Siglo Nuevo

El hogar mexicano de Euterpe

Ecos del legado de Miguel Bernal Jiménez

Foto: Carlos Abraham Montaño Gutiérrez

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SAÚL RODRÍGUEZ

En la Antigua Grecia, Euterpe, hija de Mnemósine y de Zeus, era la musa de la música. En México, entre la gama de urbes con amplia oferta cultural y artística, Morelia destaca por su similitud con el monte Helicón, hogar de Euterpe. La ciudad posee un patrimonio arquitectónico de cantera rosa, pero se ha cubierto de sonoridades desde tiempos inmemoriales. La capital michoacana también es cuna de Miguel Bernal Jiménez, compositor de himnos dedicados a su tierra purépecha. El legado de este personaje persiste en la cotidianidad transformado en el festival que lleva su nombre, de ese modo permite que el corazón de la que fuera Valladolid siga latiendo a un ritmo sincopado.

Desde tiempos remotos, Morelia se ha caracterizado por ser un centro musical. Durante la Conquista, los misioneros españoles emplearon las armonías de los indígenas purépechas dentro de sus labores de evangelización. Con el paso del tiempo, a la tradicional ejecución nativa se le fueron anexando instrumentos occidentales como la trompeta, la flauta y el órgano.

En un estudio realizado en 2010, el musicólogo Javier Marín López recopiló dos inventarios musicales de la Antigua Valladolid, uno estaba fechado en 1632 y el otro en 1796.

En estos documentos se consigna la influencia que tuvo la Iglesia en la acústica de los michoacanos durante la Colonia. También se percibe el aumento considerable en la producción de obras de músicos locales en una centuria y media.

En 1743 hubo otro acontecimiento importante: fue fundado el Colegio de Niñas de Santa Rosa de Santa María, una de las primeras instituciones educativas de la región en incluir la enseñanza musical y el antepasado más remoto de lo que hoy es el Conservatorio de las Rosas, considerado el más antiguo de América.

Tras el conflicto del liberalismo y el clericalismo en el siglo XIX. La cotidianidad sonora en esa población ya llamada Morelia se apegó a la influencia porfirista y adoptó un carácter festivo. Según Alejandro Mercado Villalobos, estudioso del arte musical de la Universidad de Guanajuato, entre 1876 y 1911, en México se hacía fiesta casi con cualquier pretexto.

La capital michoacana experimentó ese fenómeno de festividades espontáneas con presencia de melodías populares. Sin embargo, no se había desarrollado algún tipo de encuentro en cuyo marco apareciera una música 'nacional', más bien se estimulaba la exposición a sonidos europeos.

Iniciada en el siglo XX, la tendencia traída de ultramar mantuvo su estatus dominante en la escena musical urbana. No obstante, el cambio social e ideológico derivado de la Revolución Mexicana trajo consigo una mirada nacionalista que desplazó la postura extranjerizante del Porfiriato en las artes e intentó, de nueva cuenta, restringir el papel de la Iglesia en las núcleos políticos.

Las prácticas anticlericales afectaron las perspectivas de los músicos de arte sacro que estaban siendo educados en las instituciones litúrgicas del país. Uno de los centros dedicados a la enseñanza de la sonoridad católica era la Catedral de Morelia, cuyo ícono más representativo se perfiló con el rostro de Miguel Bernal Jiménez.

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Compositor Miguel Bernal Jiménez. Foto: Festival de Música Morelia / Archivo Siglo Nuevo

UN COMPOSITOR

José Ignacio Miguel Julián Bernal Jiménez es considerado el compositor mexicano de música sacra más importante del siglo pasado.

Nació en Morelia el 16 de febrero de 1910. Creció bajo las resonancias de la pólvora revolucionaria, en una familia que mantenía fuertes lazos con la Iglesia católica. El fervor religioso lo acompañó desde la infancia y lo motivó a acometer la creación de reverberaciones devotas.

En 1914, Gertrudis Sánchez, entonces gobernador de Michoacán, promulgó un decreto en el que ordenó la expulsión de los miembros de una congregación acompañada de una confiscación de bienes eclesiásticos. Los religiosos escondieron pertenencias en hogares de feligreses. El Seminario Tridentino decidió resguardar un armonio en casa de la familia Bernal. Miguel todavía era un niño cuando empezó a experimentar con el instrumento.

Su carrera comenzó a los siete años de edad, era 1917 e ingresó al Colegio de Infantes de la Catedral de Morelia. En esta institución formó parte del coro. Ser un estudiante destacado le permitió integrarse al Orfeón Pio X, una organización dentro del mismo espacio con estándares musicales mucho más avanzados. Después de la Revolución, el Orfeón fue declarado por el Estado mexicano como Escuela Superior de Música Sacra, con facultades para expedir títulos académicos.

Cumplidos los 18 años de edad, Bernal viajó a Roma y, en el Instituto Pontificio de Música Sagrada de esa ciudad, estudió órgano, musicología, contrapunto, fuga, composición, instrumentación, armonía y canto gregoriano. En esos días debió lidiar con la soledad y la intriga de estar por primera vez en un país desconocido. Sus estados de ánimo quedaron retratados en un diario con algunas de sus vivencias en suelo europeo.

Regresó a México y se convirtió en líder del movimiento nacionalista musical sacro. Dicha corriente era antagonista de la Ley Calles, expedida el 14 de junio de 1926 con el fin de limitar y controlar el culto católico.

El estilo del compositor oscilaba entre lo colonial y la herencia prehispánica. En varias piezas su objetivo fue absorber aspectos religiosos y representar la fe y la ideología de una población en constante enfrentamiento con el anticlericalismo.

En el artículo Presencia y ausencia de Miguel Bernal Jiménez, publicado en 1971 por la revista Heterofonía, la escritora María del Carmen S. de Sañudo describe al michoacano como un sujeto al que le gustaba pasar inadvertido, mas deseoso de que en su ciudad natal se pugnara por elevar el nivel musical. Bernal Jiménez se esforzó en reunir a un grupo de amigos aficionados al arte de Euterpe que lo respaldara; quería situar a Morelia en el cuadro de honor de la musicalidad mundial.

Tal empresa surgió luego que en 1939 empezó a trabajar en el rescate de melodías virreinales. Para ello fundó la revista Schola Cantorum, publicación mensual de resonancias sacras donde publicaba sus investigaciones bajo diversos alias y dio a conocer los hallazgos efectuados en el archivo musical del Colegio de Santa Rosa. Con el mismo propósito publicó una monografía. Así convirtió a Morelia en la primera ciudad mexicana en recibir atención musicológica.

El proyecto bernalista trajo consigo, en 1941, la creación de la sociedad Amigos de la Música. En aquellos tiempos, esa organización llevó a tierra purépecha a figuras de renombre: el compositor Manuel M. Ponce, el Cuarteto Clásico Nacional, los pianistas Ramón y Aurora Serratos, la cantante rusa Sonia Verbitski y más.

Ese mismo año, el compositor logró trasladar el Conservatorio de las Rosas al edificio que actualmente lo alberga en el Centro Histórico.

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Exposición La música en papel construida a base de las más significativas publicaciones bibliográficas y hemerográficas relacionadas a la música durante la vida de Bernal Jiménez. Foto: Festival de Música de Morelia

Más tarde, en 1944 organizó y dirigió un grupo de voces infantiles que en años posteriores sería conocido como los Niños Cantores de Morelia. En 1946 trabajó en una pieza encargada por Manuel M. Ponce llamada Sinfonía-poema México; dedicó esa obra a Manuel Gómez Morín.

Tras pasar una temporada de trabajo en España, Bernal Jiménez regresó al país y en 1951 elaboró el esquema para dar vida al Festival de Música de Morelia.

En 1956, a sus 46 años de edad, fue declarado hijo predilecto de Michoacán. Poco después de recibir ese homenaje, el 26 de julio, sufrió un infarto en la ciudad de León, Guanajuato, y falleció. Su cuerpo fue trasladado a Morelia. Se celebró una misa de cuerpo presente en la Catedral, allí donde forjó y pulió su talento sonoro. Fue sepultado con honores en el Panteón Civil.

Dejó un legado de 251 registros entre música vocal, instrumental, sacra y profana. Otra de sus herencias fue el sueño de crear una fiesta que llenara de armonías las faldas del cerro del Quinceo.

FESTIVAL

En octubre pasado la Unesco nombró a 64 ciudades de 44 países como “ciudades creativas”. El organismo destacó a tres urbes mexicanas: Ciudad de México, en diseño; Guanajuato, en media arts; y Morelia, en música. La distinción está fundada en la añeja tradición musical de la capital michoacana.

Contribuyó a la obtención del título su calidad de sede de varias instituciones musicales de renombre: el Conservatorio de las Rosas, el Centro Mexicano para la Música y las Artes Sonoras, el Archivo Musical de la Catedral de Morelia o el Laboratorio Nacional de Materiales Orales.

Otra razón es su oferta de actividades para la promoción del arte de Euterpe: el Festival de Órgano Alfonso Vega Nuñez, el Jazztival, el Festival Visiones Sonoras y sobre todo, el Festival de Música de Morelia Miguel Bernal Jiménez.

En julio de 1989, Miguel y Eugenio Bernal Macouzet, herederos del compositor michoacano, retomaron la idea su padre sobre realizar un gran festival musical y posicionar a Morelia como una capital cultural.

La fiesta con el nombre del afamado compositor se desarrolla cada año a lo largo de 15 días. Se presentan conciertos en los que convergen varios géneros musicales con artistas nacionales e internacionales, consagrados y emergentes.

La cita en el occidente mexicano ha sido galardonada con la medalla Mozart, otorgada por el gobierno austriaco. También ha sido nominada en dos ocasiones a las Lunas del Auditorio en la categoría de mejor espectáculo clásico.

En su programa se reúne un abanico de expresiones musicales y hace las veces de vitrina: los invitados exponen su arte en los principales espacios públicos.

De 2002 a 2015, el festival fue dirigido por Verónica Bernal (nieta de Miguel Bernal Jiménez). En ese periodo se llevaron a cabo 304 conciertos, 179 actividades paralelas y 125 clases magistrales. Participaron 7 mil 994 artistas y la asistencia estimada ascendió a 974 mil personas.

Mariol Arias es la actual directora. Si bien el festival ha cambiado, reconoce, sus principales objetivos se mantienen. El primero es presentar a la sociedad espectáculos y conciertos de calidad; el segundo, trabajar en la formación de músicos y la parte académica. “El festival empezó, en algún momento, cercano al Conservatorio de las Rosas que es el primer conservatorio de América y una institución importante a nivel musical”, expresa.

En la vigésima edición del festival estuvieron representados países como Canadá, Austria, Polonia, China y Alemania.

No obstante, el festival no ha sido inmune a los recortes de recursos federales destinados al ámbito cultural. Entre 2014 y 2017 el presupuesto del gobierno mexicano para la cultura pasó de 18 mil 348 millones de pesos a 12 mil 428 millones, una reducción del 32.3 por ciento.

Las direcciones culturales del país lo han resentido. El Festival Miguel Bernal Jiménez recibió en 2015 una partida federal por 8 millones 298 mil 400 pesos. Para 2016 le fue asignado un presupuesto de 4 millones 680 mil pesos. En 2017, el monto se redondeó a la baja, 4 millones de pesos, lo que supone una rebaja de más del 50 por ciento en tan solo dos años.

Para 2018 la Secretaria de Hacienda y el Ejecutivo Federal proponen reducir el financiamiento cultural en un 5.7 por ciento respecto a lo aprobado para este calendario por concluir. Es decir, el sector cultural recibiría en año de elección presidencial únicamente 11 mil 716 millones de pesos.

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Festival de Música de Morelia, edición 2017. Foto: Festival de Música Morelia

Pese al tijeretazo presupuestal, la cita moreliana ha logrado mantenerse gracias a donaciones, a la inversión privada y a los patrocinios. Este año, Arias viajó a Corea del Sur, representó al festival en la Performing Arts Market in Seul, la feria de artes escénicas más importante de Asia. Participó en una mesa de diálogo sobre artes escénicas en Latinoamérica. En el panel había gestores de Argentina, Brasil y Perú; la mexicana enfatizó la importancia de crear alianzas con organizaciones culturales de otros países.

DIRECCIÓN ARTÍSTICA

En su vigesimanovena edición, el festival del célebre michoacano contó con un consejo artístico conformado por los compositores mexicanos Javier Álvarez y Rodrigo Sigal, y el percusionista Ricardo Gallardo. Este grupo revisó todas las propuestas musicales que llegaron al festival. “Hacemos una revisión previa de todo eso y empezamos a buscar propuestas que nosotros conocemos o que indagamos para completar un programa balanceado que contenga obras orquestales, música de cámara, la parte del jazz, la parte de música del mundo, el concierto masivo de la plaza Valladolid, etcétera”, comenta Sigal.

Según el doctor en composición electroacústica por la City, University of London, si Morelia ha tenido una fiesta musical por tanto tiempo es porque el público y los organizadores no han dejado de poner empeño en ello. “Cualquier ciudad se merece un festival de música, pero lo tiene quien lo trabaja. Morelia lo ha trabajado por 29 años”, recalca.

El también director del CMMAS indica que la diversidad musical presente en este evento lo aparta de otros festivales del país. Desde su punto de vista, en la cita moreliana se han preocupado tanto por impulsar la obra de compositores mexicanos como por traer al país a los clásicos. Sugiere que el resultado de esa visión es un balance afinado con capacidad para atraer nuevas audiencias.

Respecto a la evaluación de las propuestas, Javier Álvarez comparte que todos los proyectos escogidos reúnen méritos suficientes para ser incluidos en el programa. No es que se destaque uno en particular, cada uno, comenta, propuso algo singular.

Por ejemplo, los conciertos orquestales, que para él enmarcan al evento, ofrecen un repertorio conocido y de fácil digestión, su público es muy amplio. Los recitales de música contemporánea, en cambio, tal vez no apelan a todas las audiencias, pero sí llegan a espectadores jóvenes. La presencia del jazz, representado por músicos como Alex Mercado, deslumbra a otro tipo de público, uno que 'probablemente' sea tan “copioso como el del concierto de Daniela Liebman en la apertura del festival”.

IMPROVISAR

Según el saxofonista michoacano Juan Alzate, el jazz llegó a Morelia en la década de los treinta del siglo pasado, cuando el género estaba en boga en todo la nación. A principios de la década de los noventa, el Festival de Música de Morelia le solicitó a Alzate realizar una cita con esa forma musical como eje. El también profesor del Conservatorio de las Rosas reparó en que los conciertos con exponentes de esa veta sonora eran los únicos que dejaban una entrada. Así se formó el Jazztival, otro proyecto de agradable acústica en tierra purépecha.

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Rodrigo Sigal, Ricardo Gallardo y Javier Álvarez Fuentes. Foto: UEMG / El Universal/Iván Stephens / Secretaría de Cultura

Una de las vertientes más importantes del Festival de Música de Morelia es precisamente el espacio reservado a éste género. El año pasado, el baterista mexicano Antonio Sánchez ofreció un concierto y una clase magistral donde explicó parte del proceso de composición de la banda sonora para la película Birdman de Alejandro González Iñárritu.

Durante el primer fin de semana de la edición de 2017, la Casa de Cultura de Morelia (cuyo edificio solía albergar en la época colonial al Convento del Carmen) fue el escenario de las notas tan libres como improvisadas.

El pianista y compositor Alex Mercado, luego de brindar un concierto en ese recinto, destacó el tino del festival al considerar al jazz dentro de su programación.

Los festivales en territorio nacional generalmente son divididos por género y existen muchas citas exclusivamente de jazz, pero el de Morelia, según Mercado, reúne una oferta cultural y una fiesta de música en general. También percibe a la inclusión de los artistas de la libre interpretación como una señal de que “se está valorando ese lugar que debe de tener el jazz y que poco a poco lo va adquiriendo en México”.

El guitarrista y compositor Rodrigo Neftalí, quien actuó junto al cuarteto Tempus Fugit, percibe que la ciudad de Morelia se encuentra cargada de jazz.

El guitarrista hidrocálido valora que, fuera del plano metafórico, la cuna de José María Morelos y Pavón es un lugar donde, desde hace varios años, muchos jazzistas se encuentran forjando un camino. “Yo creo que habrá más jazz y habrá que buscar las condiciones para que se dé con más amplitud”, subraya.

Antes de su concierto, Neftalí compartió que el mero acto de presentarse en un escenario como el patio colonial de la Casa de la Cultura contribuye a variar el proceso de gestación musical, usualmente asociado con la soledad y obtenido a través de la disciplina del sonido: una idea se trabaja con el ensamble en la intimidad.

Éste pensamiento sonorizado, explicó, se convierte en un “presente absoluto”, el cual se traduce en un escenario. “Es como la vida. En realidad no sabemos qué condiciones vamos a tener exactamente en el momento de ejecutar. Pero, evidentemente, sabemos que tenemos éste marco hermoso, tan inspirador, un edificio ancestral con tanta historia. En un momento sucede la música y hay una recopilación de toda la fantasía sucedida mucho tiempo atrás. Se concreta y es como una epifanía. Es absolutamente inspirador tocar en un sitio como éste”, concluyó.

TRABAJO SOCIAL

El municipio de Morelia se reparte entre el centro urbano de la cabecera municipal y 14 localidades de menor tamaño conocidas como tenencias.

Una de esas tenencias es Jesús del Monte, localidad de escasos recursos ubicada en las afueras morelianas y que hace las veces de núcleo para comunidades como El Durazno, San Miguel del Monte o Las Torres.

En esos terrenos, el festival, junto a la asociación Jóvenes Mexicanos en Movimiento, puso en marcha un proyecto de desarrollo social enfocado a trabajar las aptitudes musicales de los niños. Así, el 1 de abril de 2014, nació la Orquesta y Coro de la Transformación Miguel Bernal Jiménez.

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Foto: Orquesta y Coro de la Transformación Miguel Bernal Jiménez

La música tiene antecedentes como motor de cambio social y uno de sus aspectos destacados, según Carlos Gómez, coordinador del proyecto, es su contribución al fomento de valores éticos en los infantes.

El modelo aplicado en la tenencia moreliana está inspirado en una iniciativa paraguaya denominada Sonidos de la Tierra. Se tomó la pedagogía y se adaptó a la realidad social mexicana. No tiene costo para los niños, se les da el instrumento y se imparten unas 15 horas de música a la semana.

Los niños reciben clases vespertinas de 4 a 8 de la tarde. A lo largo de la semana se reparten 9 horas de instrumentación y 2 horas de solfeo. También realizan un ensayo de tres horas. Los docentes manejan diversas dinámicas para que los infantes no se aburran.

Otro beneficio del programa es que se inculca el interés por el estudio, un asunto de primer orden ya que la localidad registra un alto grado de deserción escolar causado, en buena medida, por su cercanía al Altozano, una de las zonas más exclusivas y adineradas de Morelia. La surrealista convivencia refuerza la desigualdad social. “Después de terminar la secundaria, la gente de Jesús del Monte prefiere trabajar de chofer, de albañil, de ama de casa en Altozano y, cognitivamente, no se desarrollan tanto”, afirma Gómez.

El coordinador enfatiza la preocupación por dar una educación musical de calidad. Los infantes no reciben clases a medias, ni una mera distracción o una formación sin algún beneficio. Cada uno de los 150 niños que participan tiene la posibilidad de presentarse con la orquesta en los escenarios a los que es invitada.

Otro beneficio de este proyecto, indica, es que enseña al niño a trabajar en equipo. “A lo mejor no lo ven ahorita, pero a la larga, cuando quieran estudiar la universidad, ya van a estar más preparados que otros aspirantes. Lo que te genera la música es el temperamento de superarte y sacar lo mejor de ti. A través de la música hay una transformación social. Esperamos crecer y apoyar a más comunidades para crear más orquestas”, dice.

MIRADA CRÍTICA

Iván Martínez, crítico musical en el suplemento Confabulario del periódico El Universal, asevera que, para valorar un encuentro cultural, primero se debe tener claro lo que realmente es.

El festival, indicó el capitalino en entrevista para este medio, es un espacio de excepción en un espacio de tiempo y un espacio físico, bajo ese filtro, “Morelia es una ciudad muy musical. Siempre hay conciertos. Tú puedes venir a Morelia y hay tres o cuatro conciertos en una semana”.

El reto de la edición 2017 fue ofrecer durante 15 días una programación musical que no se viera durante el resto del año. Las orquestas de Xalapa y Jalisco, menciona a manera de ejemplo, son conjuntos que no se presentan con frecuencia en la capital michoacana y la Orquesta Sinfónica de Michoacán presentó un programa que no realiza comúnmente e incluyó obras de compositores mexicanos vivos.

Expresó que la cita ha experimentado varias etapas. Fue de un periodo muy activo y 'vistoso' bajo la dirección de Sergio Vela a una fase de cambios con la entrada y salida de Verónica Bernal y ahora se tiene la batuta de Mariol Arias.

Martínez también comenta que este año observó un Consejo Artístico más consolidado, piensa que las ideas de todos los involucrados embonaron mejor y de ese modo se consiguió una propuesta muy sólida: “Se nota que los tres (Sigal, Álvarez y Gallardo) lograron ensamblarse como una sola voz cantante”.

Opinó que la de Morelia es la reunión musical más importante del país y en la generalidad cultural sólo estaría por debajo del Festival Cervantino de Guanajuato y su enfoque multidisciplinario.

Sobre la reducción al presupuesto federal del sector cultural en los últimos años, Martínez califica la situación como “muy grave”. De 2006 a 2012, recuerda, en cada ejercicio existía un aumento 'impresionante' al financiamiento de la actividad cultural. El actual sexenio, en cambio, comenzó casi con la mitad de los fondos que se asignaron al rubro de la expresión artística en el último año de la administración de Felipe Calderón.

El colaborador de Confabulario resalta la labor de los organizadores de la fiesta moreliana ya que, a su juicio, las reducciones económicas que enfrenta el sector cultural no se notaron.

Comparte que, a título personal, considera a la directora del festival y a los miembros del Consejo Artístico como individuos muy capaces en el ámbito de la gestión, lo cual ha servido para mantener el estatus de alcance internacional que tiene el evento. Para subsanar carencias de tipo económico, los organizadores concretaron alianzas con asociaciones y empresas para hacerse de servicios de transporte, alimentos, hospedaje, entre otros.

Esta capacidad para gestionar, subraya el crítico musical, no la ha visto en otras entidades del páis. Con el dinero recortado que recibieron del gobierno federal, remata, las cabezas del festival “hicieron maravillas”, acciones dignas de la morada mexicana de Euterpe.

Twitter: @BeatsoulRdz

Festival de Música de Morelia, edición 2014. Foto: Festival de Música Morelia
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Performing Arts Market. Foto: Yi-Chun Wu
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Casa de la Cultura de Morelia. Foto: Archivo Siglo Nuevo
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UNESCO otorgó el nombramiento a Morelia de Ciudad Creativa en el rubro de la Música. Foto: Amanecer de Michoacán
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