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¿Simpatiza el PRI con Meade?

Sobreaviso

RENÉ DELGADO

De José Antonio Meade se sabe. Se declaró simpatizante del tricolor. La duda es si el Revolucionario Institucional y el Ejecutivo simpatizan con él. Mutuo y espontáneo no se ve el afecto político entre ellos.

Más allá de porras y matracas, la comunicación entre el candidato, el partido y el Ejecutivo no fluye armoniosa. De seguir como va, presionada por temores, pendientes y titubeos, podría concluir en el desentendimiento y el desencuentro.

Si, en el receso por el fin de año y la clausura del periodo legislativo, las tres partes no delimitan espacios, márgenes de maniobra y distancia, la candidatura se verá en un apuro.

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Por lo pronto, el regalo del senador Emilio Gamboa y el diputado César Camacho al precandidato, justo al arranque de su campaña, es una cubetada de agua fría.

Aprobar la Ley de Seguridad Interior a fuerza de atender a la Defensa y la Marina y a costa de desoír a organismos nacionales e internacionales, obispos, rectores, especialistas y activistas provoca una carambola: complica sin resolver el legítimo reclamo de las Fuerzas Armadas de contar con un marco jurídico adecuado para actuar en calidad de fuerzas del orden público; golpea al candidato, cuya postura ante el asunto es el silencio; y no vaticina una disminución de la violencia.

Aprobar, además, someter a consulta popular el mando único de la policía en los estados, a partir de una pregunta tramposa el día de la elección presidencial, poco ayuda al precandidato. Un denominador común de la colaboración de José Antonio Meade con el panista Felipe Calderón y el priista Enrique Peña es la guerra inútil y perdida en materia de seguridad. La consulta puede convertirse en un referéndum sobre la pertinencia de elegir a un simpatizante, marcado por el fracaso compartido en alternancia.

Si los legisladores priistas en compañía de los verdes y los panistas amaestrados se asumen como apéndice del Ejecutivo, José Antonio Meade debería participar de las decisiones de Enrique Peña en materia legislativa. Desmantelado el sistema de procuración de justicia, boicoteado el Sistema Nacional Anticorrupción y perdido el paso en la profesionalización de la policía, no puede descartarse que la oposición recalentará el asunto de la delincuencia, la violencia y la corrupción el próximo periodo ordinario de sesiones -febrero a abril del año entrante- y si el precandidato no incide en la estrategia legislativa y parlamentaria, se verá prensado.

¿Responden los coordinadores del PRI, Emilio Gamboa y César Camacho, sólo al Ejecutivo saliente y no al precandidato simpatizante? ¿Afín a la liturgia repuesta por el Ejecutivo, intervendrá el simpatizante en el palomeo de las listas de candidatos a la próxima Legislatura?

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Del otro lado, asombra la chabacanería de José Antonio Meade en varios actos y acciones políticas.

Raudo y veloz, el precandidato simpatizante del PRI acudió a ver a un ex presidente de la República... del ¡PAN! Y él mismo festejó y divulgó el encuentro con Vicente Fox, insignia por excelencia del populismo que, supuestamente, repudia. Si no le convenía aparecer con el ex presidente Carlos Salinas del PRI, mejor no ver a ninguno. Vaya mensaje al priismo: háganme suyo, aunque yo no quiera ser de ustedes.

Algunos de los disciplinados suspirantes de la candidatura tricolor comentan que la operación cicatriz emprendida por Meade se redujo a un caldito al precio de una foto. Se mostraron sonrientes y camaraderiles, pero a más de uno asombró que Meade no entrara a negociar su apoyo, a partir de sumarlos a tal o cual tarea y darles juego. Quizá por eso ningún peso pesado se postuló al gobierno de la Ciudad de México. Otro simpatizante, Mikel Arriola, leal a Meade, se vio obligado a cubrir ese hueco.

Por lo demás, ahora que el simpatizante se puso la camiseta del Partido Verde, ¿cancelará su afición a la fiesta brava que, en lenguaje del resucitado ex Niño y su pandilla, es tortura infame a los astados? Y con el respaldo del Partido Nueva Alianza de la maestra Elba Esther Gordillo que va caminito a casa, ¿dejará de hablar de la pérdida de la rectoría del Estado en materia educativa a causa de la profesora?

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Hasta ahora, el simpatizante ha pronunciado dos piezas oratorias bastante flojas en pos de su candidatura -al inscribirse como precandidato único y al arrancar su precampaña-, pero ni un discurso.

De propósitos generales, lugares comunes y rechazo a postulados de sus adversarios ha llenado los renglones de sus arengas, pero nomás no aparecen sus propuestas. Pese al dicho presidencial del remoto 27 de noviembre del año pasado -"primero el plan, primero el programa, primero el proyecto y después los nombres"-, el partido y el simpatizante sólo se interesaron en el nombre. Y el nombre no trae propuesta ni discurso, al menos hasta ahora. Tan no trae que llega a decir que el punto de partida al gran futuro, lo fijó Enrique Peña. Vamos, ni siquiera continuidad, puro continuismo.

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EL SOCAVÓN GERARDO RUIZ

Es prematuro, desde luego, que José Antonio Meade muestre su propia personalidad política y resuelva la contradicción de apoyarse de lejos en el partido que lo impulsa. Sin embargo, si no afina la comunicación y deslinda el espacio entre el partido, el Ejecutivo y él... la simpatía no le va a alcanzar.

Los amigos del secretario más creativo del sexenio pretenden, ahora, hacer un boquete en el gabinete. Impulsan la versión de la salida de Arely Gómez de la Secretaría de la Función Pública y es que, como en breve, esa dependencia fijará postura ante la respuesta de la SCT a las observaciones hechas sobre las irregularidades del Paso Exprés de Cuernavaca, pues, los cuates de Ruiz Esparza andan reblandeciendo el terreno.

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Escrito en: editorial Sobreaviso

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