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Andrés Manuel y la seguridad

En tres patadas

DIEGO PETERSEN FARAH

Alfonso Durazo Montaño no es un improvisado de la política, pero tampoco un experto en seguridad. Es abogado (UAM), ingeniero civil (UNAM) y doctor en Ciencias Políticas (Tec de Monterrey). Ha sido secretario particular, primero de Colosio y luego de Fox y la mayor parte de su carrera política la ha desarrollado en funciones de comunicación social. Durazo es, pues, lo que podríamos denominar un multitask, un funcionario eficiente que ha estado en mil batallas, que ha vestido las camisetas de todos los partidos, ha cruzado pantanos, no sé sin mancharse, pero si los ha sobrevivido políticamente. Alfonso Durazo es la apuesta de López Obrador para pacificar al país.

Si en algo se distinguen las propuestas de López Obrador en materia de seguridad es que son distintas, disruptivas y controversiales. Sin duda la que mayor ruido ha hecho es la famosa amnistía, que ha sido acremente atacada y pobremente definida por el propio candidato de Morena. Como bien lo señaló María Marván, lo verdaderamente absurdo es que a nadie le va a interesar la amnistía cuando lo que tiene es impunidad. Para que la amnistía tenga sentido primero debe haber un Estado de Derecho que aumente considerablemente la probabilidad de que quienes violan la ley tendrán algún castigo. Lo que sí tiene sentido, y fueron las primeras declaraciones de Durazo, es la amnistía para quienes están presos por delitos contra la salud sin ser propiamente parte del crimen organizado: cientos de campesinos encarcelados por siembra de estupefacientes o jóvenes que purgan condenas por posesión de marihuana (se estima que en las cárceles del país hay más de diez mil jóvenes en esa situación).

Pero lo que habría que ver en todo caso el mensaje detrás del nombramiento. Al proponer a Durazo como Secretario de Seguridad, López Obrador sostiene que el problema de la violencia es fundamentalmente político. No nos dice, por supuesto, cómo llegó a semejante conclusión ni cuál es el diagnóstico del cual parte, salvo que todo está muy mal y que la estrategia de fuego contra fuego ha fracasado. Si el problema de seguridad es fundamentalmente político significa que lo que está detrás de la violencia es, por un lado, una clase política que sustenta, protege y se enriquece del crimen organizado, y por otro, que los gobiernos locales se han hecho majes con el tema de seguridad pública.

Andrés Manuel promete resultados en tres años. Es prácticamente imposible que haya un cambio sensible en ese periodo de tiempo, sobre todo porque la ruta política es larga, tortuosa y por definición incierta. Cambiar las condiciones de desarrollo de zonas completas del país, desmovilizar a quienes ya están en las filas del crimen organizado y cortar la cadena de perversidad y complicidad es tarea de largo plazo. Pero, para los políticos no hay nada más ambiguo y polisémico que la palabra resultados, y en eso Andrés Manuel se pinta solo.

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