Siglo Nuevo

Peripecias de un transexual en el siglo XVI

Esclava de nadie, prisionera de sí misma

Ramón Bayeu, El muchacho de la esportilla. Foto: Museo del Prado

Ramón Bayeu, El muchacho de la esportilla. Foto: Museo del Prado

MINERVA ANAID TURRIZA

En la obra de Sánchez Vidal hay mucho más de lo que cabría esperar guiándose por el primer vistazo y, cosa rara, se puede decir que la sinopsis describe fielmente lo que encontraremos en las páginas: “Una historia que combina dos cualidades irresistibles: parecer absolutamente increíble y ser totalmente real”.

Esclava de nadie de Agustín Sánchez Vidal es un libro que encarna la consigna de no juzgar a estos productos por su portada. Es recomendable hacer caso omiso del título que parece sacado de los famosos sensacionales como El libro vaquero o Lágrimas y risas — tan populares desde su lanzamiento en la década de los sesenta del siglo pasado— aunque también podría pertenecer a alguna de esas novelas de fácil consumo caracterizadas por apelar a ligeras tramas erótico-románticas.

La historia en cuestión es la de un personaje extraordinario, Eleno de Céspedes, nacido como Elena en el municipio de Alhama, provincia de Granada en Andalucía alrededor de 1545, mulata, hija natural de Francisca de Medina, una esclava negra, de origen africano, y su propietario, don Benito de Medina. Recibió su nombre en honor a la esposa de su amo pero utilizó su versión en femenino o en masculino a conveniencia y según lo demandara la ocasión, aunque también hubo momentos en que prescindió del nombre de pila, haciéndose llamar simplemente Céspedes.

Podríamos resumir sus actividades e identidades de la siguiente manera: Elena fue esclava, liberta, esposa, madre, criada, costurera y tejedora; mientras que Eleno ejerció como mozo de labranza, pastor, soldado, sastre, cirujano -profesión cuyo ejercicio estaba reservado a los hombres- y esposo. Es esta última circunstancia la que finalmente permitió que su relato llegara hasta nuestros días. Su tardío matrimonio con María del Caño, natural de Ciempozuelos, una joven a la que doblaba la edad, estuvo marcado por una serie de dificultades. Ya desde que se anunció el compromiso y las respectivas amonestaciones se levantó un cúmulo de rumores respecto a la naturaleza de su sexo, acusándosele primero de ser capón y luego hermafrodita. Eleno logró sortear éste predicamento al conseguir que alrededor de una docena de personas le declararan varón en dos exámenes distintos. Entre los testigos se contaban varios médicos, uno de ellos, Francisco Días, "de gran renombre, por serlo de Su Majestad el Rey [Felipe II]", quién -para mayores señas de su valía y competencia- cabe resaltar que era la mayor autoridad de la época en urología.

Sin embargo, en 1587, menos de un año después de sus esponsales, Céspedes fue prendido por la justicia civil en Ocaña con nuevas acusaciones, sumamente graves, de esas que podían terminar en ejecución pública, "andar en hábito de hombre siendo mujer, contraviniendo las pragmáticas y leyes de aquellos reinos. Y también estar casado con María del Caño sin ser varón". Transcurrió aproximadamente un año en el que, a pesar del temple y la congruencia que Céspedes mostró en su defensa, los derroteros del proceso secular llevaron a imputarle nuevos cargos: menosprecio del sacramento del matrimonio, sospecha de hechicería y pacto con el demonio, con lo que el caso fue reclamado por la Inquisición de Toledo.

La novela arranca en este punto, mientras el inquisidor Lope de Mendoza revisa el expediente del caso y Elena/o se encuentra en su celda, en la cárcel del Santo Oficio, a punto de ejercer su derecho: "Dado que Céspedes ignoraba quiénes lo habían denunciado o levantado testimonio contra él, podía hacer una lista de sus enemigos. Y si en ella figuraba alguno de los acusadores, la testificación de éstos sería puesta en duda y, normalmente, rechazada". Las cavilaciones del reo para determinar quien(es) puede ser su denunciante son el pretexto utilizado por el autor para hacer que Eleno desglose detalladamente los pormenores de su biografía.

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Agustín Sánchez Vidal. Foto: Fundació n Arte y Mecenazgo

Sánchez Vidal, catedrático de Historia del Cine en la Universidad de Zaragoza, presenta una novela histórica basándose en el expediente inquisitorial del proceso contra Eleno; combinando las herramientas del novelista y el historiador rellena los blancos y reconstruye la vida del fascinante protagonista en 359 páginas, ocupadas por 64 capítulos repartidos en seis partes, más un prólogo y un epílogo.

El expediente del caso al completo se encuentra resguardado en el fondo Inquisición del Archivo Histórico Nacional de España, compuesto por muchos legajos y aún más fojas. Dato curioso: la extensión del expediente varía entre 300 y 700 fojas según a qué autor se consulte. Porque Agustín Sánchez no es el único que se ha ocupado de Elena/o, existen varios libros y artículos sobre este interesante personaje y es de llamar la atención que la mayor parte del material en torno a este extraordinario caso no ha sido escrito por literatos o historiadores, se ha estudiado principalmente desde la medicina, urólogos -de distintas nacionalidades, incluido algún mexicano- son los especialistas que más han tratado el asunto.

La defensa del imputado ante la justicia secular consistió esencialmente en apelar a los exámenes y certificados en que se le había declarado hombre, como si lo fuese de nacimiento, aferrándose a su identidad masculina y, en consecuencia, negando por completo su pasado como mujer, borrando a Elena de un plumazo, diciendo esa no soy yo.

Por otra parte, ante el tribunal inquisitorial su defensa, no menos congruente y brillante que la anterior, fue construida en torno a una única pieza clave, su presuntuo hermafroditismo. Alegando que durante su infancia y los primeros años de su adolescencia predominó el sexo femenino, por lo que a los 15 ó 16 años se desposó con el veinteañero albañil Cristóbal Lombardo, quien la abandonó durante su embarazo y murió al poco tiempo. El momento decisivo llegó tras el alumbramiento de su único hijo, al que llamó Cristóbal y entregó en adopción a una familia de panaderos sevillanos, puesto que después de ese suceso le sobrevino un gran cambio anatómico y comenzó a predominar el sexo masculino. "Sobre la hendidura que le correspondía como mujer asomaba un pequeño tallo, parecido a un dedo pulgar y que en algo le recordó a un miembro de hombre. [...] Al cabo de algunas semanas notó que aquello se ponía duro cuando tenía deseo, desentumeciéndose y saliendo de su sitio. Y, pasada la alteración, se enmustecía, recogiéndose donde estaba antes".

Aunque la descripción anterior pueda tener visos de relato fantástico y levante suspicacias sobre su veracidad, no debe perderse de vista que en el siglo XVI era mucho más lo que la ciencia desconocía sobre el cuerpo humano. Lo cierto es que no hay consenso respecto al caso Céspedes. Los especialistas de nuestros días tienden a considerarle un transexual masculino, es decir, un hombre "atrapado" en el cuerpo de una mujer. Mientras que Agustín Sánchez Vidal utiliza un enfoque que parece inclinado a tenerle por hermafrodita. En una entrevista de febrero de 2010 para El Mundo comentó que el problema central de su protagonista era "el drama de su identidad; no era ni blanca ni negra, ni libre ni esclava, ni hombre ni mujer".

Haber elegido un sujeto por demás fascinante no es la única virtud del autor, el relato propuesto es ameno, fluido y de agradable lectura. Reconstruye acertadamente el marco histórico, durante el reinado de Felipe II y sus dificultades para pacificar los territorios oficialmente "liberados" del control moro, como Granada y otras regiones de Andalucía. Un acontecimiento que funge como telón de fondo es la guerra de las Alpujarras (1568-1571) también llamada guerra de los moriscos, en la que combatió el soldado Céspedes.

El artículo titulado Un transexual en la España de Felipe II, publicado por El País el pasado 19 de noviembre para conmemorar el Día Internacional de la Memoria Transexual, es una pequeña evidencia más de que la historia de Elena/Eleno de Céspedes es una de esas que se rehúsan a hundirse en el olvido. Su expediente no estaba destinado a permanecer encerrado en un archivo acumulando polvo. Tanto da que hayan transcurrido casi 500 años desde su nacimiento, los detalles conocidos y las interrogantes que se mantienen siguen resultando atractivos, fascinantes y de actualidad.

Vicente Carducho, La Expulsión de los Moriscos. Foto: Museo del Prado
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Vecellio di Gregorio, Felipe ll. Foto: Museo del Prado
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