta Marcelo Chávez, Ramón y Manuel Valdés.

Perdido el encanto de las cartas, pues, se deben buscar ventanas para difundir ideas, con el riesgo siempre de que no todo mundo aprecie el mensaje en el Facebook, tierra fértil para la exposición pero algunas veces sin estimar la generosidad del medio, por ello uno sigue perteneciendo al grupo, nunca comprendido, que lucha porque haya correspondencia entre vivos y muertos, ¿te imaginas lo que nos diríamos con tanta gente que ya se ha ido?.

Entre esos sueños andaba el grupo cuando vinieron los gritos de Tavares, que eran como exhumaciones de vivencias ya lejanas y uno veía las imágenes del gentío, que entraba en pánico por no disponer del tiempo necesario para reflexionar sobre sus propios sueños, entre gol y gol, entre lecturas y hechos de hoy, que hicieron recobrar voces, palabras, miradas y actitudes.

Todos vimos cuando los fantasmas de la especulación se replegaron, prometiendo volver, cuando Capi Izquierdoz marcó el cuarto, ¿en fuera de lugar?, el asunto es que contó. Seguro que a tu cama de enfermo llegó el griterío, José Luis. Mientras aplaudíamos a Del Toro, luego, imaginamos que el mundo también suele dar alegrías y no solo crónicas de extinciones, porque la gente se cansa de pertenecer al club de los pobres y supone que lo que queda, nunca lo fue.

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