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LA COLUMNA DEL PERRO

TODO SE PAGA

Desde niños les tememos a los médicos y a los enfermeros, aunque más bien el temor es a las inyecciones que ellos prescriben y/o aplican. Este miedo a veces es agrandado por algunos papás que amagan a sus hijos diciéndoles, "si no comes te voy a poner una inyección", "si te portas mal le digo al doctor que te ponga una inyección", esto se me hace un completo error, pues deberíamos por el contrario hacerles ver a los niños que las inyecciones son necesarias para el alivio de alguna enfermedad y aunque duelen deben entender que éstas no son un castigo.

Hace muchos años cuando yo era un niño, por el rumbo donde yo vivía había una señora que nos hacía el favor de aplicarnos los medicamentos cuando éstos debían ser inyectados… por aquellos entonces la asepsia y la esterilización no eran tomadas muy en serio, más por desconocimiento que por mala voluntad; pues no existían las jeringas desechables, sólo jeringas de vidrio con agujas reutilizables, mientras la punta no se desgastara o la "pompa" de quien la recibiera fuera muy aguantadora… Con las previas palabras de, "afloja la pierna para que no te duela"… sin más esterilización que un poco de alcohol vertido en la misma caja de lámina semioxidada en que se guardaba la misma jeringa y aguja, prendiéndole fuego con aquellos cerillos "clásicos" que traían como portada a la venus… fuego que sólo duraba los segundos en que tardaba en consumirse el alcohol y, ¡¡listo!!, ésa era toda la prevención que se tomaba para evitar el contagio entre una persona inyectada… y el que sigue. No recuerdo el nombre de aquella santa señora que nos inyectaba gratis, sin cobrar a todo el que se lo pidiera, y ella tratando de congraciarse con los niños para que confiaran en ella y no le temiéramos durante el ritual de la asepsia, no decía ¿cómo te sientes "muñecón"? vas a ver que después de la inyección te vas a sentir mejor, pero nosotros al fin niños no confiábamos en ella, lejos de agradecerle sus palabras y su buena intención no le contestábamos y cuando después la veíamos pasar por el frente de nuestras casas, al fin niños, la ofendíamos según nosotros gritándole "ahí viene la muñecona" pero como todo en la vida se paga, ahora que soy médico veterinario y que veo que algunos perros por más que trato de ganármelos, veo que me temen y que no confían mucho en mí, cuando los acaricio o les hablo, pues no saben si después los voy a inyectar. Lo mismo pasa cuando paso por sus casas y me ladran a lo lejos, siento que me están gritando no con muy buenas intenciones, como nosotros cuando éramos niños a aquella señora que sólo nos hacía el favor de inyectar gratis, siempre de buena gana y con una sonrisa… Dios la bendiga donde quiera que esté, mientras tanto yo trataré de ganarme la confianza de los perros sabiendo de antemano que cada vez que no lo logre y éstos me ladren recordaré irremediablemente a este personaje de mi niñez, la inolvidable "muñecona".

Y ahora para terminar una gota de filosofía: SI NO HA LOGRADO DERROTARNOS LA DERROTA… QUE TAMPOCO NOS DERROTE LA VICTORIA.

  Por: M.V.Z. Miguel Dávila Dávila

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