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La silla presidencial

(Segunda de dos partes)

No es con monumentos como se debe recordar a quienes lucharon por el cambio social. Recordemos que en el monumento a la Revolución se da el hecho denigrante de que ahí comparten espacio los héroes con sus asesinos.

Abramos los ojos y démonos cuenta que la revolución social pasó de ser popular y política, a ser algo lineal, no más allá de una efeméride tan denigrada que todos saben que es día feriado, pero muchos ignoran qué conmemora.

Y en este entorno encontramos que la silla presidencial, ese símbolo del poder en México, a veces tan devaluado, sigue siendo tan anhelada de ocupar y para muchos no importa cuál sea el precio que se deba pagar.

Es tiempo de guardar la silla presidencial, ese objeto mítico que con diversos nombres ha estado presente durante siglos en ese sitio.

A algunos les ha quedado muy grande, otros no han cabido en ella, a pocos les ha quedado a la medida.

Busquemos que lo importante no sea la silla que cada sexenio cambia de ocupante en la fotografía oficial, sino que en realidad represente a los ideales de una nación.

Como diría en la obra el personaje del Ujier, que cuida la silla presidencial: Nuestro destino histórico está en la Constitución.

Si no hubiera tantas traiciones. Si llegarán los verdaderos elegidos con vocación de Siervos de la Nación.

No debemos aceptar lecturas ajenas, todo está escrito en esta Constitución, que es síntesis de la revolución.

Le he dado muchas vueltas al asunto, pero así soy, lo hago todas las noches entre estas cuatro paredes que tanto han visto. . . . y que tanto saben.

Revolución, Revolución, Revolución…, palabra gastada, maltratada, malherida y a veces hecha corrido y entendida por tan pocos. Revolución. . ., que tengas buenas noches.

En sí, el Ujier, el personaje omnipresente en la obra La silla presidencial, es el pueblo mexicano, eterno testigo de esas luchas por el poder y que a lo largo de los siglos ha vitoreado a unos un día, para olvidarlos y vitorear a otros al día siguiente, con la esperanza de que “ahora sí” habrá respuestas. Todo ha sido en vano.

Hoy el humo desciende y los huesos y los recuerdos cargados de añoranzas de aquel millón de mexicanos que murieron por su patria se confunden con el polvo de los valles y las ciudades.

Polvo de ilusiones rotas de ilusiones para muchos olvidadas. Los tiempos cambian, pero en México la silla presidencial no. Ahí permanece, omnipotente y sempiterna.

Ing. Efraín Humberto Garza Flores

Político, escritor y autor de La silla presidencial

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