Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"Ya no hallo cómo frenar los ímpetus eróticos de mi mujer -le contó cierto señor a un amigo-. Quiere estar haciendo el amor a todas horas". "Me extraña tu preocupación -acotó el otro-. Muchos hombres estarían felices con una esposa así". Sombrío replicó el señor: "Lo están". Babalucas le preguntó al encargado de la tienda de conveniencia: "¿Hablas inglés?". "Un poco" -respondió el muchacho. "Qué bueno -se alegró Babalucas-. Dame un six". La maestra le indicó a Pepito: "El curso ha terminado. Ya no tengo nada qué enseñarte". Arriesgó con cautela el muchachillo: "¿Se admiten sugerencias?". Don Languidio Pitocáido y su esposa hicieron un viaje de turismo a la India y vieron el consabido espectáculo del faquir flautista que con su música hace que una cuerda se levante. Al terminar el espectáculo la mujer fue con el hombre de la flauta. "Perdone, señor faquir -le preguntó-. ¿Nada más levanta cuerdas?". Es cierto: se puede ser guadalupano y juarista al mismo tiempo. Ambas calidades tuvo el padre Agustín Rivera, de Lagos de Moreno, quien fue cura en tiempos de Maximiliano y a la vez encendido seguidor de Juárez. A don Porfirio se le ocurrió invitarlo a hablar en la ceremonia conmemorativa del centenario de la Independencia, y tanto se extendió el sacerdote en su peroración que el Presidente llamó a un funcionario y le ordenó que fuera a decirle de su parte "al doctor Rivera" -los liberales no podían decir "padre"- que abreviara su discurso. ¿Quién fue el empleado a quien tocó cumplir aquella delicada comisión? Nada menos que Federico Gamboa, el celebrado autor de "Santa". Entonces como ahora la Virgen del Tepeyac estaba profundamente arraigada en la conciencia de los mexicanos, tanto que incluso hubo una logia masónica llamada "La India Azteca", nombre críptico que en la fraternidad se daba a la Guadalupana. Pero volvamos a nuestro tiempo. López Obrador dice que profesa el cristianismo. Yo también. López Obrador dice que es de izquierda. Yo tampoco. Su decisión de establecer alianza con el Partido Encuentro Social, agrupación ultraconservadora formada por pastores evangélicos y sus feligreses, provocó airadas reacciones en algunos de los ídem de AMLO, que no se han dado cuenta todavía de que su adalid es igualmente conservador, según lo muestra su resistencia a tratar temas como el de los derechos de la mujer y los homosexuales. Ahora bien: el hecho de que la política intervenga en la religión es casi tan peligroso como el hecho de que la religión intervenga en la política. Tanto López Obrador como los predicadores del PES utilizan emblemas religiosos. El nombre de Morena es alusión oportunista a la Virgen de Guadalupe, y el del PES lleva a pensar en el pez que los cristianos usan como signo identificativo. Preocupan esos tufos de religión en un país en el cual mucha sangre fue vertida para lograr la separación de la Iglesia y el Estado y la instauración del laicismo como práctica sine qua non de la vida nacional. Mal está que el PES, formado por evangélicos, se una a quien ha hecho de la católica Guadalupana su marca de política, y peor es que Morena incorpore en sus filas a un partido que más que ideología tiene dogmas, y que se ha mostrado fanáticamente intolerante en temas importantes de Derechos Humanos. Pero en nada se detiene AMLO con tal de conseguir votos. Si admitió en su seno al PT, con todas sus lacras y corrupciones, qué más da que ahora trabe alianza con un partido que representa lo más anacrónico y retardatario de la vida nacional. En este momento el espíritu de don Federico Gamboa se me acerca y me pide que abrevie mi discurso. FIN.

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